Por: Paola Guarín/ ¿Como le explicamos a nuestras futuras generaciones la incoherencia y el caos que se está generando por culpa de disputas de poder resumidas en “derecha o izquierda”?
Por ello hoy expondré un pedacito todo aquello que nos une y pese a las diferencias que rodean las circunstancias de nuestro pueblo, día a día constituye la razón y esencia del Estado Social de Derecho colombiano. Es muy desgastante que los campesinos y el campo, están cada día más incomunicados y en el olvido; para muestra de ello sería interesante evaluar las vías secundarias y terciarias a nivel nacional, que comunican a nuestros agricultores con los grandes centros poblados y es allí donde iniciar la más grande injusticia que permea la supuesta equidad social. A esto le llamamos el oportunismo de los revendedores quienes, compran a bajo precio de los agricultores para vender sus cosechas a precio oportuno y muchas veces inflados e irrisorios.
Es fácil ver esta desigualdad, cuando conseguimos productos de la canasta familiar, a precios por las nubes versus la situación crítica que viven día a día nuestros agricultores, quienes, debido al paro nacional, muchas cosechas a hoy se pudren en sus fincas, debido al problema eterno de no poder comercializar sus productos de manera directa en la canasta familiar.
Por otra parte, es evidente que el desempleo es un agujero negro que se crecenta día a día con tal pudor, que ahoga la economía de miles de familias que con gran esfuerzo sacaron adelante a sus hijos, pero que debido a la sobre oferta de profesionales a hoy no han logrado su primer empleo ó tener continuidad laboral.
Si establecemos un análisis profundo en la línea de reclutamiento laboral del país, los gloriosos años 80 y 90, crearon un auge en la necesidad de profesionalizar la población joven del país, pese al crecimiento de un narco estado vinculado con drogas, poder y vulneración de derechos humanos que ya todos tenemos amplio conocimiento y donde los escándalos fueron un gran conejillo de indias en la pantalla de televisores colombianos cuya moda se imponía como los electrodomésticos más vendidos del país.
Con la llegada del año 2000, pese a los esfuerzos de paz del presidente Andrés Pastrana, Colombia rompió todos sus récords de violencia, con un registro de más de 38.000 muertes violentas, 205 masacres y más de 3.000 personas secuestradas, entre ellas 35 extranjeros. ¿Esto les suena familiar?
Según un informe de País Libre, para el año 2000 se reveló que la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN, guevarista) fue responsable de 822 secuestros (27,14%), las Farc de 701 casos (23,14%), los grupos paramilitares de autodefensa de 252 plagios (8,32%), y el Ejército Popular de Liberación (EPL, ex maoísta) de 182, (6,01%).
Es evidente que los últimos 30 años, la guerra y la violencia ha dejado viudas, familias incompletas y el dolor de ver conocidos o amigos partir sin mediar algún tipo de respeto por la vida en acciones reprochables como los secuestros, los genocidios y homicidios en cadena que la corrupción y el narcotráfico ha dejado en una amplia línea de tiempo.
Refrescar la memoria en hechos históricos, ayuda a evitar el alzhéimer coyuntural que ha rodeado nuestro país y donde podemos declarar con justa causa moral, que la violencia y la guerra no es la mejor salida a las soluciones propias de una país y por contrario debemos reconocer que la indolencia y la falta de empatía, son errores que no podemos repetir.
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