Por: Libardo Riaño Castro/ A diario, cuando abrimos Facebook, Twitter, Instagram, y el recién llegado Threads, nos encontramos con una estrepitosa avalancha de odios entre los partidarios de la derecha y de la izquierda, enfrentados frenéticamente, en una marejada de improperios e insultos a granel, lo que convierte a las redes sociales; en el nuevo escenario de destilación de odios entre los colombianos.
Esto en realidad, no es motivo de orgullo; aunque algunos dirán que no hace daño, y que hay que defender sus ideologías políticas, frente a sus adversarios y contradictores. Pero lo cierto, es que, este fenómeno de incongruencias en vez de causar un sano debate, lo que provoca es un caos informativo, que no da razón a la verdad, y que por el contrario, desencadena un cúmulo de odios, que es aprovechado por los políticos de turno, que buscan pescar en el “rio revuelto del caos nacional”, para sacar provecho, como algunos lo están haciendo frente al actual gobierno; buscando generar una desestabilización del país, de cara a las elecciones presidenciales del 2026.
Pero esta, es una nueva versión de los odios heredados que llevamos al hombro los colombianos; y que, lastimosamente se nos han convertido en una penosa cruz, que tenemos que cargar por el calvario de nuestra historia republicana. Si echamos un vistazo a nuestro pasado, notaremos que en desde los comienzos de nuestra patria, cuando nacimos como país independiente, también lo hicimos, con nuestras diferencias; lo que llevo a que se desencadenaran nueve guerras civiles en el siglo XIX, entre liberales y conservadores, y cuyo mayor pináculo fue la Guerra de los Mil días, que produjo mas de 100.000 víctimas mortales, dejando al país bañado en sangre, con las arcas rotas, y perdiendo a Panamá; pero quizá la mas estruendosa consecuencia, fue la gran infesta de odios entre los antiguos contendientes del bipartidismo, que solo saldarían sus diferencias, gracias a la creación del frente nacional; que para muchos académicos, no fue la solución definitiva, sino por el contrario fue un remedio peor que la enfermedad.
Luego de esta macabra guerra civil, comenzaron a gobernar los conservadores, con el recordado quinquenio de Rafael Reyes, pero no acotaré sobre su gestión, sino me enfocaré en el gobierno de Carlos Eugenio Restrepo, que también era conservador, pero que, al contrario, no gobernó bajo la tutela de su ideología, sino que llamo a su gobierno “el gobierno de la unión republicana”, tratando de poner fin a las discrepancias entre los liberales y los conservadores, que habían sido las causantes de las continuas guerras de antaño, incluida la epopéyica guerra de los mil días. Pero sus contradictores, le increparon y llamaron a su gobierno como: “incoloro, insípido e inocuo” pues pretendía hacer política, sin ideas políticas y convertirse en la “opción civilizada”, sin tener en cuenta la barbarie liberal y conservadora.
Pero pese a su exacerbado rechazo por las mayorías conservadoras e incluso liberales, Restrepo fue un adalid, de un eclecticismo poco usual en Colombia, y en su discurso de salida, dejo para nuestra historia, una disertación ejemplificante, de lo que debe ser éticamente un buen político:
“Si ningún partido ha encontrado en mí el fiel intérprete de sus odios, de sus amores o de sus intereses, es porque he presidido un gobierno colombiano. Al ser presidente de cualquier facción me hubiera ganado el sufragio incondicional de medio país; pero el otro medio, y sobre todo mi conciencia, me hubieran negado el suyo”.
Gobernó, para ambos bandos, intentando ser un progresista disipador de los viejos odios, pero esto nunca lo alcanzó, pues al dejar su cargo, en 1914, en ese mismo año, en el mes de octubre, fue asesinado el General Liberal Rafael Uribe Uribe, bajo los golpes mortíferos de un par de hachas, empuñadas por dos artesanos desempleados, en las escaleras del capitolio nacional. Este asesinato a la postre se convirtió en el primer magnicidio del siglo XX colombiano; y el primero, de un eslabón macabro que ha plagado de sangre nuestra amada patria, en una guerra sin cuartel, que ha tenido diferentes móviles, contextos y pretextos, pero que al final, ha perpetuado la mas cruel de las historias que ha podido llevar un país a cuestas; la estela de odios entre sus dirigentes, debido a la carrera por sustentar el poder, a toda costa, sin importarles las consecuencias, que esta lucha ha traído sobre los colombianos.
