Por: Holger Díaz Hernández/ “Las decisiones no las están tomando los gobiernos, las seguirá tomando el coronavirus”. Anthony Fauci, experto mundial en enfermedades infecciosas.
A un año del inicio de la pandemia o sindemia como queramos llamarla, hemos pasado de la sorpresa a la incredulidad, de esta a la paranoia de enfermar o morir, y de allí a la esperanza de una vacuna efectiva contra la Covid-19. Y hoy a la negativa de muchos a vacunarse por el miedo a los supuestos efectos adversos de la misma.
Los seres humanos somos asi, primero la alegría ante los avances de la ciencia médica para conseguir la vacuna más rápidamente creada en la historia y ahora el rechazo de un sector importante de la población ante las verdades a medias o las mentiras difundidas por algunos medios, o a través de las redes sociales.
Los mitos sobre las vacunas son tan antiguos como ellas mismas, desde la primera vacuna, la de la viruela, las corrientes de oposición han sido de todos los pelambres: filosóficas, pseudomédicas, religiosas, artísticas, políticas, hasta ligas antivacuna han existido, pero lo que vivimos con esta contra el coronavirus no tiene precedente ninguno.
Se afirma como una verdad, de los supuestos cambios genéticos que producirían algunas de las vacunas contra el coronavirus, de las reacciones adversas graves en muchísimas de las personas vacunadas, de la muerte de personas como un efecto secundario de las mismas, de la posible asociación con la aparición de casos positivos de VIH post-vacunación, entre otros; todos estas carentes de validez como ha sido ratificado por los entes reguladores internacionales como la FDA o la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
El cuerpo humano tiene un arsenal de mecanismos para defenderse de las enfermedades infecciosas, la sangre contiene: los glóbulos rojos que transportan el oxigeno a los órganos y tejidos y los glóbulos blancos que ayudan a combatir las infecciones, entre estos:
1. los macrofagos, que digieren los gérmenes y dejan los antígenos que son partes de estos, el organismo los detecta como peligrosos y estimula a los anticuerpos para defenderse.
2. los linfocitos B, que producen los anticuerpos que atacan directamente a las partículas de los virus.
3. los linfocitos T que atacan a las células del cuerpo que ya están infectadas, todo esto en una cadena de sucesos.
El organismo por lo tanto se defiende en primera instancia a través de su sistema inmune pero para muchas infecciones requiere del complemento de las vacunas y estas para su aprobación para uso clínico requieren pasar por tres fases de desarrollo donde se evalúan: su seguridad, la respuesta a la vacunación y la respuesta inmune que provocan, todo esto controlado por las más exigentes instancias internacionales.
Hasta ahora han existído cuatro tipos de vacunas:
1. Las de virus vivos atenuados o sea el mismo germen que causa la enfermedad pero debilitado, estas vacunas producen una alta inmunidad de larga duración, como las de sarampión, paperas y rubéola (MMR) o la de varicela.
2. Las inactivadas, que usan una versión muerta del germen, son menos fuertes y requieren de varias dosis de refuerzo, como las de la gripe, hepatitis A, rabia o el polio.
3. Las de subunidades recombinantes que utilizan partes específicas del virus como sus proteínas o la cápsula (la superficie que rodea al virus), tienen alta respuesta inmunitaria pero requieren dosis de refuerzo, son las de hepatitis B, papiloma humano o tos ferina.
4. Las que utilizan toxoides o toxinas del mismo germen, creando inmunidad a una parte del virus, son las de tétanos y difteria.
Contra el Covid-19 se han desarrollado tres tipos de vacunas específicamente:
1. Las de ARM mensajero que son un tipo nuevo de vacunas, que contienen material del virus que estimula al organismo a producir una proteína inocua exclusiva del virus, las células copian la proteína y destruyen el material genético creándose el mecanismo para acabar con el virus, son las de Pfizer y Moderna y requieren dos dosis, el refuerzo se aplica entre 19 a los 42 días.
2. Las de subunidades proteicas que incluyen porciones inocuas del virus y nuestro sistema inmune crea linfocitos T y anticuerpos que atacaran al virus si los exponemos a el.
3. Las vacunas de vectores vírales que son una versión debilitada de un virus vivo que contiene un pedazo de material genético del coronavirus como la de Johnson y Johnson, es la única de una sola dosis.
Para concluir sólo existen dos formas de terminar con esta pandemia: con la famosa inmunidad de rebaño y para que eso ocurra se requiere que se infecten en el caso de Colombia entre el 60 al 70% de la población, esto es de 30 a 35 millones, que con los porcentajes de mortalidad que hemos tenido hasta ahora, implica que morirían entre 750.000 a 900.000 personas antes de que se logre la inmunidad total contra la enfermedad, o a través de la vacunación de la mayoría de la población, pero esta solo se lograría hasta mediados del 2022.
Mientras tanto el gobierno ha realizado anuncios alentadores pero sin cifras o fechas concretas para el inicio de la vacunación, en un momento quizá el más crítico desde que se reportó el primer caso en el país, el 6 de marzo del año anterior.
Ante esta segunda ola de contagios, con días de más de 18.000 casos y más de 300 muertes, no nos queda si no protegernos, para proteger a los que nos rodean.
Es nuestra dura realidad y resulta absolutamente paradójico no solo que haya millones de personas que dicen que no se vacunarían contra la Covid-19 si no que aún hay personas que niegan que el coronavirus exista.
“La vida te da sorpresas, sorpresas te la vida”. Pedro Navaja. Álbum Siembra. Ruben Blades, 1978.
Médico cirujano y Magister en Administración.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).