Otra década de utopías

Por: Ruby Stella Morales Sierra/ Se acaba el mes de diciembre, el año y otra década de distopías de todo tipo. Distopía como sentido contrario a la utopía, es decir al querer y deber ser para la buena vida. Por eso, con entusiasmo le damos la bienvenida a otra década de utopías para el bien y preservación de la vida y de la sociedad humana.

Por ahora, como reflexión, hay que reconocer que tenía razón el filósofo alemán Erich Fromm, quien describió en su psicoanálisis de la sociedad, la insania mental como el origen de muchos males, como individuos y como sociedad. Estudió el estado de salud mental del ser contemporáneo a partir de las influencias de la naturaleza humana desde los modos de producción y de la organización social y política.

Hoy estamos todos a prueba de mantenernos física y mentalmente saludables, con el reto desigual y terrible que nos exige cuidarnos para poder sobrevivir en este dilema injusto del sálvese quien pueda, en medio de múltiples adversidades.

Según la Universidad Johns Hopkins, desde el inicio de la pandemia se han registrado 80.4 millones casos de Covid-19, 1.7 millones de muertes y 45.4 millones de personas recuperadas, en cifras de ayer domingo, 27 de diciembre.

La UE tiene contratadas 1.200 millones de dosis con seis farmacéuticas. La OMS: “La historia nos dice que esta no será la última pandemia. Las epidemias son un hecho en la vida”.

El total de casos de coronavirus desde que el virus llegó a Colombia entre febrero y marzo de 2020 es de 1.594.497. Respecto a muertes, 42.171 colombianos perdieron la vida por el Covid-19. Los pacientes recuperados a la fecha llegan a 1.455.975. En este momento hay 92.091 casos activos en el país. (Ver)

Sin embargo, un segmento de la sociedad no logra descartar todas las dudas que han surgido sobre la eficacia de las vacunas elaboradas en tiempo récord por diversos laboratorios farmacéuticos del bloque occidental europeo y la oferta de la vacuna rusa. Las inquietudes que sobrevienen por el surgimiento de nuevas cepas modificadas del virus en países como Inglaterra, donde las medidas de confinamiento en navidad y fin de años han sido extremas y necesarias.

Un año de aprendizajes

Quienes en gracia hemos sobrellevado este 2020 no olvidamos estos meses de incertidumbres, tristeza por pérdida de seres queridos, los encierros obligados y preventivos, la amenaza contra la salud y la vida y el choque de girar 180 grados los rumbos acelerados que traíamos desde hace dos décadas.

Echar un vistazo a lo ocurrido en Colombia durante los últimos 20 años es rememorar una parte cercana y afectiva, como ver crecer a nuestros hijos, compartir con la familia y vernos a nosotros mismos empeñados en el esfuerzo de hacer las cosas bien.

Cómo no recordar la lucha por educarnos e ir a la universidad, así nos tocara la universidad de garaje y la nocturna; endeudados y sin lujos ni vacaciones.  Sobrevivir y vivir en la lucha por aprender para el trabajo, más que para la vida.

De pronto nos damos cuenta lo funcionales que hemos sido. Lo obedientes para cumplir órdenes, pese a que muchas veces nuestra voz interna nos gritaba que algo estaba mal. Hoy, me regocijo de haber sido despedida de varios trabajos por cuestionar órdenes absurdas o ilegales.

¿A alguno de los lectores le pasó por la mente alguna vez renunciar al trabajo y salir a disfrutar del sol o caminar libremente por una avenida a las tres de la tarde, mientras tenía un arrume de compromisos por resolver? Recuerdo varias tardes, atareada como periodista, querer salir corriendo a la casa a estrechar en mis brazos a mi hija y darle la leche materna desde mi pecho en lugar de dejárselo en el frío biberón.

O en fecha reciente, ver con pesadumbre, el haber aportado mis conocimientos y profesión al servicio de un sofisma político, como lo fue mi labor de buena fe que realicé en 2014 y 2015 para la campaña del ingeniero Rodolfo Hernández como asesora de prensa en las elecciones para la alcaldía de Bucaramanga.

Contrario a la canción de Edith Piaf, no me arrepiento de nada, (Rian de rian), todavía no acabo de pedir disculpas a los bumangueses por tamaña equivocación, basada en creer que algo tan bueno como el servicio desinteresado de la política podría llegar de un alma sufriente y confusa, misógino y machista. Un alma en forma de una caja fuerte, enriquecida por el engorde de lotes, el volteo de tierras y la sobrevaloración gracias al esfuerzo de la sociedad y de la explotación de sus trabajadores y de la gente pobre de la ciudad que ha comprado por décadas sus viviendas sobrevaloradas en el mercado de la especulación inmobiliaria, como se ha ufanado el exalcalde en decirlo. 

