Por: Marco Aurelio Quiroga Velasco/ La producción poética debe ser el resultado de una larga lectura de textos acompañado de una meditación afín, que logre la distinción clara entre el aficionado y el profesional. O mejor entre quien o quienes ven en la poesía un arte y no un pasatiempo. Debe estar alejada entonces de la improvisación y la emoción.
En cuanto al lenguaje seria bien importante el tener sumo cuidado con la utilización de adjetivos en la creación poética, ya que la poca facultad para utilizarle puede generar un efecto contrario. Es decir, podemos estar colocando en el umbral a un enemigo de kilates como resulta ser la antítesis misma. Pound cita un ejemplo a lo largo de su obra que bien puede ilustrarnos “Nebuloso territorio de paz” nótese la absurda presencia de lo abstracto y lo concreto a la vez.
Otro elemento vital ha de ser el símbolo, como separador definitivo de la dicotomía planteada frente al papel de la inspiración y la imaginación en el oficio, la simbología se inclina por la imaginación. Dejando en claro el hecho de que la poesía se posibilita desde una posición individual del escritor para construir por medio de la palabra una simbología poética. Queda la decisión subjetiva u objetiva según se desee, pero con el riesgo histórico de permanecer en el descuido, el desorden, la cursilería y del sentimentalismo amanerado que representó el siglo XIX.
La ausencia de un credo poético, resulta imperdonable pero obvio, sí entramos a pensar que quienes osadamente se han “lanzado” al oficio de escribir poesía, lo han hecho ignorando que Maurice Hewlett y Manning fueron claros en considerar prudente el asumir antes que la escritura, la lectura de lo que es la poesía, su historia, el lenguaje, la rima y su vigencia, la cadencia y el divorcio con la música, la métrica o en últimas la consideración personal de Eliot frente al Re Vers Libre.
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*Abogado, sociólogo, profesor universitario