Por: Manuel Fernando Silva Tarazona/ Aunque la narrativa occidental insiste en que EEUU tiene la ventaja, la realidad global dice otra cosa: China está ganando.
China, el nuevo jefe del barrio
Hace unos años, era impensable que un país comunista, con un sistema autoritario y sin «libertades» al estilo occidental, se convirtiera en potencia económica. Pero lo logró.
Hoy, China es el mayor socio comercial de más de 120 países. Produce el 28% de todo lo que se fabrica en el mundo, lidera en infraestructura, tecnología 5G, inteligencia artificial y comercio electrónico. Empresas como Huawei, Alibaba, TikTok y BYD ya compiten (y superan) a sus equivalentes gringos.
Mientras EEUU impone sanciones, China construye puentes, trenes, puertos y carreteras en África, Asia, Europa del Este y, sí, también en América Latina. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (la famosa «Nueva Ruta de la Seda») no solo es un proyecto de infraestructura: es una estrategia para conquistar el mundo sin disparar un solo tiro.
¿Y Estados Unidos?
EEUU sigue siendo una potencia, claro. Pero está cansado, dividido y atrapado en su propio juego de poder. En lugar de reinventarse, intenta frenar a China con bloqueos, sanciones y miedo.
Mientras tanto, su economía pierde fuerza, su deuda externa se dispara y su imagen global se erosiona. Muchos de sus aliados históricos ya no confían en él como antes.
Y lo más grave: la guerra comercial no solo no frenó a China, sino que empujó a muchos países a acercarse más al gigante asiático.
¿Dónde queda América Latina en todo esto?
Aquí es donde entramos nosotros. América Latina ha sido, históricamente, el patio trasero de Estados Unidos. Desde el Plan Cóndor hasta los TLCs, pasando por el dólar como moneda sagrada, hemos dependido de Washington para casi todo.
Y cuando China entró al juego, simplemente cambiamos de amo: empezamos a venderle materias primas al dragón asiático, a pedirle préstamos, a dejar que nos construya carreteras y puertos a cambio de compromisos a largo plazo.
Hoy, América Latina está atrapada entre dos imperios que no nos ven como iguales, sino como recursos.
¿Y si empezamos a pensar en nosotros mismos?
La pregunta incómoda es esta: ¿por qué seguimos dependiendo de potencias externas? ¿Por qué siempre jugamos el papel de “el que provee” y nunca de “el que lidera”?
Latinoamérica tiene todo para ser autosostenible:
– Riqueza natural inmensa: agua, minerales, biodiversidad, tierras fértiles.
– Talento humano increíble: científicos, desarrolladores, creativos, emprendedores.
– Ubicación estratégica: entre dos océanos, conectados al mundo.
– Producción agrícola brutal: podríamos alimentar al planeta.
Pero en lugar de integrarnos, cooperar y construir un bloque regional fuerte, seguimos mirando hacia el norte o hacia el este esperando aprobación, inversión o salvación.
La oportunidad está en dejar de ser peones
La guerra comercial entre EEUU y China no es nuestra. Pero sí nos afecta. Nos convierte en terreno de disputa, nos usa como fichas.
Ya es hora de romper ese juego. ¿Cómo?
1- Integración real latinoamericana: comercio entre nosotros, infraestructura común, defensa conjunta de nuestros intereses.
2- Educación e innovación: invertir en ciencia, tecnología y educación pública de calidad. Crear, no solo extraer.
3- Política exterior independiente: ni con el norte ni con el este. Con nosotros mismos, pensando en el bienestar común.
4- Transición energética y sostenible: dejar de vender recursos brutos y empezar a transformarlos aquí, sin destruir el planeta.
¿Idealista? Tal vez. ¿Necesario? Sin duda
Porque si no construimos nuestro camino, siempre seremos territorio de conquista. Y lo peor es que ni siquiera con armas: con contratos, préstamos, tratados y acuerdos que nos amarran por décadas.
El futuro no está en seguir eligiendo entre China o Estados Unidos. El futuro está en dejar de depender y empezar a liderar.
Y para eso necesitamos políticos con visión, jóvenes que exijan otra ruta, pueblos que no se traguen el cuento del “progreso” a cambio de minería, deuda o pobreza maquillada.
América Latina no está condenada a ser espectadora. Pero sí está condenada si sigue actuando como una.
Porque mientras China y EEUU se pelean por el mundo, nosotros todavía tenemos que decidir si queremos seguir vendiendo nuestras riquezas… o empezar a usarlas para construir nuestro propio destino.
…
*Estudiante
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