Por: Holger Díaz Hernández/ “Nuestro sistema fiscal es una maravilla: el que tiene más, paga más, y el que tiene menos también paga más”: Jaume Perich, escritor español.
Las reformas tributarias han sido a lo largo de los años el coco de los contribuyentes y el as bajo la manga de los ministros de hacienda, tienen como común denominador que: son impopulares, terminan afectando el bolsillo de todos, nunca son realmente estructurales y finalmente solo sirven para tapar el hueco presupuestal del gobierno de turno.
En el de Santos fueron siete y en el de Duque dos, la última de Carrasquilla produjo uno de los paros más violentos y dañinos de los últimos tiempos, que sumado al impacto de la pandemia agravaron aún más la crisis sanitaria, social y política que vivíamos en ese momento.
En todas las campañas presidenciales se dice que no se necesitarían más si se detuviese la corrupción, que hay que acabar con la evasión, la elusión y las exenciones tributarias a los más poderosos, pero una vez en el poder lo que viene es más corrupción y más reformas tributarias en un círculo vicioso que nunca acaba.
Petro anunció una reforma de 50 billones y terminó presentando una de 25.9 billones, lo cual representa más del 2% del PIB del país, la más ambiciosa desde la de los años 30s del siglo anterior en el gobierno de Alfonso López Pumarejo, está nueva iniciativa arranca su discusión en el congreso, escenario donde a pesar de las mayorías que hoy existen, no tendrá un trámite fácil y la pugnacidad verbal y mediática entre el gobierno y las bancadas de oposición estarán como para alquilar balcón.
Algunos de los miembros del gabinete ministerial han dado palos de ciego anunciando impuestos a los planes de teléfonos celulares, a las bebidas azucaradas, a los alimentos ultra procesados y el desmonte del 4×1000 entre otros, que al día siguiente son negados, en una serie de contradicciones que han llevado a que se perciba que no hay coherencia en el equipo, que hay improvisación o que son simples estrategias para generar confusión y distraer a la opinión pública en discusiones bizantinas, mientras los verdaderos propósitos de la reforma que impactan negativamente a las empresarios con nuevos incrementos en renta, dividendos, ganancias ocasionales, ICA y al patrimonio, con lo cual nos convertiremos en uno de los países del mundo con mayores cargas impositivas al sector productivo y al mismo tiempo se golpea también a las personas naturales, con éste proyecto que avanza con mensaje de urgencia en las comisiones económicas del Congreso.
La mayoría de los expertos coinciden en que esta tributaria gravará a todos pero afecta especialmente a la clase media, que quedará como siempre, en sándwich entre los más ricos y los más pobres, con impuestos a la renta que verían reducidos o eliminados algunos beneficios o exenciones que hoy se tienen y que impactarían en sus finanzas en aproximadamente un 40%, además de los gravámenes a los dividendos y ganancias ocasionales, llevando a la imposibilidad de seguir generando riqueza y logrando que un sector tan importante de la población como lo son profesionales y asalariados, los pensionados que reciben diez o más millones mensuales y que a lo largo de su vida pagaron renta e impuestos por su salario y a los pequeños o medianos empresarios que verán pauperizados sus ingresos afectando su calidad de vida y las de sus familias.
Los anunciados impuestos a algunos de los alimentos azucarados y a los embutidos sólo terminarán afectando el costo de la canasta familiar de todos, cuando lo que debería hacerse es iniciar campañas masivas de educación sobre el daño a la salud que estos producen, la historia demuestra que no es con mayor carga tributaria que se cambian los hábitos de consumo de las personas y si lo sumamos a los aumentos que tendrían los precios de los hidrocarburos y con esto la gasolina, el diésel y el Gas Natural, en unos pocos meses la inflación terminaría de apabullar también a los más pobres de la población.
Y mientras tanto las muy anunciadas cada cuatro años, eliminaciones de las exenciones a los más ricos y la cárcel para los evasores de impuestos, se quedarán como siempre en buenas intenciones de campaña para recoger votos.
Colombia voto en esta elección presidencial por un cambio de fondo a más de lo mismo, a eliminar las viejas costumbres políticas, a acabar la corrupción, pero hasta ahora el gobierno de Gustavo Petro ha enviado mensajes ambivalentes que generan preocupación en la población en cuanto a si realmente el cambio llegó. Amanecerá y veremos.
“El arte de los impuestos consiste en desplumar la gallina de forma tal que se obtenga el mayor número de plumas, con el menor ruido posible”: Jean Baptiste Colbert, ministro de Economía de Luis XIV.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.