Por: Diego Ruiz Thorrens/ Alguna vez escuché que Colombia era de un país vestido de rojo “Pasión”. No recuerdo si éste era el slogan de una campaña de Futbol, de turismo o de una marca de café. No recuerdo bien. Lo traigo a colación porque hace poco escuché que nuestro país era un increíble escenario representado por millones de colores, de estupendas y únicas tonalidades (dicho esto en comparación a decenas de países ubicados en otras latitudes), y que esos colores representaban a la perfección nuestra realidad, esa misma que nos hace creer que somos “el país más feliz del Mundo”.
Ese discurso de colores, de asignación de tonalidades para lograr una “mejor” comprensión del mundo, sirvió para que algunos sectores quisieran enseñarnos distintos tipos de mentiras, mentiras naturalizadas e interiorizadas en nuestra mente colectiva. Quizá, la más brutal y devastadora de ellas ha sido “los niños visten de azul y las niñas (deben) vestir de rosa/rosado”: En la antigüedad, el azul representaba lo inmortal, lo sagrado, la realeza, lo infinito. Algunos dicen que el azul también representa la madurez y la inteligencia. Por su parte, el rosado (se dice) ejemplifica lo femenino, lo sutil, lo cursi, el amor, la entrega total, abnegada.
En política también preexisten éstos colores, pero no son tan llamativos como quieren presentarlos. Los actuales sectores aliados al Gobierno Nacional se dedican a esparcir su más brutal y despiadado odio agotando los más brillantes y llamativos colores que nos identifican (el azul cielo de la Paz, el verde Esperanza, el amarillo de la reconciliación, de la Verdad), para dejarnos en un nuevo escenario, una nueva realidad, dónde los deprimentes matices de blancos se sumerge en escenarios bastante grises, acercándonos y hundiéndonos más y más a tonalidades cada vez más oscuras.
Quizá por ello, cuando nos damos cuenta que el agua moja, que nuestra realidad no está llena de binarismos, de unos y ceros, día y noche, o blanco y negro, el arcoíris se presenta ante estos sectores como una verdadera y potente amenaza. Como la “mejor” y más rentable de las amenazas.
Me explico: hace algunos días, el Senador cristiano Jhon Milton Rodríguez del partido Colombia Libres salió con una “urgente denuncia” dónde mencionaba la preocupante “inclusión” de las poblaciones LGBTI en uno de los capítulos del Plan Nacional de Desarrollo del actual mandatario. Llamó a ésta inclusión algo más peligroso que las (nunca existentes) “cartillas” de la ex ministra Parodi. En un vídeo publicado en su cuenta de Twitter, el senador decía que ésta inclusión ponía en verdadero riesgo los derechos de los niños, pero en especial, el de las familias, centro de la sociedad.
Nuevamente, utilizó la ya mentirosa “ideología de género” (que al igual que el “coco” asusta a los niños y sale únicamente cuando hay oscuridad, o para éste caso, sólo cuando hay campañas políticas que sospechosamente buscan votantes incautos o que salgan a votar “verracos”). El arcoíris que representa los sectores LGBTI, emerge para éstos partidos políticos cristianos recalcitrantes (en su mayoría, partidos de rígidas militancias con ilimitado poder económico) como el “nuevo” (o quizá antiguo y ya muy, muy conocido) enemigo al que se debe atacar y de paso, capturar miles de votantes.
Aquí es dónde me asalta la pregunta ¿A qué tipo de familia se refería el senador Rodríguez? ¿Quizá hablaba de aquella familia “ideal” que los sectores cristianos dicen defender, esa que no representa la mayoría de familias de nuestro país? ¿O quizá hablaba de esas familias dónde la Mujer no tiene voz ni representación, porque su “naturaleza”, al ser mujeres es servir, parir y morir, muchas de ellas en medio de la más cruenta violencia por parte de sus compañeros?
No, no es así senador. No podemos seguir pensando que el enemigo de la “familia” es la diversidad sexual, o creer que ser familia es un asunto exclusivo de heterosexuales. Es hora de comprender que las poblaciones LGBTI no son el Caballito de Troya que viene a destruir a la sociedad, sino su visión desprendida de realidad a la que al parecer usted y los suyos (políticos cristianos) quieren sumergirse y de paso, sumergirnos.
Al país y al senador (y pastor) Rodríguez quisiera también decirles que al negar la diversidad sexual, a las poblaciones LGBTI, están demostrando que la Fe que tanto defienden en sus discursos deja de ser un asunto de Dios para transformarse es un sentimiento de lo más banal y mundano, que suena bello en la retórica política pero que solo sirve para conseguir las más egoístas y míseras metas en nombre de lo que ustedes comprenden como “lo correcto”. Con su presión para lograr eliminar a las poblaciones LGBTI del Plan Nacional de Desarrollo logró herir de muerte, no sólo a las Poblaciones LGBTI sino también a la dignidad de miles de personas en nuestro país, dejándolas desamparadas, pasando por encima incluso de los compromisos internacionales que tiene nuestra nación ante la garantía de protección en Derechos de las misma.
Esto debe cambiar. Es hora que el país abrace toda diversidad, y al alcanzarlo, dejar que el arcoíris nos cobije a todos y cada uno de nosotros. Mi más sincero deseo es que podamos recordar que aquí el enemigo no es lo que comprendemos como lo diverso, lo diferente, aquello que no queremos reconocer. Nuestros enemigos son aquellos que nos susurran al odio (a veces hasta nos gritan) con mentiras para dividirnos y así obtener lo que ellos quieren, utilizando así sea necesario, el nombre de la familia Colombiana.
Twitter: @Diego10T