Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Desde que vivo en Bogotá, he tenido la posibilidad de asistir año tras año a la Feria Internacional del Libro y he podido observar como cada año trae consigo elementos diferentes, cambios chéveres y elementos repetitivos que quizá no lo sean tanto. Algunos elementos son esperados, mientras otros simplemente pasan a la historia para nunca volver.
La FILBO de este 2024, al igual que en los años anteriores, responde perfectamente a su propósito, ¡es una feria! Esto parece algo obvio, pero a algunos lectores nos pasa —a pesar de llevar tiempo conociéndola— que seguimos soñando con que los organizadores superen la idea comercial de “gran bazar” y pasen una propuesta más “celebrativa” en torno al libro.
Tal vez el del error sea yo, quizá mi ideal de FILBO se acerque más a una mezcla entre librería y biblioteca, un espacio donde se promueva más que la venta de libros la lectura de estos, un espacio con más silencios y menos alaridos, quizá con algunas presentaciones de buenos libros, con grandes anaqueles para comprarlos pero también con algunos pabellones llenos de sillones y “muestras gratis” o, de pronto, llenos de anaqueles traídos desde las bibliotecas públicas para dar a conocer su existencia.
Soñar no cuesta nada, pero, seguramente es necesario salir del sueño y recordar en este punto de la columna que el lugar predilecto para un lector es la librería, y no cualquier librería, la atendida por el librero amigo, ese que puede hablar de libros o callar para dejar al lector acercarse con tranquilidad a ellos. La FILBO definitivamente ni es librería, ni esta atendida por amigos.
Otro asunto recurrente en la feria —y en otros eventos similares— es la presencia cada vez más sorprendente de pseudo escritores que venden millones apoyados en su marketing, pero que en realidad solo son malos escritores bien publicitados. O, también se ve cada vez con más regularidad la presencia de los denominados “influencers” y los ríos de gente que busca sus firmas. El problema no es que estos personajes se den en las ferias, lo triste es que les restan importancia a verdaderos escritores.
Parte del tema comercial de este año, como era de esperarse, fue la novela póstuma de Gabriel García Márquez. Por todos lados estaba en venta y hacía parte de toda la apuesta decorativa del evento. Cómo muchos, soy un amante de buena parte de las obras del Nobel, sin embargo, detesto cuando un autor se vuelve solo una marca, creo que pierde mucho de su humanidad y con ella de su arte.
Otro elemento que me pareció más que malo vergonzoso fue el espacio dedicado a Brasil como país invitado. El país que acogió a Clarice Lispector, donde escribió su poesía Roberto Piva y Ariano Suassuna su novela A História de amor de Fernando e Isaura, merecía un espacio mucho más coherente con su tradición literaria. Lejos de eso tuvo un espacio que supuestamente apuntaba a resaltar la naturaleza, pero que se convirtió en el pabellón donde agonizaban las plantas de decoración para algunos que solo fueron por la foto.
Quiero rescatar dos elementos en medio de las críticas realizadas. En primer lugar, el espacio para las editoriales independientes —espacio que ha venido manteniéndose desde ediciones anteriores de la feria—; en segundo lugar, es bueno aplaudir algunas apuestas que se dan, precisamente dentro de estas editoriales pequeñas, por nuevas formas de narrar, novedades no solo del estilo del texto, sino también, de la forma en que este se presenta, generando diversas formas creativas de cómo se construye un libro, logrando con esto una apuesta artística novedosa en algunas publicaciones.
A diferencia del espacio horroroso de Brasil, el espacio dedicado a Colombia estuvo mucho mejor distribuido, la apuesta por resaltar La vorágine en el centenario de su publicación llevó a generar un espacio muy bello, en medio de la sencillez, donde realmente valía la pena observar y recorrer diferentes stands de diversas delegaciones del país.
Un último tema que quiero dejar en el tintero es el asunto de la inclusión. Aunque cada vez se amplía la oferta lectora, aún falta hacer accesible los libros y la FILBO a personas con diferentes limitantes, físicas y mentales. Es un tema que deberíamos empezar a revisar quienes estamos interesados en el mundo del libro.
Apuntaciones:
- No, ni todos los marchantes del 1 de mayo marcharon en favor del presidente Petro, ni todos los marchantes del 21 de abril son militantes del Centro democrático. Es tiempo de darnos cuenta de que los colombianos somos mucho más que petristas o uribistas.
- Estuve en el lanzamiento del último libro de Carolina Sanín, ya lo había citado en una columna anterior. Sin embargo, sigo recomendándolo, es una belleza que invita a imaginar y a meditar.
- Ya lo venía intuyendo, no estamos preparados para las lluvias, como tampoco lo estuvimos para la sequía. Ojalá algún día nos tomemos enserio la virtud de la prudencia y aprendamos a prever los desastres para mitigarlos de la mejor manera.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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