Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P./ Aristóteles propuso con claridad el principio de no contradicción, en términos ontológicos quiere decir que una cosa es eso y no otra, el perro es perro y no humano a pesar del cariño que le podamos tener a nuestro amigo de cuatro patas; ahora bien, el mismo principio es aplicado también a la lógica formal donde se hablaría de que una proposición “x” y su negación “¬x” no pueden ser ambas verdaderas al tiempo, es decir, no puede ser cierto “el agua moja” y “el agua no moja” al mismo tiempo.
Este principio ha sido ampliamente aplicado a lo largo de la historia de la humanidad y sin lugar a dudas ha brindado un gran aporte a la humanidad desde diferentes campos del saber; a pesar de ello, ha sido necesario romper con la hegemonía de dicho principio para que se den estudios como el de la mecánica cuántica.
A pesar de todo, parece que occidente se constituyo con este principio aristotélico como un elemento fundante de las lógicas sociales, es así como o se es blanco o negro, se dice la verdad o no, se es coherente o incoherente, sin derecho a ningún matiz ni excusa para tonalidad alguna.
En temas políticos vemos como se ha buscado una cierta uniformidad disfrazada de coherencia en los miembros de los partidos, si se es liberal debe ser liberal en absolutamente todo en la vida y a su vez, por aplicación del principio de no contradicción, no se puede ser conservador en ninguna posición, de lo contrario sería un resultado falso.
El Teólogo Raimon Panikkar acuso ese principio de no contradicción como el causante de los radicalismos a los que nos tienen acostumbradas las religiones, esa imposibilidad aparente de conversar entre cristianismo y budismo por tomar un ejemplo puntual; si se aplica el principio de no contradicción cualquier acto que sea de una religión determinada es solamente para está y no tiene nada que ver con ninguna otra so pena de ser tildada como invasora, como falsa creencia, como una practica censurable.
A su vez en filosofía encontramos figuras como la de Derrida y su llamado a deconstruir los modelos tradicionales o incluso a Deleuze y Guattari, francés que se atrevieron a repensar los paradigmas establecidos y la forma de que los mismos puedan mutar presentando así nuevas posibilidades para ser y pensar el quehacer epistémico con su modelo de pensamiento rizomático.
Colombia se ha venido convirtiendo poco a poco en un polvorín de ideas radicales, como sucede cada vez que se avecinan las elecciones desde que somos república, los que siguen a un candidato de izquierda no pueden estar de acuerdo en nada con una idea de derecha y viceversa porque de lo contrario serán tildados de “tibios”, de falsos, de atentar contra el principio de no contradicción.
Las redes sociales son una muestra de esas batallas llenas de falacias y ataques de aquellos puristas que funcionan como la “policía de la no contradicción” y que a cualquiera que no lo vean con la camiseta del partido lo tildan de hereje partidista y lo condenan al exilio.
En estos tiempos tan álgidos describo toda esta situación con la única intención de generar conciencia en quienes siguen, o seguimos, bajo este único paradigma planteado por Aristóteles, es tiempo de comprender que la contemporaneidad nos llama a ver más allá de los limites trazados por nuestros propios prejuicios, a involucrarnos de forma disruptiva y critica con otras formas de pensar diferentes a la propia permitiéndonos enriquecernos unos a otros.
Así pues, los invito a abrir los oídos y el pensamiento al dialogo, a buscar a los candidatos que parecieran contrarios para conocer sus proyectos y propuestas, posiblemente encontremos líneas de fuga que se puedan cruzar con nuestras propias ideas generando nuevas cosmovisiones que enriquezcan a unos y otros.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino
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