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Lectura: Milagro de Dios, vencí el coronavirus
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Opinión

Milagro de Dios, vencí el coronavirus

CORRILLOS
Última actualización: 2020/08/06 at 1:29 AM
CORRILLOS hace 5 años
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Por: Gustavo Herrera Acelas/ El viernes 10 de julio siendo las 7:00 p.m., empecé a sentirme con una gripa fuerte, después de una jornada de trabajo muy extenuante y me dirijo a la droguería en la esquina de mi galería en el barrio San Alonso de Bucaramanga; allá me dijeron que era una amigdalitis, me recetaron un yodo para hacer gárgaras y unos antibióticos en pastillas y con eso era suficiente.

Al siguiente día la virosis seguía, pensé que era por los cambios bruscos de clima en esa semana, sin embargo, estaba relativamente cerca del HUS, eran aproximadamente las 9:00 p.m. y la fiebre era cada vez más fuerte, sentía que quemaba mi cuerpo y decido ir a que me revisaran en urgencias.

El vigilante del parqueadero me tomó la temperatura y tenía 39.5 grados, es decir, a punto de convulsionar. Decido acercarme a las carpas de urgencias de coronavirus, allá me recibieron un médico y dos enfermeras, me tomaron la temperatura y efectivamente tenía 39.5 grados, me manifestaron que no eran competentes para realizar la prueba ya que se había definido solo era competente el hospital de Floridablanca para prestar ese servicio de segundo nivel.

Me dirijo a más de 100 km/h, en el puente de Fátima hasta el hospital de Floridablanca llovió a cántaros y no hubo ni una sola luz de alumbrado público encendida, llego al hospital de Floridablanca aproximadamente a las 10:00 p.m., en la vitrina había un enfermero y dos enfermeras y me manifestaron que no era ahí, que era en la Clínica Guane. Al darme cuenta que me estaban haciendo el paseo de la muerte me boto al suelo y el país del sagrado corazón de Jesús decido transgredir el ordenamiento jurídico en especial el conflicto de intereses y hacer una llamada a una persona muy influyente del departamento. Estos funcionarios al darse cuenta de con quien estaba hablando de forma mágica en milisegundos sacaron una silla de ruedas y me entraron, allá me sacaron cuatro tubos grandes de sangre, prueba de orina, esputo y pajilla del coronavirus. Me tuvieron en observación y a las 3:30 a.m. me dijeron que tenía que comprar loratadina, acetaminofén y amoxicilina. Me dijeron, tranquilo que en 4 días me llamaban al celular y me daban los resultados de la prueba. 

El domingo muy temprano compré lo recetado, pero todo el día siguieron los mismos síntomas, siendo las 5:00 de la tarde, en un taxi con un amigo, decido ir a Hospital Universitario de Santander, allá me desmayé en la entrada por falta de aire, me recogieron unos policías y me llevaron a las carpas de coronavirus, allá volvieron a tomarme la presión arterial y la fiebre la tenía nuevamente en 39,5, entonces deciden ponerme suero de manera intravenosa con antibiótico. Esa noche no dormí y llovía a cántaros, seguía en una carpa muy básica.

El lunes me atiende un médico en horas de la mañana y me dice que hay dos opciones, una, que me pongan oxígeno y esperar mejorar poco a poco y otra era internarme en una UCI y entubarme porque me veía muy grave. Yo le respondí que hiciera lo humanamente posible y que firmara lo que tuviera que firmar.

Lo único que recuerdo de ahí en adelante fue que me metieron en un tomógrafo para escanearme el cuerpo completo, una radiografía de mis pulmones y pare de contar. Cuatro días después (según me contó el médico) desperté de un coma inducido con un dolor intenso, el oxígeno que estaba a una velocidad de 2 que es lo máximo, sentía que entraba muy poco a mis pulmones y me sentía morir. Miro mis piernas y en cada una de ellas había cuatro cánulas que atravesaban sobre la arteria femoral, es decir, 8 en total, cada una de ellas con destroza y antibiótico, en mi pecho tenía una cicatriz al lado izquierdo larga, una sonda urinaria y cinco electrodos conectados a una máquina electrónica que no paraba de sonar. Recuerdo que duré  tres días sin dormir con mi mano derecha automasajeando el corazón porque sentía mucha taquicardia y sentía que iba a tener un paro cardiorrespiratorio.

Quiero dar profundas gracias a la doctora Yakeline a quien conocí hace 20 años como odontóloga del centro de salud que para mi sorpresa ya no ejercía como odontóloga sino como enfermera jefa quien todo el tiempo estuvo pendiente de mí.

Cinco días después me encontraba muy mal, sentía que no tenía fuerzas cuando me encuentro con el doctor «Fernando» a quién hacía tres meses le había dictado clases personalizadas de óleo y acrílicos en su hogar junto con su esposa quien hace 15 años estudió conmigo economía solidaria y políticas públicas en la UCC. Según hablamos en las clases, él me manifestó que era ingeniero pensionado de Ecopetrol y para mi sorpresa me lo encuentro con una bata de anestesiólogo quien al verme se sorprendió, me dijo «¿Gustavo qué haces ahí?», yo le manifesté lo que estaba sintiendo y que me encontraba sin fuerzas de seguir. Me manifestó, tranquilo, ya regresaba.

