Por: Diego Ruiz Thorrens/ Seamos sinceros: La gente está aburrida de usar tapabocas y ese cansancio está (parcialmente) justificado, dado que arribamos al mes octavo de la pandemia sin avistamiento de una pronta cura, vacuna o solución final.
El actual escenario social, irónicamente conocido como la ‘nueva normalidad’, no tiene nada, ni de nuevo ni tampoco de muy normal, dado que la pandemia ha cobrado, oficialmente (hasta finales de octubre) la vida de más de 1.200.000 personas alrededor del mundo desde su inicio, pesadilla impensable ni en la más oscura de las películas noir o de alguna serie de terror. Colombia supera hasta el momento los 32.000 fallecidos.
Es duro, absurdamente difícil, querer interactuar con nuestros seres queridos y sentir que existe (persiste) una barrera, donde los besos y abrazos pueden representar un peligro potencial.
Por esto, por más cansados, agotados, aburridos del uso del tapabocas, es sumamente vital su uso cotidiano. Quizá, ahorita mismo, muchísimo más que nunca. Debemos permitir sentirlo como un elemento que ya hace parte de nuestro cuerpo. Por esta razón, es importante utilizarlo correctamente (cubriendo mentón y nariz) cada vez que tengamos la obligación de salir a la calle, incluso cuando tengamos visitas familiares o nos encontremos con amigos en otros espacios sociales.
¿Por qué insistir en el uso correcto del tapabocas? Porque, con el pasar de los días, siguen tomando fuerza sectores que, al parecer, quisieran no entender el significado que tiene el uso de este instrumento, personas quienes al rechazar su utilidad (incluso su mal uso) demuestran su más alto desprecio por la vida de los demás, incluyendo a sus seres más cercanos, exponiéndose a sí mismo a un peligro que es prevenible.
Y, desafortunadamente, estos sectores siempre han estado presentes, desde el inicio mismo de la pandemia. Nunca ha faltado el atrevido que se apresure a indicar que el uso del tapabocas fue, es y sigue siendo una exageración, puesto que el Covid–19 es lo más parecido a una simple gripecita (Bolsonaro, Trump, entre otros).
En nuestra farándula criolla, tampoco faltaron bobalicones que, desde las más altas esferas de poder, quisieron incentivar el no uso del tapabocas, demostrando así, más que el desprecio por el tapabocas en sí mismo, su más grande y recalcitrante desprecio por la vida de sus semejantes.
Y, ¿cuál fue el resultado de dicho desprecio? La abrumadora afectación de poblaciones muchísimo más vulnerables, especialmente, poblaciones afectadas económicamente o que han vivido en niveles de pobreza. Las poblaciones más pobres de nuestra región continúan sufriendo de todo tipo barreras e incluso (a veces) de un imposible acceso al sistema de salud y protección social, sin contar otras dificultades.
A lo anterior, sumemos que aun persisten sectores políticos que insisten que las personas de escasos recursos solo quieren ser ‘mantenidos’ por el Estado y por ello hay que promover, incentivar la mano de obra, así sea con carentes o nulos protocolos reales de bioseguridad.
En días pasados en la capital de Santander, escuchamos la voz de una osada usuaria de Metrolínea quien aseguró que no utilizaba tapabocas porque ‘de algo iremos a morirnos todos’. Desafortunadamente, esta mujer representa a muchísimas personas que siguen pensando que el virus es cosa del pasado, personas que, a raíz de la apertura social y de algunos sectores económicos, decidieron bajarla guardia. Literalmente.
Por favor, no lo permitamos. Este no es el momento de retroceder en lo poco o mucho que hemos ganado. La pandemia nuevamente comienza a tomar mayor fuerza en regiones dónde anteriormente la curva había disminuido. Y si no me creen, observen cómo en otras regiones del país (como la costa Caribe) o del mundo, el virus sigue asestando nuevas infecciones. Ejemplo, Europa. Irán ya pasó su segunda ola, entrando a una tercera, mucho más violenta y virulenta que las dos anteriores. Esperemos que nunca suceda lo mismo en nuestro país.
Por todo lo anterior, ¡a cuidarnos gente, que esto aun no termina!
*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos, Gestión de la Transición y Postconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Santander.
Twitter: @Diego10T