Por: Roberto Aponte/ La materia en la naturaleza pasa por diversos ciclos bioquímicos y fluye a través de diversos fenómenos físicos y a su vez varios compuestos son necesarios para aportar energía a todos los seres vivos. En resumidas cuentas, todos tenemos que comer.
Por esto mismo, el cómo satisfacer la más básica necesidad, es una situación que se aborda de las siguientes maneras: A nivel personal ¿Qué tan saludables son los alimentos? En el ámbito comunitario ¿La producción de comida puede abastecer a toda la población? Y desde el área económica ¿Qué ganancias puedo obtener de los alimentos que produzco?
El ser humano genera un gran impacto en el planeta, pero a su vez es consciente de dichas acciones. Aunque también depende de las comunidades o el individuo dichos efectos, al menos a nivel local.
El tema de hoy es debido a los efectos que tiene la producción de comida y sus debidas regulaciones. Entre los impactos más conocidos en cuanto al aspecto ambiental, se menciona el desgaste que ejercen los monocultivos en el suelo y también la deforestación ocasionada por la ganadería, generando la pregunta de cómo generar un menor impacto ambiental con la comida que consumimos.
Para evaluar esto se evalúan dos cosas: el ciclo de vida del alimento y la demanda que este tenga a nivel mundial. Aunque una forma de acortar mucho esta ecuación es ceñirnos al siguiente termino, producción local.
Mientras más cerca se encuentren se obtengan los alimentos, menor es el impacto que estos producen, reduciendo el costo económico y ambiental de transporte y a su vez se genera mayor confianza al conocer el lugar de obtención y procesamiento de la comida.
A pesar de que exista consciencia de consumo y tengamos fincas y fabricas cercanas, ¿Cómo nos aseguramos de que su repercusión sea menor teniendo en cuenta la demanda local?
Desde siempre han existido normas de salubridad para prevenir impactos directos en la salud. Pero los efectos a largo plazo como presentar obesidad u otro tipo de enfermedades, es algo que muchas veces queda a motivo discusión. Las empresas que luchan por mantener sus productos alimenticios contra estudios científicos que exponen los efectos nocivos de estos.
Para esto se hace un recordatorio de que la comida también necesita de una fuerte regulación, tanto para fines ambientales como en el ámbito de la salud.
Siendo más directo quise hablar de esto debido al incidente de la boldenona, así es, un esteroide que hasta hace un mes cuando buscábamos información sobre este, se encontraba como un producto veterinario más y en estos días se ha convertido en un obstáculo para un atleta debido a que esta sustancia marca positivo en las pruebas de dopaje.
Tal vez fuera de aquí este caso cause desconcierto ya que en muchos países el uso de este esteroide en el ámbito veterinario esté prohibido y el hecho de que en Colombia se use es el síntoma de laxas regulaciones y no solo eso, aun tomando las debidas precauciones la boldenona puede ser expulsada del cuerpo del animal que se está engordando tras unos días, por lo que vemos que no se dejó que el esteroide saliera del cuerpo del animal cuya carne marco aquel resultado positivo.
Tras esto vemos reacciones como volverse vegetariano o oír comentarios de ser observador y selectivo con las cualidades de la carne, ya que dichas hormonas además del ganado vacuno, se utilizan en los pollos y hay gente que con ver el tamaño y el color de la carne pueden determinar su procedencia.
Las hormonas se usan para optimizar la producción, pero sus efectos siguen siendo debatibles y por eso la gente se mantiene alerta pero la mejor forma de prevenir y mantener un consumo más seguro es fortaleciendo la producción local y dándole mayores incentivos a aquellos agricultores que generan alimentos de forma sostenible y a su vez fortaleciendo normas que abarquen todas las circunstancias y factores que formen parte de la composición y ciclo de vida de un alimento.
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