Por: Diego Ruiz Thorrens/ El ingeniero Rodolfo Hernández, exalcalde de la ciudad de Bucaramanga (2016 – 2019), es sin lugar a dudas uno de los personajes más controvertidos que ha tenido nuestro país en los últimos años. Adalid que cimentó su gobierno ‘ciudadano’ bajo el slogan de ‘lógica, ética y estética’, ha sido un astuto político que supo escuchar y traducir el clamor de una ciudadanía cansada de lo mismo, auto – asumiéndose como el escudero de la lucha contra la corrupción, el clientelismo y otros fenómenos de podredumbre que atacan las más altas esferas políticas de la capital de Santander.
Aclaro: una cosa es ‘escuchar el clamor’ de la sociedad y otra muy, muy diferente, es ‘hacer algo’ en respuesta de dicho clamor. En el acto de asumirse como ‘adalid’, el ingeniero vendió la imagen de ser ‘amigo del pueblo’, aproximándose astutamente como un político alternativo, camuflando sus más horribles defectos, muchos de ellos posteriormente expuestos.
El ingeniero Hernández es un personaje político, de la vida empresarial, hecho a pulso, que se ha resistido a desaparecer. No obstante, en los últimos meses, el exalcalde ha venido consolidando una imagen honestamente preocupante, lejano del producto que alguna vez ofreció: Ahora es un personaje vengativo, quejumbroso, igual o casi peor que sus supuestos detractores.
En sus últimas apariciones, el exalcalde la ciudad de Bucaramanga no ha hecho otra cosa más que atacar al que sería su pupilo o gobernante ‘en cuerpo ajeno’, el ingeniero Juan Carlos Cárdenas, echándole la culpa de la crisis que atraviesa la ciudad y hasta responsabilizándole de acciones que ni siquiera fueron cometidas en este 2020, demostrando una vez su más alto nivel de desprecio e irrespeto por la autoridad, enseñando una de sus más horribles facetas (el de perdedor), alguien quien detesta no ser el centro de atención.
Me explico: En distintas ocasiones, el exalcalde ha demostrado su malestar al no aceptar que él ya no es la autoridad en mando. Sus constantes ataques en contra del gobierno de Cárdenas (por contrataciones a personas cercanas a su esfera social; por los montos de los contratos, entre otros) deja la sensación de aprovechar la oportunidad y la coyuntura al crear la más gigantesca cortina de humo que haya visto la ciudad, buscando con sus acciones, sus denuncias y su programa de “hable con el ingeniero” desviar la atención de escándalos que fueron cometidos durante su mandato, como fue el PAE (Programa de Alimentación Escolar) y la compra/ oferta de carne de animales agonizantes, en estado de descomposición o ya fallecidos, químicamente modificada y que fue servida como alimento a niños, niñas y adolescentes de colegios públicos. Sus actuales acciones lo dejan muy, muy mal parado.
El ingeniero Hernández cumple a cabalidad con el refrán, cada vez que se pone a la defensiva, de “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio”. Al mismo tiempo, ha demostrado una especial destreza en el arte de señalar y/o juzgar a todos los que considera como sus enemigos, contratacando brutalmente cuando alguien le juzga o cuestiona. No olvidemos el bochornoso incidente cuando el exconcejal John Claro preguntó por los negocios de sus hijos (hijo, en singular) y el escándalo de Vitalogic.
«Soy el culpable, pido mil disculpas a Bucaramanga, por este error que cometimos y que se convirtió en martirio para la gente más pobre, mil disculpas, el responsable soy yo», dijo en una de sus transmisiones en vivo al referirse a la gestión de Cárdenas y su apoyo en la elección del mismo. Confieso que la frase me molesta (“soy culpable”) y me da un increíble fastidio por una simple y sencilla razón: ¿Qué carajos fue lo que él hizo durante su mandato por la ‘gente más pobre’ de Bucaramanga? Por más que trate en darle una respuesta a la misma, no lo consigo. No la encuentro.
En sus dos primeros años de gobierno tuve la oportunidad de interactuar con él en la mesa de infancia y adolescencia, participando en la creación de planes orientados al mejoramiento de la calidad de vida de poblaciones vulnerables, especialmente, de niños, niñas y adolescentes en contexto de violencia sexual.
Nunca olvidaré una de las frases que en repetidas ocasiones me planteó, que le escuché, demostrando su desinterés y desconocimiento de la realidad de aquellos ‘pobres’ que él insistía proteger: “A ver Diego, según usted, ¿qué quiere que haga?”. Qué quiere que haga. Cada vez que busqué una respuesta de su parte, me respondía una pregunta con otra pregunta, haciéndome sentir que hablaba con un bufón que no tenía idea de qué significaba ser un líder, una persona que buscó el poder solo por las ansias de tener poder y, que ahora que lo ha perdido, busca recuperarlo cueste lo que cueste, incluso mostrándose como el mesías que ‘salvará’ a nuestra ciudad y a nuestro país del caos y la corrupción. Recordemos que en más de una ocasión ha manifestado su deseo en llegar a ser presidente de Colombia.
¿Qué me gustaría que hiciera, Rodolfo Hernández? Que pudiese bajarle un poco a la arrogancia. Que dejase gobernar a quienes están en la actualidad gobernando, mermando un poco su postura beligerante (aunque esto pareciera no importarle si ello le suma ‘seguidores’ y potenciales votantes). Que, si debe denunciar, lo haga no realizando escrache virtual sino revelando, exponiendo ante las autoridades competentes a los que él llama corruptos. Que materialice sus ideas, haciendo algo real, tangible, por los ‘pobres de Bucaramanga’.
Pero, ante todo, a que aprenda el arte de callar cuando es necesario y, a dejar de criticar las acciones que los demás aún no han realizado, esas mismas acciones que durante su gobierno tuvo oportunidad de efectuar, más nunca realizó.
*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión de la Transición del Posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Santander.
Twitter: @Diego10T