Esto no lo quise apreciar antes, entusiasmada por el trabajo interesante al lado de alguien que remaba aparentemente a contraviento, haciendo creer que iría a un lugar diferente a donde llegan la mayoría de los políticos. Hoy, sus seguidores están hipnotizados por el canto de las sirenas desde Facebook Live…  

Y en todo este rememorar de aciertos y desaciertos, ahora veo que esa resistencia natural contra la forma de vivir impuesta por la modernidad, es lo que llaman los expertos del alma como insania. Los síntomas de la locura impuesta por el sistema desnaturalizado e inhumanizado. Hacernos creer que lo que hacemos está bien, mientras los manejadores del mundo ponen todo el empeño en hacer infelices a la mayoría de las gentes. Por mantenernos a raya de los cuestionamientos, pese a que teníamos siempre la sospecha de poder estar equivocados en algo cada día.

Según los astrólogos la conjunción Saturno-Urano irrumpió desde este 2020, para iniciar una nueva era, como lo hiciera hace 700 años, rompiendo viejas estructuras para imponer nuevas formas de aceptar nuestra humanidad como deber para preservar la vida; por la lucha comunitaria dirigida al bien común. Por la cooperación, la solidaridad, la compasión y el amor.

Bienvenidos los cambios positivos para la sociedad humana, en medio de las alertas por el “Dilema de las redes sociales”, documental de Netflix que aconsejo ver y analizar.

Los que partieron

Hoy, 28 de diciembre, día de los inocentes de este inesperado 2020, le dedico una oración de manera respetuosa y afectiva a las personas allegadas a los lectores que partieron al más allá, durante este difícil año. En particular, evoco la memoria de cuatro seres cercanos que por diversas razones ya nos acompañan en el plano espiritual.

El pasado 14 de diciembre falleció tras una cirugía programada, Leticia Montero Torres, de 42 años, trabajadora social y experta en políticas públicas de Mujer y equidad de género. Tuve la suerte de conocerla y entrevistarla como lideresa social para el libro La Herencia de Manuela que publiqué en 2012.

Había iniciado su vida al servicio de la comunidad con el grupo cultural Cocuza de Floridablanca, donde afincó su compromiso por la participación social de los jóvenes a través de la educación popular. Fue una maravillosa mujer de tierna y franca mirada, optimista y alegre. Dedicó su vida a la formación académica profunda y especializada, para la defensa y desarrollo del empoderamiento femenino en un departamento machista y patriarcal como Santander.

Brindó un aporte importante en el Movimiento Social de Mujeres de Santander que actúa desde hace más de 20 años y asesoró a diversos entes gubernamentales en la instalación de las políticas públicas de Mujer y equidad de género en los planes de gobierno.

Se desempeñaba como docente en la Universidad Industrial de Santander y deja un gran vacío en su familia, colectivos de mujeres y entre sus alumnos que la admiraban y tuvieron la gracia de recibir sus enseñanzas. Según sus más cercanas amistades, estuvo vinculada a la UIS durante los últimos años mediante contratación estatal de renovación anual del contrato por prestación de servicios, esa fría forma con que se trata a esta generación de trabajadores como aves de paso, sin compromisos sociales ni laborales de largo aliento. Le sobreviven su esposo, hermanas y sobrinos. También sus padres, quienes dependían económicamente de ella. (Ver)

También partió este año la activista ambiental y defensora de derechos humanos, María Eugenia Gutiérrez Portilla, quien se desempeñó por muchos años como enfermera y sindicalista del sector salud. Fue una aguerrida y audaz activista social de Floridablanca, revolucionaria de acción y convicción.

María Eugenia poseía el don de la palabra vivaz, fluida, potente y persuasiva que no alcanzó a esgrimir como abogada de la UIS, donde por varios años la vida y una grave enfermedad le enredó su graduación. “Fue una mujer muy inteligente, pero incomprendida”, dijo de ella una amiga mutua con quien compartimos diversos escenarios de actividades políticas y comunitarias.

El 14 de septiembre murió Nancy Torres Grande, reconocida mujer activista comunitaria y política por más de 35 años en Floridablanca. Organizó la primera asociación de mujeres trabajadoras del municipio de Floridablanca, dedicadas al barrido de calles y al reciclaje.

Mujer luchadora comunitaria que, por los azares de la vida, y seguramente por necesidad, también trabajó al lado de personajes cuestionables de la política regional que la explotaron y pagaron mal. (Ver)

También falleció a principios de este mes, víctima del Covid-19, en la ciudad de Fusagasugá, mi excuñado Danilo Suárez Muñoz, de 77 años y padre de tres de mis apreciados sobrinos. Guardamos de Danilo gratos recuerdos al lado de su familia y el amor por su natal Cocuy, orgulloso de la imponente Sierra Nevada. También por su buena sazón en la preparación de alimentos y por ser un intérprete entusiasta de la guitarra y el canto de boleros tradicionales que lo acompañaron siempre.

De acuerdo con quienes piensan que nuestro único deber es vivir y trascender para las futuras generaciones, luego del empeño natural de sobrevivir.    

*Periodista

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