Por: Yessica Molina Medina/ No hace falta ser economista, politólogo o científico, para notar que la pandemia está alterandotodos los aspectos del mundo. El Gobierno Nacional se ha visto obligado a poner en pausa su economía en un afán sin precedentes por cuidar la salud de los colombianos. Los empresarios por su lado, se han visto en la obligación de cerrar sus puertas en donde los trabajadores en su mayoría no tienen más opción que quedarse en casa.
En un hecho sin precedentes históricamente, un virus inesperado nos cambió la realidad en la que vivíamos ya que generó una pausa en el camino para detenernos a ver nuestros alrededores, al igual que percibir lo frágiles que somos y lo incierto que puede llegar a ser el futuro.
Por otra parte, las estadísticas en materia socio – económica y sobre la salud, reflejan un panorama desconsolador con posterioridad a la presencia de la pandemia, ya que en Colombia, el desempleo en abril llegó al 19,8 %, siendo un porcentaje histórico que meses atrás registraba un 10,3% de desempleo. Como si no fuera poco, en mayo continuó incrementándose el porcentaje de desempleo hasta llegar al 21%, se presentó una contracción del PIB en un 10% y el crecimiento de la pobreza aumentó en 6 puntos porcentuales.
Es lamentable que preciso sea en el año 2020 -el cuál prometía grandes logros para nuestra economía por la tendencia de crecimiento con la que cerró la misma el año pasado- sea el más difícil para todos los ciudadanos al enfrentarnos con un desafío de tal magnitud que ha conllevado a que los colombianos hayan tenido que sacrificar sus principales derechos fundamentales como la libertad y el derecho al trabajo al tener que cumplir con los confinamientos obligatorios e igualmente al verse privados de poder ejercer sus actividades económicas como medio para subsistir el día a día.
Pensando en un ejemplo popular en donde el vendedor ambulante quien gana su sustento diario, quien vive, como decimos popularmente, “al día”. En el empleado que tiene que pagar arriendo. En el pequeño empresario que está viendo caer en un par de meses un negocio que construyó en años de esfuerzos. Sin duda, estamos ante una situación histórica, más triste que motivadora, sin embargo, en el país del Divino Niño, del rebusque, del empuje y el emprendimiento, esto no es más que una prueba por superar, una oportunidad de reinvención.
La evidencia científica da un parte de tranquilidad. Según los expertos, el tapabocas, los dos metros de distancia y el constante lavado de manos, son la tripleta más efectiva para combatir el virus.
Richard Stutt, investigador de epidemiología de la Universidad de Cambridge, afirmó que el uso generalizado de máscaras, con distanciamiento físico y cierto confinamiento, puede ofrecer una forma aceptable de manejar la pandemia y reabrir la actividad económica, antes de la aparición de la vacuna.
Según otro estudio de la Universidad de Greenwich, el número R, el cual indica la probabilidad de contagio a otros por parte de una persona infectada, estaría por debajo de 1, ante el uso generalizado de tapabocas.
Luego, aunque no se puede minimizar el problema, si se puede apuntar a una solución. La economía y la ciencia no compiten, solo nos muestran que el camino no es otro diferente al autocuidado.
Podemos vivir con el virus, hace un tiempo caminar descalzo fue normal, así como ahora lo es usar zapatos, no va a ser difícil acostumbrarse al tapabocas, al distanciamiento y al antibacterial.
*Master en comunicación estratégica, profesional Comunicadora Social- Periodista, asesora política y relacionamiento público y experta en marketing político.
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