Por: Juvenal Bolívar/ Entre 1992 y 2018, Barrancabermeja ha tenido 12 alcaldes, ocho de ellos elegidos por voto popular y cuatro más han debido terminar dos mandatos luego que sus titulares fueran retirados por algún tipo de sanción.
Pero el balance es aún peor. De esos ocho mandatarios titulares, siete resultaron con sanciones disciplinarias, administrativas o fiscales y tres de ellos fueron sentenciados en procesos penales. Estas cifras permiten afirmar que el cargo de alcalde municipal no deja de ser de alto riesgo.
La lucha por la alcaldía del Puerto Petrolero se ha convertido en toda una batalla campal. La pugna es por el manejo de un presupuesto anual nada despreciable de casi $700 mil millones, los cuantiosos contratos que se pueden suscribir, el manejo de empresas de servicios como Aguas de Barrancabermeja y todo lo demás, que por encima y por debajo de la mesa de mueve en la administración pública.
Tener el control de toda esa plata, bien vale la pena correr el riesgo. Pero los alcaldes han cometido errores de cálculo, los mismos que han llevado a la ciudad a una total postración administrativa, social y económica.
Durante 20 años una fracción del liberalismo llamada Fila (Frente de Izquierda Liberal Autentico), promovida y dirigida por el hoy senador Horacio Serpa Uribe, mantuvo la hegemonía política en la ciudad. Puso alcaldes a dedo antes de 1988 y elegió dos por voto popular: Rafael Antonio Fernández Fernández (1988–1989), asesinado en un barrio popular y Jorge Eliecer Gómez Villamizar (1990-1991), quien alcanzó el cargo de Gobernador de Santander, Representante a la Cámara y Contralor de Bucaramanga en la actualidad.
Hasta ese entonces, el presupuesto de Barrancabermeja no era mayor a los 8 mil millones de pesos y para hacerlos rendir, los mandatarios tenían que hacer de tripas corazón. Entonces se crearon los programas de autoconstrucción, donde la comunidad con el apoyo de Ecopetrol y la alcaldía, avanzaban en obras de alcantarillado, agua potable y pavimentación.
Con la Constitución de 1991 nació la descentralización, con lo cual, los recursos provenientes de la Nación pasaban a ser manejados directamente por el Municipio. El Puerto pasó de los miserables $8 mil millones a 50 mil millones de pesos de presupuesto anual, una cifra que le abrió los ojos a muchos y convirtió el cargo de alcalde en un gran botín.
El deterioro político del Fila llevó a que desde el mismo seno de esa colectividad –quienes querían independizarse del yugo de Serpa- se crearan nuevas estructuras políticas. El ejemplo claro fue una agrupación llamada Fuerza Comunitaria, cuya base era del Fila, liderados por uno de los ‘consentidos’ de Serpa, precisamente el que le cargaba el maletín: Elkin David Bueno Altahona.
Con Elkin Bueno se inició un nuevo colectivo político, que pese a tener los recursos y las oportunidades necesarias, poco le aportó al progreso de la ciudad. Por el contrario, era el primero de los tres alcaldes elegidos popularmente que no terminaron su periodo de gobierno.
Bueno Altahona fue elegido para el periodo 1991-1994, pero investigaciones por contratación irregular llevaron a la Procuraduría a relevarlo del cargo un año antes. Crispiniano Herrera y luego Pedro Flórez Olivares, fueron quienes terminaron esa Administración.
Luego llega la era de Mario Evan Neme, elegido para el periodo 1995–1997. Su elección se dio gracias a la misma coalición de movimientos políticos en el poder. Aunque el mandatario local logró terminar su periodo, fue encontrado responsable penalmente por la ejecución del famoso contrato de construcción de la pista de bicicrós y debió pagar cárcel.
El populismo y la imagen del líder renovador, llevó por segunda ocasión a que los barranqueños eligieran a Elkin David Bueno Altahona. Ese periodo de gobierno (1998–2001) estuvo marcado por profundas críticas y denuncias por corrupción. Tiempo después, la Procuraduría los sancionó y lo inhabilitó, mientras que la Contraloría le impuso una millonaria multa.
Cansados de la ingobernabilidad generada alrededor de Bueno Altahona, fue elegido Julio Cesar Ardila Torres, quien había ocupado una curul de concejal y luego como Defensor Regional del Pueblo. Él logró una votación altísima, hasta ese momento considerada la mayor entre todos los alcaldes elegidos por voto popular. Ardila con su ‘carita feliz’, un logo que penetró la opinión pública, intentó hacer una administración cívica.
Pero su mandato se vio interrumpido tras el asesinato del locutor y opositor político Emeterio Rivas. La Fiscalía lo acusó de ser uno de los autores intelectuales del crimen, el cual fue materializado por los paramilitares que por esa época dominaban la zona. Oliva Olivella Guarín y luego Cristina Pérez Cañas, fueron designadas para terminar el periodo.
Tras cuatro intentos anteriores, llega al poder el arquitecto Edgard Cote Gravino (2004-2007) para liderar un gobierno ‘técnico’, que le apostó a los temas de urbanismo pero altamente impopular.
Aunque logró culminar su mandato, la Fiscalía lo investigó por sus nexos con las autodefensas, que al parecer fueron claves para lograr su elección. Su caso fue cerrado ante su fallecimiento, el cual se registró el 17 de marzo 2012 tras un accidente aéreo.
Otra sorprendente elección fue la del ingeniero Carlos Alberto Contreras López, un joven barranqueño que le ganó el pulso a la maquinaria política que encabezaba Bueno Altahona con su candidato Alfonso Eljach Manrique. Ese gobierno (2008-2011) no tuvo mayores contratiempos, aunque existieron algunas denuncias por temas de contratación, el mandatario terminó su periodo.
Pero en 2016 fue sentenciado a 60 meses de cárcel por los delitos de prevaricato y peculado, tras avalar unos viáticos que no superaron los 2 millones de pesos pero que fueron mal utilizados por una funcionaria de su gobierno.
Por tercera ocasión y tras cumplir con las sanciones impuestas, Elkin Bueno Altahona vuelve a ser elegido (2012–2015), bajo una manta de posibles nexos con grupos paramilitares. De los tres grandes megaproyectos que anunció en su programa de gobierno, no cumplió con ninguno.
Pese a que culminó su periodo, fue ordenada su captura por parte de la Fiscalía pero éste se dio a la fuga. Tiempo después el ente acusador echó para atrás la orden de captura pero el proceso por ‘parapolítica’ continua abierto.
El último alcalde elegido popularmente fue Darío Echeverri Serrano (2016–2019) quien hoy está en casa por cárcel tras un proceso penal por haber saboteado las elecciones de revocatoria en su contra. Además, fue salpicado por un caso de despojo de tierras donde fue vinculada su esposa y varios funcionaros de su Administración, escándalo que fue revelado por Corrillos!
Como se aprecia, el escenario político barranqueño ha estado atestado de ingobernabilidad, derivado de actos de corrupción, asesinatos y nexos con paramilitares, toda una novela de ficción que se hizo realidad en la tierra de mis amores.
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