A las pocas horas regresó con una camilla, una bala de oxígeno portátil, un frasco de vidrio con color chocolate de marca americana, un frasco de vidrio con oxígeno líquido y otro frasco líquido y no sé qué contenía, también americano. Al siguiente día ya estaba más estabilizado.

Es muy frustrante estar en una cama solo sofocándose cada vez que respira, con los labios destrozados, con la laringe completamente pelada, cada vez que pasaba saliva era como si un cepillo de acero pasara, pero la oración me fortaleció mucho.

Quiero compartir con ustedes el sueño que tuve mientras estuve en coma inducido y que ha cambiado mi vida. Las primeras imágenes fueron ver a todos mis familiares que están en vida y mis mejores amigos danzando y aplaudiendo en una paz y una tranquilidad jamás sentida en mi vida, ese sueño duró horas en unos paisajes hermosos, posteriormente la misma escena, pero con todos mis familiares fallecidos quienes estaban maravillados de verme en una plenitud y un gozo jamás vivido. En ese momento se nubló todo y apareció un animal parecido a una hormiga culona gigante con muchos tentáculos de color negro rojizo que notaba babas y me hablaba horrible.

En cuestión de minutos, con sus patas me envolvió totalmente en hilos y me asfixió. Ese momento tan desagradable veo un caballo percherón con corazas plateadas que lo cabalgaba una persona muy parecida al Jesús que conocemos con rasgos más arameos vestido de una bata violeta con dorado, mucho más acuerpado que el que hemos visto, de una medida aproximada 1,90 m.

A su lado iba un caballo blanco con corazas doradas cabalgado por mamá María quien vestía un traje blanco con dorados. Él inspiraba mucha autoridad y respeto, ella en cambio mucha sensibilidad y solidaridad; acompañados de ángeles con trompetas, el arcángel San Miguel iba encabezando la tropa, muy parecido al que siempre he pintado, a su lado el arcángel San Gabriel y otro arcángel quienes se encargaron de sacar corriendo innombrable con lanzas y flechas. Jesús me habló y me dijo que lo único que quería era que fuera testimonio de él y que regresara a casa, que me había dado muchos talentos y dones y quería que los pusiera en servicio de la sociedad, que decidiera estar con él, no recuerdo más.

Pasaron unos días no sé cuántos, desperté totalmente envuelto en escarcha dorada, hubiera querido tener un celular en ese momento, pero desafortunadamente mi celular fue hurtado a pocas horas de haber ingresado al hospital, pero lo recuerdo y lo tengo muy claro. Posteriormente fui evolucionando de forma vertiginosa, el médico que me operó fue un muchacho de unos 25 años, me visitó y me dijo que había sido una de las intervenciones más complicadas de su carrera galena. Que científicamente no sabía cómo sustentar mi sorprendente evolución, sin embargo en esos días perdí 11 kg de peso, duré muchos días llorando de alegría y gozo de ver como mi cuerpo se iba transformando, en lo que estuve consciente recibí más de cien chuzadas de jeringa con tubos de ensayo para hacer revisión a mi sangre, introdujeron más de 60 jeringas con antibióticos aparte de las que iban incluidas en las bolsas de dextrosa.

Quiero agradecer profundamente a las manifestaciones de apoyo y solidaridad, sobretodo la cadena de oración de mis compañeros hermanos de Emaús, principalmente a la parroquia divino niño, a la comunidad Cañaveral, al padre Alejo Mantilla quien diariamente en la homilía virtual me nombraba, al padre de la parroquia San Roque quien de igual forma todos los días me nombraba en la misa, a los diferentes grupos de WhatsApp religiosos y de gremios, a mi familia por todo su apoyo, a mis amigos, a la princesa Sofía por ese cariño tan especial, en fin, a cada una de las personas que se sorprenden cuando saben que estoy sano a los anónimos que me refrendaron una oración sin conocerme.

Quiero decirles sincerarme que cuando iba a misa lo hacía más por un ritual social que por una fe verdadera, hoy quiero decirles mi fe es impoluta y sincera, que Jesús realmente existe, que su palabra es verdadera y que me declaro testimonio fiel de su doctrina. 

En estos momentos estoy en un apartamento confinado en compañía de mi hijo Iván Camilo, muy cómodo y agradable que papito Dios amablemente me ha regalado por este mes de terminar mi recuperación.

Quiero terminar con la frase “quédate en casa” por favor, el coronavirus es una amenaza mundial que si tu organismo no está preparado te mata en solo días. Solo por dar un ejemplo, el día que salí, 3 de agosto a las 2:40 a.m. dejó de existir a escasos metros míos un adulto mayor, ayer murieron 300 compatriotas colombianos y 200 santandereanos, acabamos de ser declarados alerta roja.

Dios te ama y es misericordioso y lo que no nos mata nos fortalece. Mil gracias.

Posdata: La prueba de supuestamente 4 días me llegó el 2 de agosto, un día antes de darme de alta, diciéndome que efectivamente soy Covid positivo.

Móvil: 322 352 9320

Correo: gustavoherrera0211@gmail.com

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