Por: Jairo Vargas León/ La posverdad fue definida por el diccionario de la Real Academia Española como una «distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales». Ello significa que todo aquello que se pretenda afirmar sobre hechos públicos no importa expresarlo con objetividad, su intención está dirigida a explorar al máximo las emociones, el discurso se dirige a “dorar la píldora” es decir a seducir a un público que solo quiere escuchar mensajes edulcorados o sensibles.
La posverdad es antidemocrática por cuanto esconde la verdad la cual constituye el elemento fundamental para debatir, deliberar, discutir, razonar los asuntos públicos que le atañen al destino de una sociedad. Si la verdad no sale a flote se deforman los valores, los ideales, la política, es decir todos los elementos que hacen posible la razonabilidad para definir nuestro destino común.
Hay eventos significativos en el mundo que han servido para valorar el impacto de la posverdad. El caso de Trump en las elecciones de Estados Unidos es paradójico. Su campaña fue un conjunto de afirmaciones que lograron convencer a dos tercios de sus votantes en la errada idea de que el desempleo había crecido durante la segunda presidencia de Obama, maquillajes que deformaron el mensaje para producir un efecto: convencer pese a que la realidad denotaba otras cifras.
la posverdad se evidenció de manera más dramática frente a la crisis originada por la pandemia. Trump afirmó vehementemente que “el virus era equivalente a una gripe”, además le sostuvo al mundo y por supuesto a su país que la situación estaba totalmente bajo control, no había que temer porque estaba desapareciendo. Un tema de salud pública que revestía previsión, educación, le pasó al país la cuenta de cobro, más de 386.000 estadounidenses han muerto por causas atribuidas al virus.
Otro evento de gran magnitud lo constituyó la aprobación del Brexit, cuyo propósito estaba dirigido a salir de la Unión Europea sobre la base de un presunto ahorro de 435 millones de dólares por semana para benefició de Inglaterra, una tamaña falsedad que los mismos promotores del referéndum reconocieron después de haber ganado la mentada convocatoria. Los análisis posteriores han corroborado que salir del pacto europeo es más perjudicial para la economía del país anglosajón que sostenerse apelando a un nacionalismo insulso, a una nostalgia imperial que ostentan algunos sectores que añoran el colonialismo inglés.
La posverdad también ha incursionado en el escenario colombiano con frases, lemas, gracejos, algunos dóciles, jocosos, inofensivamente ofensivos que también han apuntado a distorsionar la realidad, maquillarla o en otros eventos a tender cortinas de humo para desviar la atención que una situación suscita.
El uso de las redes sociales ha exacerbado y escalado en mayor magnitud sus efectos, no obstante, antes de que estas aparecieran la posverdad tuvo sus efectos en los medios de comunicación convencionales a través de los cuales circuló en su momento la información que se pretendía posicionar con sus consabidos efectos.
Una posverdad jocosa, cínica, alejada de lo que vivía Colombia a finales de la década de los setenta fue la frase producida por el entonces presidente Turbay Ayala en una visita al continente europeo, en una entrevista en París ante las preguntas avezadas y comprometedoras de muchos periodistas quienes indagaban por la situación de los derechos humanos y el número inusitado de presos políticos, el gobernante dijo una frase simple que le dio la vuelta al mundo “El único preso político en Colombia soy yo”, ello motivó la visita de Amnistía internacional al país para verificar la situación en Colombia con ocasión de la aplicación del célebre Estatuto de seguridad y sus resultados bastante dicientes y de gran magnitud en materia de violación de derechos. La cereza del ponqué para la época la confirmó el exilio de García Márquez quien ante la hostilidad ejercida contra intelectuales y demócratas reconocidos asumió el camino tortuoso de irse del país como única opción válida para proteger su vida.
La posverdad simple e inofensiva la marcó un lema en la campaña de Belisario Betancur, “si se puede”, con el cual logró difundir un mensaje de esperanza, de redención de que todo es posible frente a la desesperanza que sufren los desposeídos, hacer 400.000 casas sin cuota inicial “si se puede”, una frase populista, seductora, que produjo un corto circuito en la sostenibilidad financiera del sistema con disimiles intereses: familias que habitaron durante dos y más años que no pagaron y tuvieron que ser desalojadas y a su vez viviendas mal construidas con un evidente déficit cualitativo, muchas de estas unidades habitacionales han sido abandonadas, por el evidente deterioro que han sufrido por su deficiente calidad.
El presidente Barack Obama, desarrolló un lema similar al de Belisario, parece que lo hubiera plagiado con su lema “si podemos”, Su “Yes, we can” inspiró y entusiasmó a las minorías discriminadas que paradójicamente siguen sufriendo discriminación en distintos órdenes, quien puede negar la segregación rampante de los derechos de las comunidades afroamericanas.
El día de la posesión presidencial, Cesar Gaviria pronunció una posverdad esperanzadora “Bienvenidos al futuro”, ¿no nos dijo cuál futuro?, su gobierno se empecinó en la apertura económica un modelo que impulsó el Neoliberalismo: la globalización económica. Diez años después en reunión convocada por los ministros de hacienda de los países de América latina para evaluar los efectos de la apertura económica, la conclusión fue lacónica, “nos equivocamos en hacer la apertura económica”; el lastre social y económico que produjo en estos países fue evidente y fehaciente. ¿Acaso de qué futuro habló el presidente Gaviria?
En el 2006, otro escándalo político se sintió en el país a raíz del vínculo entre políticos y grupos paramilitares, una tercera parte del congreso fue investigado por su presunta complicidad, frente a ello el presidente Álvaro Uribe produjo una posverdad “Le voy a pedir a todos los congresistas que nos han apoyado, que mientras no estén en la cárcel, a votar las transferencias, a votar la capitalización de Ecopetrol, a votar la reforma tributaria”. Acaso que tanto importa la legalidad y/o legitimidad del evento en mención.
El presidente Santos en el 2010 en plena campaña presidencial dijo: “Puedo firmar sobre piedra o mármol que no voy a incrementar las tarifas de los impuestos durante mi gobierno”; en los dos períodos presidenciales a la par del adelantamiento del proceso de paz que tuvo un acompañamiento internacional y de amplios sectores en el país, los efectos económicos para la clase media han sido devastadores al igual que para la pequeña y mediana empresa. Es evidente que la metáfora ha estado presente para endulzar a la sociedad, por ello la metáfora le ha apostado a un concubinato con el poder como dice el aforismo. “Quizás inventamos las metáforas como respuesta al miedo”, ¿miedo a la verdad?, ¿miedo a la sociedad? O, ¿miedo al poder mismo?
*Abogado-Economista, Magister en filosofía, Doctorando en Derecho, Docente Universitario