Por: Gustavo Herrera Acelas/ La pandemia del coronavirus es la peor crisis planetaria desde la Segunda Guerra Mundial, según la ONU y que según este organismo existe el riesgo de una crisis alimentaria. ¿Cómo atender esta crisis?
Más allá de la gestión de la crisis sanitaria, todos los gobiernos están discutiendo medidas de choque para hacer frente a la situación posterior. Como consecuencia del coronavirus, el descenso en la producción y el consumo tendrá un importante impacto en el número de puestos de trabajo, en los ingresos de la familia y en la capacidad de recuperación económica en Colombia y en el mundo entero.
Por el momento, los gobiernos se mueven entre o confinar a todo el mundo, que sería la mejor solución en términos sanitarios, pero implica un grave perjuicio para la economía, o el de mantener la actividad económica al precio de un probable colapso sanitario y, por tanto, de un elevado coste en términos de vidas humanas. El dilema es: “O la vida o la economía”.
Como el objetivo es recuperar la actividad económica cuanto antes sin arriesgar tantas vidas, las propuestas giran alrededor de mantener la liquidez de empresas y trabajadores. Para ello se plantean diversas medidas fiscales, como la moratoria en el pago de ciertos impuestos y servicios públicos sin mayores intereses y monetarias, con apertura de líneas de crédito avaladas por el Estado con el Banco Agrario para facilitar la financiación del capital circulante.
Pero los cambios sociales deben ser inminentes, deberíamos iniciar una campaña de movilización virtual en redes sociales y medios masivos de comunicación como política pública para concientizar un flujo monetario local. Comprar y producir lo nuestro, “porque el dinero es como la sangre, necesita seguir moviéndose en su entorno para mantener a la comunidad viva”. Si compramos siempre productos del exterior, la sangre se escapa “como una herida”.
El consumo local debe ser un imperativo de la reactivación económica y productiva del país, impulsando la industria nacional y regional en la sostenibilidad del empleo y el flujo de la economía interna, en la perspectiva de consumir lo que brinda la industria del país y sus cadenas productivas.
Consumir localmente genera un círculo virtuoso que beneficia a todo el país, cuando piensen en algo especial para regalar elijamos lo nacional y ojalá con empresas con sensibilidad social por dar un ejemplo de muchos como la cadena de almacenes de Mario Hernández, Arturo Calle o restaurantes como Crepes and Waffles que les brindan la oportunidad a madres cabeza de hogar llevar su sustento diario a su entorno familiar, así juntos lograremos que el comercio y que las empresas nacionales tengan más oportunidades.
La idea es que, a escala regional y nacional, el consumidor identifique todo tipo de producción colombiana con un sello o marca especial, desde alimentos procesados, bebidas, ropa, calzado, textiles, artículos de madera, cuero, artesanías y ornamentales, de la construcción, por citar algunas, y las adquiera, no solo como acto solidario, sino para contribuir a una pronta reactivación económica.
El consumir lo nuestro promovemos el patriotismo y el amor por el prójimo cercano, al entender que cuando se consume lo nuestro, es usar una moneda que regresa en forma de sueldo o un empleo. El consumir productos internacionales estamos enriqueciendo a las multinacionales ya de por si millonarias y es desmejorar nuestras divisas.
Los santandereanos y colombianos hemos evidenciado que tenemos productos de alta calidad, se debe aprovechar la oportunidad de visibilizar los productos a través de las cadenas de mercados, “es importante que haya una mayor cercanía con el consumidor final”. Las grandes cadenas de supermercados, D1, Justo y Bueno, Jumbo, Éxito y las tiendas de barrio, deben priorizar en sus estanterías productos nacionales y los gobiernos nacional y local incentivarlos con reducciones fiscales y subir aranceles de los productos extranjeros que compitan con los que producimos en la región, es de suma importancia para reactivar la economía.
En estos momentos que estamos atravesando es donde más necesitamos de la unidad nacional para fomentar el desarrollo económico y sostener las fuentes de empleo, lo que beneficiará a los sectores productivos que han sido duramente impactadas por el Covid-19.
El Sena y las universidades deben dar el acompañamiento técnico gratuito indispensable para mantener la capacidad productiva que exija la demanda, mientras que las grandes cadenas se comprometen a brindar los espacios necesarios para la comercialización.
La asociatividad de los productores debe ser también una prioridad, se ha convertido en un tema de gran importancia para las empresas que pretenden lograr una mejora en su estructura. Las pequeñas y medianas empresas se enfrentan numerosas amenazas del entorno al competir en mercados nacionales e internacionales con empresas que ya están organizadas y son altamente competitivas.
Es necesario destacar que Colombia es un país que cuenta con un gran porcentaje de pymes generadoras de empleo y por lo tanto involucrarse en procesos de asociatividad trae beneficios para las mismas y las ayuda a mantenerse en el mercado de manera competitiva manteniendo su independencia y autonomía.
La globalización económica si bien, por un lado, brinda oportunidades de acceso a nuevos mercados como consecuencia de los avances en los flujos de información, tecnología y capital, por otro, para el sector pyme en particular, trae aparejado amenazas que exigen a las empresas un cambio de estrategias a fin de lograr una mayor eficiencia para afrontar la competencia.
En este nuevo escenario de la pandemia, la forma de funcionamiento tradicional de las pymes se ha visto en la necesidad de encarar procesos de reconversión para sobrevivir en el mercado. Frente a esta realidad, el desarrollo de capacidades innovadoras, se convierten en un elemento fundamental para la búsqueda de una mayor competitividad.
Dada esta realidad sanitaria, surge la necesidad de diseñar estrategias colectivas no sólo como herramienta apropiada para incrementar la competitividad, sino en algunos casos, como única alternativa de supervivencia para la economía colombiana y las micro y pequeñas empresas en esta época de pandemia.
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