Por: Aidubby Mateus/ La activación comunitaria es mucho más que implementar proyectos: es un acto de empoderamiento colectivo. Se trata de identificar las necesidades, potencialidades y sueños de una comunidad para convertirlos en acciones concretas. Este enfoque fomenta el trabajo en equipo y la participación activa de la comunidad, de este modo promoviendo sentido de pertenencia y corresponsabilidad que es esencial para el desarrollo sostenible.
En Colombia, las organizaciones comunales representan una estructura organizativa fundamental, las cuales han mostrado ser un canal efectivo para movilizar a las comunidades en torno a objetivos comunes, partiendo desde la gestión de recursos hasta la organización de actividades culturales y sociales, y su impacto es innegable.
Sin embargo, para que las juntas de acción comunal puedan desplegar todo su potencial, es necesario fortalecer sus capacidades. Esto incluye brindar formación en liderazgo, gestión de proyectos y participación ciudadana, en donde juega igualmente un papel vital la articulación de actores, siendo la clave para que autogestionen sus necesidades, y es allí, donde se requiere de apoyo gubernamental, el sector privado, la cooperación internacional y la sociedad civil, para garantizar su sostenibilidad.
En cuanto a las asociaciones campesinas juegan un rol esencial en la protección del medio ambiente y la soberanía alimentaria. Estas organizaciones no sólo representan los intereses de los agricultores, sino que también preservan saberes ancestrales y promueven prácticas agroecológicas que benefician a toda la comunidad.
De esta manera, el trabajo conjunto entre los organismos comunales y las asociaciones campesinas puede generar un impacto profundo en el desarrollo rural. Su articulación permite consolidar iniciativas integrales que abarcan desde la mejora de infraestructura comunitaria hasta la promoción de mercados locales para los productos agroecológicos. De esta manera haciéndose necesario la consolidación de plataformas de diálogo y cooperación basadas en principios de inclusión, transparencia y respeto mutuo.
En Santander, ya se han visto algunos ejemplos inspiradores de articulación comunitaria: Tal es el caso en el municipio de San Vicente de Chucurí, en donde un proyecto en el que la comunidad a través de Ecocacao lograron en su momento la renovación del cacao para ser competitivos a nivel internacional con los sellos de calidad que se requerían para su comercialización, siendo ese ejemplo de soberanía alimentaria a través de cultivos agroecológicos que protegen el medio ambiente, lo que les permitiera acceder a convocatorias del gobierno nacional a través de Colciencias en la convocatoria “ A ciencia cierta”, en su época abriendo camino para los procesos que se evidencian hoy en san Vicente de Chucurí.
Así mismo, en el municipio de Gámbita en el periodo 2020 al 2023 se logró el fortalecimiento y la suscripción de convenios solidarios con algunas juntas de acción comunal para la satisfacción de necesidades sentidas en el marco de su jurisdicción, tal es el caso de la elaboración de tubos de 24 y 36 pulgadas para canalizar las aguas de las vías terciarias, box coulvert, placa huellas, mantenimiento de puentes peatonales, entre otros, en el que evidentemente se logra la articulación del organismo comunal con la administración municipal.
En Colombia, un caso de éxito, es de resaltar el trabajo que se realiza articuladamente desde el Idaco (Instituto Departamental de Acción Comunal de Cundinamarca), el cual tuve la oportunidad de conocer en el intercambio de experiencias de gobierno en el premio de superación a la pobreza convocado por Colombia Líder, en el que el Gobernador Nicolás García Bustos compartió con mucho cariño el gran equipo realizado con las juntas de acción comunal de todos los municipios que componen la jurisdicción de Cundinamarca. Lo anterior, da una sensación de esperanza, de que aún hay líderes que desean dar continuidad a procesos que engrandecen los territorios y de este modo, construir sobre lo construido. Si bien es cierto, no se gestó en su administración tuvo la misma importancia en la proyección y ejecución presupuestal.
Así las cosas, trabajar con las bases sociales no solo es posible, sino que es el camino hacia un territorio feliz. Las organizaciones comunales y las asociaciones campesinas son la expresión viva de la fuerza colectiva, de la capacidad de los pueblos para autogestionarse y construir su propio futuro. Al articularnos con ellas, estamos fortaleciendo nuestras raíces y sembrando esperanza para las generaciones venideras.
Hoy, más que nunca, es necesario creer en el poder transformador de las comunidades. Juntos, podemos superar las desigualdades, proteger nuestro entorno y construir un territorio donde la felicidad no sea un sueño distante, sino una realidad compartida. Porque unidos somos más fuertes, y juntos podemos hacer que nuestras comunidades sean el reflejo de lo mejor que somos como sociedad.
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*Embajadora internacional de mujeres inquebrantables, exalcaldesa Gámbita (Santander), Abogada Especialista en Derecho Constitucional y Derecho de Tierras.
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