Por: Yamil Cure Ruiz/ Vuelve el encuestador. Después de escribir durante medio año exclusivamente del Covid, muere el estadígrafo y revive el encuestador, “lo importante no es la gestión si no el resultado”. Con el Covid me cansé de acertar, pero pocos me aceptaron; vuelve el encuestador que es el que la mayoría acepta en mi vida profesional.
El sistema electoral de Estados Unidos es tan singular y tan complejo como ningún otro en el mundo, lo que implica que jamás se podrán establecer tendencias que permitan avizorar un ganador de manera anticipada por medio de encuestas o sondeos de opinión.
En amplia medida, esta excepcionalidad responde a una historia institucional y constitucional sin rupturas desde que se colocaron los cimientos del sistema político a fines del siglo XVIII.
Las reglas de juego se han mantenido, a pesar de la desaparición de las causas que las originaron, la profunda transformación del país y el colapso de dos sistemas de varios partidos antes que el bipartidismo demócrata-republicano se consolidase en vísperas de la guerra civil.
Desde esa época, Estados Unidos ha celebrado elecciones presidenciales cada cuatro años de forma ininterrumpida (el único país que ostenta una regularidad similar es el Reino Unido). La originalidad del sistema concierne los componentes políticos, así como la organización electoral.
El aspecto político más singular es la elección presidencial indirecta y con un cómputo de votos que se efectúa Estado por Estado. Hoy, la forma común en los sistemas presidenciales es la elección directa en una circunscripción nacional única.
Por ejemplo, en Colombia hay un censo electoral nacional y una inscripción de cedulas y el que gana las elecciones a dos vueltas es el que obtenga la mayoría simple en la segunda y la mitad más uno en la primera. Es decir, gana quien más votos tenga.
La organización de las elecciones en EE.UU. en la mayoría de los casos gana el que menos votos saca, pero el que gana los Estados con mayor número de colegiaturas; Adams fue presidente pero perdió en el voto popular contra Jackson en 1824; lo mismo pasó cuando Hayes le ganó la presidencia a Tilden en1 876; Harrison fue presidente perdiendo por muchos votos ante al aspirante a ser reelecto Cleveland en 1888 y podría seguir con la historia de esto.
Para ser más contemporáneos con elecciones que nos han tocado vivir, Bill Clinton en 1992 perdió el voto popular y fue presidente: George W. Bush contra Gore en el 2000 y el actual presidente Trump que le gano a la “cachoniada” esposa de Bill, Hillary en 2016, perdiendo por muchos votos nominales o populares.
Esto es original y no ocurre en otra parte del mundo por su alto grado de descentralización. El nivel federal, tanto en el plano de la legislación como de las instituciones, es débil frente al estatal, que es donde se administra y gestiona la elección.
La consecuencia es la casi inexistencia de reglas nacionales y un gran mosaico de legislaciones y de prácticas estatales para el registro de electores, de candidatos, de procedimientos de votación, así como de jurisdicción.
Para poder definir un ganador en las elecciones presidenciales en EE.UU., no se puede a través de encuestas, sino a través de un modelo matemático alimentado por encuestas que resuelven las variables de tres ecuaciones.
La primera ecuación a resolver es disparidad de los electores que es un número de colegiados por Estado que suman 538 (100 senadores + 435 congresistas + 3 delegados de Washington DC); y se necesitan 270 delegados para ganar la presidencia.
El primer vector se define cuántos delegados por estados son. Y es despejar una ecuación lineal entre la densidad poblacional, la cantidad de aportes al PIB de la reserva federal por estado y un número aleatorio que sale de lo CFE (Comisión Federal Electoral); aprobado por la suprema corte de ese estado de acuerdo a una jurisprudencia que interpreta la constitución particular de ese ente territorial.
Esta ecuación a hoy, al resolverla, da los siguientes números: California 55 delegados siendo el estado que quien lo gane no necesitará ganar en otros 27 estados, porque la suma de los delegados de estos de manera conjunta no alcanza a ser lo que representa el estado más rico de la unión ubicado en el sur de costa oeste de EE.UU., de seguido están Texas (34), Nueva York (29) y Florida (27).
Imagínese, cuatro estados representan el 29.6% de los delegados y si fuera por voto popular quitando votos nulos y blancos un país que elige por mayoría simple con 4 candidatos el que obtendría este porcentaje sería presidente.
La segunda ecuación a resolver por parte de un analista político son las 17 formas combinadas de alcanzar las sumatoria de los 270 delegados mínimos para ser presidente. Y de acuerdo a esto plantear una estrategia de campaña; que se encamina a lograr cada una de las combinaciones matemáticas en vez de ganar el favor electoral del pueblo.
Esta es una ecuación cuadrática que siempre está compuesta por un estado dominante, que tenga más de 20 delegados (6); los estados deliberantes los que están con más de 10 delegados (11) y los estados recesivos los que tienen menos de 10 (33).
Por último, habría que resolver la ecuación de segmentos por estado porque en EE.UU. la gente vota en bloque alineado no por preferencia electoral como en los países democráticos que conocemos.
Un afroamericano de Alabama vota muy diferente un afroamericano de New York y dentro de Nueva York, un afroamericano de Queens vota muy diferente al de Brooklyn y así estado por estado.
El ejemplo más típico es que le que dio la presidencia a Trump, pues el Estado de la Florida fue el que le permitió con la combinación matemática 11 ganar a pesar de perder en voto popular o nominal, porque los latinos de la Florida mayoritariamente cubanos y sudamericanos estaban a favor del muro en frontera mexicana.
