Por: Laura Jaimes Muñoz / Todo comportamiento humano ocurre en un contexto bio-psico-socio-cultural, conformado por elementos que van del marco global de la sociedad a la idiosincrasia de cada individuo ¡Con la familia en el centro! Todos los componentes del grupo familiar participan y en cualquier arreglo estabilizador, en forma igualitaria y complementaria.
Por ejemplo: Mientras un niño exhibe un comportamiento extremadamente agresivo, su madre permanece deprimida y su padre mantiene una relación extraconyugal. Los tres comportamientos se refuerzan mutuamente y pueden contribuir al caos en el grupo que se puede manifestar en una situación coyuntural. Esto quiere decir que la estabilidad del hogar estaría siendo afectada por el mal funcionamiento de sus integrantes.
Todos los sistemas tienen una relación letárgica dependiendo de su nivel en la misma, con unidades mayores y menores. Para que una familia funcione debe entrar en contacto con su medio, espacio vital o ambiente que puede clasificarse como un contexto inmediato. Ejemplo: El vecindario, barrio o comunidad al que se integra y el remoto como es la región, el país y el continente del que hace parte.
El límite entre el grupo primario y el espacio vital es fundamental, preservando la identidad y unicidad y conservando canales permeables de intercambio, estableciendo desde su grupo primario las normas de comportamiento que hacen parte de su escala de valores y formación. Estos contextos mayores y más amplios, que en el caso de nuestro análisis, pueden ser los políticos, institucionales, escolares, de la salud, laborales y de esparcimiento con los que la familia mantiene una continúan interrelación.
De esta manera un sistema debe tener una estructura para sobrevivir y para cumplir sus metas y funciones. La estructura es la organización de las relaciones, los patrones y las reglas que rigen en la vida grupal como lo refiere Minuchin. En el caso familiar, una familia conformada por padres e hijos, la dirección y consecuentemente el poder está centrado en los progenitores, estableciendo límites tipo normas, sanciones y privilegios, el en caso del contexto el poder está centrado –en este caso- en el alcalde.
Esa autoridad incuestionable que una vez caracterizó el modelo patriarcal tradicional está siendo reemplazada por una autoridad más flexible y racional, aunque en este momento se ha llegado al punto de confundir la autoridad con el amor, como el que confunde humildad con humillación y es aquí donde podemos observar una primera situación.
Ahora bien, observemos por un instante la importancia de la autoridad en los contextos mayores como se nombró anteriormente y en este caso sería la gobernabilidad. Por ejemplo: Si la primera autoridad del municipio confundiera gobernabilidad por gobernanza, ¿qué pasaría? Aclaremos conceptos: La gobernanza entendida por Camou es “la acción y el efecto de gobernar y gobernarse”, mientras que la gobernabilidad indagaba acerca de “cómo” se gobierna, prestando atención a la estabilidad política.
He aquí que la acción no puede confundirse con el discurso, como hemos venido observando en mandatarios que han cambiado su gobernanza por frases constantes y repetitivas que generan odios, resentimientos y violencia, con cero autoridad ¡Este es peor, confundió autoridad con violencia! Ejemplo, frases como: “Estamos luchando, acabando con la corrupción”; “todos son picaros y ladrones”; “no dejan gobernar”; “todo se lo robaron”.
Estos resabios autoritarios atentan contra el fortalecimiento de una cultura cívica, es decir, incluye la acción y el efecto de gobernar en el cómo se gobierna, como señaló Norbert Lechner refiriéndose al pensamiento de la izquierda latinoamericana, se privilegiaba la elaboración de una estrategia de poder y no se planteaba una estrategia de orden.
Si bien es cierto, las estrategias políticas son importantes ¿Qué pasa con la acción? ¿Qué pasa con la ejecución de los recursos que son designados anualmente para sostener, mantener y proyectar una ciudad y sus habitantes al progreso? Nada, no se observa nada, solo quejas y más quejas, que lastiman y hacen que haya un retroceso evidente en la calidad de vida de sus habitantes; pues si la primera autoridad no le importa el bienestar de su gente, ¿entonces a quién le importa?
Si la primera autoridad del municipio no se interesa por ejecutar con efectividad y eficacia los programas que beneficien a la mayor parte de su población, en este caso, el colectivo, ¿entonces a quien le importa? Es como si al padre de familia no le importara que sus hijos y su familia no contaran con las necesidades básicas y más bien reemplazara su responsabilidad por constantes apreciaciones como por ejemplo: “La situación es difícil, no hay para comer”; “como no hay empleo, toca dormir en la calle”; “como no tengo nada, miren ustedes que hacen”; “como no me interesa hagan lo que quiera, roben y traigan comida a la casa” y así, que ejemplo podría estar dando este padre de familia, cuando los padres son los moldes preformados de sus hijos, así mismo la primera autoridad de un municipio es el ejemplo para sus habitantes, pero si su ejemplo es hablar a los “hp”, “decir que no hay plata” y “manifestar abiertamente que todo es válido” ¿qué podemos esperar de orden y funcionalidad para un pueblo que sigue un molde de su autoridad?
Lamentable, que una ciudad como Bucaramanga, calificada como la ciudad bonita, cada día esté envuelta en desorden, inseguridad, desempleo, mejor dicho en el plan rebusque, donde todo vale, ¿qué estructura tenemos?
¡Pero señor alcalde siga luchando contra su corrupción!
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