Por: Milton Villamizar Afanador/ Por los años 1996 dijo en ese entonces el soberano de esta capital: “en este gran lote, hermoso, plano y cercano a la polis, construiremos un escenario para correr, para jugar, para ejercitar el cuerpo y el alma, que sea orgullo de los habitantes de esta villa y que sirva para que los aprendices, los novatos, los expertos y los profesionales pasen el tiempo con el placer y la diversión del ejercicio físico”.
Con el aporte de los tributos de los habitantes de la villa, se construyó el complejo recreativo, y se entregó a la polis; desde entonces se venían desarrollando dinámicas por parte de infantes, jóvenes y adultos de pasatiempos de lo que llamaban fútbol, microfútbol, voleibol, atletismo entre otras prácticas, objetivo con el que se construyó el olímpico.
Muchos años lo disfrutaron, niños estudiantes, practicantes, profesionales de esa ciudad y de villas cercanas (Atlético Bucaramanga, Real Santander, Alianza petrolera etc.) y los más cercanos a la majestad del momento, jugaban lo que llamaban “picaitos”.
Así pasaron muchos cuatrenio y lustros, en veces era muy fácil el acceso de su pueblo propietario a la olímpica y muchas otras imposible, pues eso dependía del genio del mayordomo del complejo.
Pasados 28 años de su construcción, y en estado llevadero, ocurre una invasión de mulas en el complejo olímpico; “¿mulas?” sí extraordinariamente, mulas jugadoras de futbol.
Un mulatero audaz y habilidoso, buscó al nuevo emperador y con abrazos e ilusiones, logró que su yunta de mulas se ubicara en la villa olímpica; construida para los seres racionales, construida con las monedas por ellos aportadas, pero increíble y míticamente se apoderaron del complejo las mulas jugadoras de fútbol.
De tanta lisonja del cómico, de tanta diversión al emperador del terruño, se le convenció de entregarle la villa olímpica, para que sus mulas jugaran fútbol, durmieran y con paso estilizado mostraran su hermosura, en el escenario que en principio se tenía que utilizar para el descanso, la competencia y el aprovechamiento del tiempo libre de otras razas racionales de infantes, jóvenes y adultos.
Embelesado por tanto viento de elogio, convencieron al engreído rey, que él era mejor que los demás, que él mandaba, que no había ni Dios ni Ley y; que poner mulas a jugar fútbol, haría que fuera reconocido en esta galaxia y las contiguas.
Sin pensarlo dos veces y para hacerse de mayor ostentación, ordenó al mayordomo del lugar, que debía permitir pernoctar allí a las mulas varios días y dejarlas jugar fútbol.
Les construyeron entonces palacetes a los cuadrúpedos, las pusieron a desfilar en el recinto cerrado y mientras esto sucedía, había francachela y comilona para el altivo mandamás y sus compañeros de festín.
No se supo ciertamente, que beneficio trajo la jugarreta de las mulas, solo se supo que tuvieron palacio, que acabaron con el piso del estadio, pues sus patas tan pesadas, cada que hacían una jugada de regate, de chalaca; destruían no solo el prado sino la arena, el piedrín, la tubería del subsuelo.
Cuando el mayordomo de dice al rey: su majestad, estos seres acabaran las instalaciones, este solo supo responder “El estadio lo recibimos en estado de abandono, y antes de recuperarlo se presentó la oportunidad de un gran evento… Las mulas jugando futbol”.
PS: Falta por revisar si se obtuvieron los permisos para eventos de esta naturaleza, si se cancelaron los tributos en favor del municipio, cual fue el beneficio real de esta osadía para la ciudadanía y lo más importante; que no se haya tipificado una conducta punible como la consagrada en el art 398 del C.P. por parte de los servidores públicos. Peculado por uso.
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*Abogado, especialista en Derecho Administrativo, Derecho Contencioso; Contratación Estatal; Derecho Penal; Gerencia en Salud y Maestría en Derecho Administrativo.