Mientras el mismo Trump perdió en California donde los latinos son principalmente mexicanos, lógico estaban en contra del muro. Por la cantidad de voto latino Trump perdió, pero por voto colegial latino estratégico dentro del mapa de delegados ganó.
Según las encuestas cualitativas, lo que le pasó al afroamericano George Floyd fue favorable para Trump en los afrodescendientes de los Estados del centro del país, pero muy desfavorable en los Estados de las costas de la unión americana.
Luego un político con aspiraciones presidenciales en EE.UU., no tiene que ser popular en la masa si no en el segmento y gana así pierda el voto popular.
En resumen, no existe encuesta de afijación proporcional que pueda definir quién puede ganar las elecciones del próximo 3 de noviembre. No es posible que exista analista político que pueda interpretar la maraña de probabilidades estadísticas y solo hay voceros por segmento o speakers como le dicen ellos.
Un analista político que diga que está en contra de Trump por A o B puede estar ayudando al posicionamiento en el voto estratégico en las combinaciones estatales que dan los 270 delegados donde A o B son populares y no necesariamente mayoritarias.
Una elección de EE.UU., analizadas de verdad con objetividad parece más un partido de NFL, donde el campo de juego es mapa del país y zonas de anotación son las costas donde están los estados dominantes en números de delegados.
Existen 4 estrategias que hacen los estrategas y las firmas de marketing político en Estados Unidos para ganar las elecciones presidenciales, de las cuales ya hemos importado con excelentes resultados algunas para nuestro propio proceso electoral, y tal vez dedicaré otros artículos para que se puedan apreciar cómo se ejecutan a la colombiana.
Estas estrategias de comunicación estratégica electoral llevan el mismo nombre que las jugadas ejecutadas por el mariscal de campo y los line backer de este juego.
Pantalla Reversible: Es utilizar eventos o temas ya sea A o B, que está en mi contra para victimizarme porque el emisor es un opositor o tiene bastante voto anti en determinado segmento. El opositor me pone votos y a veces más votos que el aliado que me resta.
Posición E: Es trabajar con los paretos electorales y las bisagras, es hacer un ejercicio de sumatorias por geografía y demografía con los temas o eventos A o B. Por ejemplo, esta estrategia fue la que se implementó en Colombia en 2018, lógico a la “colombianada”; Duque ganó en provincia, perdió en las capitales, pero en la sumatoria ganó.
Posición I: Es trabajar los temas sensibles a todos con piezas publicitarias de trabajo estratégico, muchas veces con publicidad negra o emotiva, como decir que la vacunas contra el Covid están listas para conseguir multiplicar votos transferibles por intereses de nicho. Una “colombianada” de esta estrategia, fue en las elecciones a alcaldía de Bucaramanga, la carta cheque de hogares felices de cierto candidato.
Y todavía los politólogos dicen que la política es la suma de elementos antropológicos sociales y económicos. Pues sí, la política tal vez. Pero el poder político es de quien gana las elecciones y las elecciones se ganan no con ideas si no con puro marketing estratégico aplicado a la política.
Y como se gana de esta manera -dicen (los politólogos)- que el pueblo es ignorante, pues no, las naciones más poderosas del planeta donde se hacen elecciones ya las aplican desde hace rato, las tendencias en las encuestas cualitativas y es por eso que tengo trabajo.
Y no es que el pueblo sea ignorante, es que el colectivo es muy emocional y se vota por emociones no por razones políticas.
Halfback: Se aplica a temas, personas o tendencias. Cuando se aplica personas la conocemos más como la liebre o la operación avispa por estos lares. Pero aplicarla a temas como George Floyd, coronavirus, etc.; es mucho más complejo: Por mayoría simple hay más odio racial en la cantidad de votantes americanos que apoyadores a los afrodescendientes.
Luego hay mucho anglosajón y ario que va votar por que sigan dejando el porte armas y siga la segregación policial a la gente de color.
Y no hablo de lo que piensa la mayoría gringa sobre el coronavirus, pues prometí no escribir más sobre el tema. Solo diré que varios Estados están a favor de la IR y que se debe programar el contagio para terminar rápido con la emergencia sanitaria y que muera el que tenga que morir que sería un héroe.
Para terminar el dictamen del encuestador Yamil Cure: a hoy 27 de septiembre, Biden tiene 9 combinaciones estatales que suman 270 delegados sobre 6 de Trump y hay 2 en empates de las 17 combinaciones posibles descritas.
Porque la elección americana no se gana por porcentaje de votos si no por combinaciones matemáticas de un modelo de sumatorias de delegados por estado para conseguir mínimo 270.
Si Trump logra resolver las 2 combinaciones que están empatadas a su favor, quedaría 9 a 8 un empate técnico muy complejo de resolver, ni por una ecuación de 4M; tocaría adivinar.
Lo único es que Trump pierde ya el voto popular, es decir, la mayoría va votar por Biden, pero puede ser reelecto porque en EE.UU. no se define por el que más votos tenga si no por la mejor estrategia en el manejo combinado de la sumatoria de los delegados estatales haga.
Como ha ocurrido la mayoría de las veces, gana no el de más votos si no el que mejor los distribuyó y consiguió los 270 delegados.
Lo que inclina la balanza en las encuestas a favor de Biden o Trump son los debates televisados que comienzan este martes en Ohio. Como ven, todo como en Hollywood, muy emocional, el más chistoso, el mejor percibido gana, cero ideas, todo un show y marketing previo.
Ya son 15 días menos para mí, paciencia detractores, gracias por leerme.
Bendiciones.
*Encuestador, docente y consultor.
Twitter: @yamilcureruiz