Por: Édgar Mauricio Ferez Santander/ La reciente asamblea liberal fue, para muchos, una muestra más de cómo César Gaviria ha manipulado las estructuras internas para acaparar el poder y desdibujar el legado de la colectividad, ahora alineada con intereses conservadores y económicos.
En la última asamblea, Gaviria consolidó aún más su poder sobre el partido mediante una serie de reformas que eliminan espacios de participación y fortalecen su posición como líder absoluto. Con estrategias que muchos consideran autoritarias, el ex presidente del país ha reducido las voces disidentes y ha creado un entorno en el que cualquier oposición interna es prácticamente imposible. Estas maniobras, vistas como un secuestro del espíritu democrático, alejan cada vez más al partido de sus bases y principios históricos.
Gaviria ha modificado las reglas del partido de tal forma que se asegura el control de las decisiones clave, limitando la autonomía de las regiones y los movimientos de base. Lo que debería ser un proceso de deliberación y participación colectiva se ha transformado en un ejercicio de imposición. Para sus críticos, Gaviria se ha convertido en una especie de «anciano tirano» que opera con mano de hierro y sin el espíritu democrático que se esperaría de un partido que antaño fue símbolo de pluralismo y apertura.
La dirección de Gaviria no solo se ha caracterizado por la concentración de poder, sino también por un cambio en el espectro ideológico del partido. Bajo su mandato, el Partido Liberal ha abandonado gradualmente sus causas sociales, adoptando posturas que se alinean cada vez más con intereses de derecha. Lo que alguna vez fue un partido de reformas y de lucha por los derechos de los más vulnerables, hoy se percibe como una plataforma pragmática que apoya políticas de corte conservador, priorizando intereses empresariales y alianzas que benefician a sectores económicos poderosos.
Este giro ha causado un profundo descontento en las bases tradicionales del partido y entre sus votantes históricos, quienes se sienten traicionados. Las políticas que antes eran defendidas a capa y espada por el Partido Liberal han sido relegadas en favor de acuerdos con sectores que poco o nada representan el ideario liberal de antaño. Este cambio de rumbo ha hecho que muchos se pregunten si el partido no se ha convertido ya en una suerte de «mercado político» que se vende al mejor postor, priorizando conveniencias coyunturales sobre principios y valores.
El propio César Gaviria llegó al liderazgo del Partido Liberal y a la presidencia de Colombia en 1990 por lo que algunos consideran un «golpe de suerte», tras el trágico asesinato de Luis Carlos Galán, quien era el verdadero favorito para ocupar la primera magistratura. Gaviria heredó un partido unido y fuerte, pero hoy es acusado de haber traicionado el legado de Galán y de utilizar el partido como un vehículo de poder personal. Para muchos, Gaviria no encarna el talante liberal de figuras históricas de la colectividad, sino más bien el de un dirigente pragmático, alejado de los principios progresistas.
En lugar de liderar con una visión de renovación, Gaviria ha convertido al Partido Liberal en una maquinaria rígida y controlada a su antojo, cooptando su estructura y transformando su misión histórica en un instrumento de poder personal. Este viraje ha desilusionado a muchos dentro y fuera del partido, quienes ven en él a un líder que, lejos de representar las aspiraciones democráticas de la colectividad, impone un estilo autoritario que asfixia la diversidad de voces.
La transformación del Partido Liberal bajo la dirección de César Gaviria refleja el deterioro de una de las fuerzas políticas más importantes de Colombia. Lo que alguna vez fue una organización al servicio de las luchas populares y sociales ha sido convertido, según sus críticos, en una maquinaria que prioriza intereses de poder y alineamientos con la derecha. Gaviria, quien asumió el liderazgo en circunstancias excepcionales, ha llegado a representar un modelo de liderazgo que, para muchos, se asemeja más al de un tirano anciano que al de un demócrata.
La historia del Partido Liberal ha sido, hasta hace poco, la de un movimiento que se forjó en las calles y luchas sociales de Colombia. Hoy, esa historia parece haber sido secuestrada por una familia que funciona de manera clientelista en favor de un proyecto de poder que se aleja cada vez más de las aspiraciones de cambio y justicia social que caracterizaron a la colectividad y contrario ayuda a los proyectos clientelistas de las regiones.
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*Historiador, Magíster de la Universidad de Murcia y Candidato a doctor en estudios migratorios Universidad de Granada-España.
Desde que Gaviria tomó la dirección de partido liberal, el partido dejó de ser, el partido de las grandes transformaciones sociales, ahora es el movimiento para defender intereses personales y de grandes poderes económicos