El cabello es uno de los elementos que nos ayudan a exteriorizar en gran medida nuestra personalidad, a través del tiempo y del cambio de peinados configuramos una forma particular en la que queremos ser reconocidos. Esta pequeña disertación intenta hacer una reflexión frente a un tipo de pelo en particular que por años se ha denominado en algunas regiones como “pelo malo” y que lejos de ser malo, se debe resignificar y pensar mejor como “pelo bueno».
Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Recuerdo que cuando era niño, de hecho, hasta hace poco, casi siempre tuve el cabello muy corto. En la infancia, como todo niño de mi generación, la decisión de cortarse el cabello no era personal sino una imposición de mis padres, mi mamá decidía sobre mi cabello. En la medida en que fui creciendo aún mi madre decidía frente al mismo de forma cada vez más indirecta; además, a la influencia materna se sumaba la de los amigos y amigas que daban su opinión respecto del corte de pelo que yo debía lucir.
De antemano debo decir que no se trata de una crítica a la influencia que otros pudieron tener en mi opción por el cabello corto, el tema de fondo es la razón que pudiese justificar la opinión de cada uno de los involucrados. La reflexión quiere fijarse en las razones que generan las posiciones, no en las posiciones mismas ni en quienes optan por ellas.
Una de las opiniones constantes cuando de niño me crecía un poco el cabello y querían que me lo cortará era que me veía “desarreglado” o “despeinado”. Puede ser cierto que me viese así. Sin embargo, ¿por qué la solución era cortarlo?, ¿por qué a un hombre con el “pelo crespo” no pensaba en hacerle algún corte que le permitiera llevar los crespos?, ¿por qué se normaliza que el cabello ondulado largo está desarreglado?
Hasta aquí he hablado desde la reflexión de mi experiencia. Ahora bien, la situación es similar o peor en el caso de las mujeres, al punto que (como he visto en algunas amigas y conocidas a lo largo de mi vida) consideran que su pelo crespo es feo y lo ocultan cuando deben ir “formales”. Siempre que hay una gala o un evento “importante” ellas tienden a alisarse el cabello.
Quizá la relación del cabello rizado con ciertos rasgos afro sea el quid del asunto, tal vez se trata de una muestra profundamente arraigada de racismo estructural, de colonialismo presente en las relaciones sociales que hacen que queramos ocultar los rasgos que se apartan de la normalidad occidental que se nos inculcó como parámetro de belleza universal y que desconoce los rasgos de la “periferia”.
Hace ya un par de años me reconcilié con mis crespos, igual lo hizo mi madre con los suyos y posteriormente con los míos. No soy un hombre que tenga propiamente un afro, lastimosamente hasta allá no llega mi cabello, pero si se ondula naturalmente como una herencia de mi madre y mi abuela.
El cabello es uno de los elementos que nos identifican, es apenas normal que cuando conocemos a alguien nos demos cuenta de su peinado o incluso de la falta de cabello. Así también, somos conscientes de la mirada que recae sobre nuestro pelo. Por todo esto es apenas evidente que la forma en que llevamos el cabello sea una impronta de algo que queremos exteriorizar de lo que somos.
En el Caribe, no solo en el Caribe colombiano, se habla coloquialmente de las personas con “pelo malo” para referirse a los hombres y mujeres que tienen su cabello muy rizado, que tienen sus raíces afro hasta en la raíz de su cabello. Se trata de una forma despectiva de referirse a ese tipo de cabello precisamente porque no es tan bonito como se supone es el cabello liso, cabello que se convierte en el prototipo de belleza impuesto desde occidente.
Yolanda Arroyo Pizarro es una escritora puertorriqueña que ha escrito un bello texto infantil cuyo nombre concuerda con el de está columna, Pelo bueno, y que revela la visión de una niña afro y la forma en que se reencuentra con sus raíces y su identidad a partir del reconocimiento de su cabello y la guía misericordiosa y tierna de su abuela. Además del texto, las ilustraciones de Valentina Niño son bellisimas, lo edita Ediciones Corazón de Mango.
Después de todo este recorrido hablando de mi cabello y del de tantos y tantas, reconociendo que se han dado pasos para superar la problemática al punto de darse una cierta tendencia de belleza en los crespos, es necesario que nos revisemos y observemos cómo este y otros estereotipos de lo que es o no bello pueden ser muestra del colonialismo estructural que sigue poniéndonos en condición de inferioridad frente a otros lugares del mundo por el simple hecho de no reconocer lo nuestro como valioso.
Apuntaciones.
Así como sospecho que el cabello es una muestra del racismo estructural que nos compete asumir a todos, es necesario referir en esta columna la problemática que se destapó en España con el caso del jugador brasilero Vinicius Jr. y las muestras de racismo en su contra. El racismo sigue siendo un problema presente en nuestra sociedad.
A pesar de que la primera apuntación (merece ser un punto distinto de esta segunda) muestra un caso de racismo en Europa, no quiere decir que en nuestras tierras no se presenten casos a diario. Es vergonzoso que en general podamos reconocer y rechazar el caso de Vinicius Jr., pero cuando se habla del racismo evidente en contra de Francia Márquez muchos prefieren callar o incluso justificarlo.
Desde mi columna del 24 de octubre del año pasado le sigo pidiendo al señor presidente Gustavo Petro que cierre Twitter.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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