El asesinato del general Rafael Uribe Uribe, nunca fue aclarado, quedo archivado como una anécdota para la historia, pero jamás se indago sobre sus autores intelectuales; si fue asesinado interinamente por los liberales, o por sus contradictores conservadores, o en ocasión sus ideas socialistas, pues se sabe que pretendió importarlas de Europa, inculcando a los liberales, el llamado “socialismo de Estado” que ya hacia transito en el viejo continente; o quizás los autores materiales: Leovigildo Galarza Barragán y Jesús Carvajal Muñoz, actuaron por su cuenta, y como a la postre, lo conjuro la historia oficial, lo hicieron porque consideraban a Uribe el responsable del desempleo de los artesanos de Bogotá.
Pero lo curioso de este caso, y de otros actos violentos de la época, es que el propio Carlos Eugenio Restrepo, desde su gobierno había llamado: “los viejos y queridos odios” refiriéndose a la rencilla entre los partidos políticos tradicionales, que heredaron a su descendencia, en una ola que inundo al país, iniciando por la Hegemonía Conservadora, pasando por la Republica Liberal, y cuyo culmen fue el Bogotazo en 1948, cuando también fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán, en otro crimen similar al del General Uribe Uribe; por cierto, curiosamente, tampoco sin resolver; aunque la versión oficial, diga lo contrario.
Este rio de odios infundados y heredados, se nutrió luego de las guerrillas comunistas de los sesentas; por el narcotráfico en los ochentas; por el paramilitarismo en los noventas; y ahora en los albores del siglo XXI, por la polarización existente entre la derecha y la izquierda; que cada vez, permea mas a los colombianos, haciéndonos enemigos de nosotros mismos, dividiéndonos como nación, perpetuando nuevamente los “viejos y queridos odios”; ahora en una versión mas virtual, pero, que al igual termina por asesinar a lideres sociales, defensores de los derechos humanos, partidarios de la paz, gestores de convivencia, ambientalistas y las minorías.
¿A dónde nos va a llevar nuestros viejos y queridos odios? Nuestro país se debate, por el desgobierno en el que vivimos; pero no es que en la suma de todos nuestros miedos, haya confluido en el gobierno de Gustavo Petro, pues el desgobierno, viene de tiempo atrás, solo basta, con escudriñar nuestra historia, para darnos cuenta, que ningún gobierno, la logrado salir aséptico, e invicto de la corrupción, del despilfarro, de los escándalos y de malas actuaciones; nuestra historia está plagada de malas administraciones y de políticos corruptos; tanto en el pasado, como en el presente; es lo mismo.
Si no buscamos, de nuevo un gobierno de unión republicana, como lo hizo en su momento Carlos Eugenio Restrepo, si no retomamos sus banderas, en un plan de políticas de centro; bajo la lupa acérrima de un eclecticismo, conducente a integrar lo bueno; tanto del capitalismo, como del socialismo, nunca lograremos salir del bucle de odios, a los que esta estúpida guerra política, nos ha sometido como nación; los colombianos, no debemos repetir la historia como un círculo vicioso, es la hora para los nuevos liderazgos, para las nuevas hordas de jóvenes, que piensen el país de forma diferente, para construir entre todos, el país que soñamos; es el momento para aprender de los errores, que nos muestra nuestra historia y no continuar repitiéndola; es el momento de escribir nuestra nueva historia, lejos de los sectarismos a los que nos quieren llevar los extremos de la derecha y de la izquierda.
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*Docente, Comunicador Social, Especialista en Desarrollo Integral de Infancia y Adolescencia, Historiador.
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