Por: Javier Quintero Rodríguez/ Según el FDI Intelligence, el instituto de inteligencia de inversión extranjera directa del Financial Times, las ciudades tecnológicas del futuro están categorizadas según los factores que influyen en el potencial para convertirse en una “Tech City” o Ciudad Tecnológica. Estos factores son: potencial económico, desempeño de la inversión extranjera, ambiente para emprendimientos, innovación y atractivo y costo-efectividad.
En el ranking europeo, las primeras diez ciudades son, en su orden: Londres, Paris, Dublin, Amsterdam, Berlin, Munich, Bucarest, Barcelona, Belfast y Cambridge. Cuando se amplíe a nivel mundial seguramente estará Silicon Valley, varias ciudades de Asia, especialmente de China, Japón e India, y otras emergentes como Guadalajara en México, Lagos en Nigeria, Yaoundé en Camerún y Medellín en Colombia.
Pero, ¿para qué queremos que una ciudad se vuelva “tecnológica”? Y si así se decide, ¿cómo lograrlo?
El primer factor por el que es deseable convertirse en un polo de atracción para el desarrollo de tecnologías es equivalente a los beneficios de la Inversión Extranjera Directa. Es decir, aumento en la producción, aumento en la inversión, mejora en los indicadores de empleo, atracción de talento y transferencia de conocimiento. Además, convertir una ciudad en un clúster de tecnología ayuda a darle realce en escala global, haciéndola más atractiva para nuevos negocios, inversiones, turistas, y trabajadores.
Para lograrlo, aunque el nacimiento de estos clústeres se ha dado frecuentemente de manera espontánea, son muchas las acciones que se pueden tomar desde el sector público. Lo primero que debe existir es una política de Estado enfocada y no solo un plan de desarrollo de un gobierno que muere a los 3 años y medio con toda la probabilidad de no ser continuado. Lo segundo, es el apoyo del gobierno nacional. La competencia por ser el nuevo “hub” tecnológico es a escala mundial y los recursos que se destinan usualmente sobrepasan las capacidades locales. La construcción de parques tecnológicos o distritos de innovación específicos será indispensable para competir.
Otras medidas de política pública tendrán que ver con los factores mencionados al inicio. En especial, el desempeño de las inversiones es un voz a voz que corre por el mundo. Si las primeras multinacionales son bien tratadas y consideran exitosa la decisión de ubicación, será un llamado para otras. El ambiente para emprendimientos tiene que ver con las facilidades físicas, tributarias y financieras que se les puedan otorgar. En cuanto a la innovación hay una tarea importante de las universidades con las que se precisa hacer alianzas. El potencial económico y el atractivo son resultado de la gestión pública general y se deben trabajar en horizontes de largo plazo.
Pero, ¿es este un buen momento para pensar en esto? ¿En plena pandemia? Creo que no hay mejor momento. Al considerar la mortalidad empresarial, el salto del desempleo y la reducción de la producción agregada, cobra aún más relevancia el apoyo a los emprendimientos, sobretodo los de alto potencial, dentro de los que, sin lugar a dudas, sobresale el sector de la tecnología.
En Bucaramanga, ¿Cómo vamos en esta asignatura? Buenos esfuerzos se han hecho en años anteriores trabajando en conjunto universidad-empresa-Estado pero ha faltado continuidad por los recientes gobiernos locales, afectando esa visión de largo plazo. El nuevo plan de desarrollo habla de ciudades inteligentes, en un enfoque de gestión pública válido y necesario, pero no se ve un objetivo claro con respecto a las acciones para evolucionar hacia una ciudad tecnológica. Esperemos que estas palabras lleguen a algún avezado asesor estratégico de esa administración y podamos ir un poco más allá del Big Data.
*Economista, MBA.
Twitter: @javierquinteror