Por: Holger Díaz Hernández/ “No hay nada más triste que despertar el día de Navidad y no ser un niño”: Erma Bombeck, escritora estadounidense.
La Navidad es la gran fiesta cristiana por excelencia, pero compartida por otras múltiples religiones a lo largo de la historia.
Para la mayoría de las personas en el mundo la navidad es el acontecimiento más importante del año.
No hay mejor momento para recordar la infancia ida, para soñar, desear estar con la familia, compartir con los amigos; es de lejos la mejor época para sentirnos felices.
Para otros es motivo de tristeza, de nostalgia por lo que se fue, por lo que se perdió o por los recuerdos no tan placenteros de la vida, pero lo único cierto es que nadie puede ser indiferente a ella, es una celebración ideal para los niños y dolorosa para algunos adultos.
Se han perdido muchas de las costumbres que persistieron hasta hace poco, el canto de los villancicos casa a casa para que los niños recibieran de regalo dulces, los aguinaldos que marcaron nuestra adolescencia y la de nuestros padres: pajita en boca, tres pies, el beso robado, dar y no recibir, el sí y el no y otros muchos que fueron parte de nuestras vidas y que nos permitieron compartir con amistad y camaradería, el volver a la casa materna aprovechando las fiestas y la música decembrina que marcó nuestros corazones.
Los niños esperan con ansias la navidad por las novenas, por las fiestas, los alumbrados, pero sobretodo por los regalos, no importa si los trae el Niño Dios, San Nicolás, Santa Claus, el Papá Noel o los Reyes Magos, Fhater Christmas en Inglaterra o el Tío de Nadal en Cataluña, lo importante es recibirlos.
La historia de la Navidad ha sido contada miles de veces, pero quiero traer algunos detalles que no conocemos o no recordamos.
La tradición empieza con muchos pueblos paganos de la antigüedad que celebraban el solsticio de invierno que iniciaba el 21 de diciembre, estas fiestas eran relacionadas con el nacimiento del dios Sol: Apolo en Roma, Helios en Grecia, Mitra en Persia, Huitzilopochtli en Tenochtitlán e Inti para los Incas.
Los romanos conmemoraban el día 25 de diciembre, la fiesta Natalis Solis Invicti asociada al dios Apolo que se unía a otro festival romano en honor a Saturno, las Saturnales, donde se posponían las guerras o los negocios, se intercambiaban regalos y se liberada temporalmente a los esclavos.
Estas costumbres serían la base de lo que posteriormente sería la Navidad.
La mayoría de las tradiciones religiosas de la navidad se desarrollaron durante la Edad Media, entre la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 y el siglo XV con el descubrimiento de América y la caída del Imperio Bizantino.
El día del nacimiento de Jesús de Nazaret ha sido motivo de controversia a lo largo de muchos siglos, se calcula teniendo como fuente al evangelio de San Lucas, donde se narra que este ocurrió seis meses después del de Juan el Bautista, los estudiosos sitúan la verdadera fecha entre los meses de septiembre y octubre (principios de otoño), no obstante la iglesia católica empezó a celebrar el 25 de diciembre como el Día de Navidad desde el siglo III d. C, con el objetivo de permitir la conversión de los pueblos paganos ya que resultaba más sencillo cristianizar las festividades que prohibirlas radicalmente, acto que fue pedido por el papa Julio I y decretado finalmente por el papa Liberio en el año 354 d. C.
La historia del Árbol de Navidad es curiosa y tiene como figura central a San Bonifacio evangelizador de Alemania, cuentan que al llegar los primeros cristianos al norte de Europa encontraron que allí celebraban la fiesta de Frey, dios del sol y en ella adoraban un árbol perenne en los días próximos a la navidad, este simbolizaba al árbol del Universo o Yggdrasil.
San Bonifacio cortó este árbol y plantó en su lugar un pino que representaba el amor de Dios y lo adornó con velas y manzanas, el árbol nos recuerda al del Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, pero al mismo tiempo al Árbol de la Vida eterna y nuestra reconciliación con Dios.
El pesebre es otra tradición muy importante introducida por San Francisco de Asís quien tuvo la idea en 1.223 de representar el nacimiento de Jesús en Belén con animales en vivo, en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia), estos animales: la vaca, el burro y las ovejas ya aparecían en un pesebre del siglo IV encontrado en las catacumbas de la basílica de San Sebastián en Roma.
Los franciscanos lo empezaron a utilizar como elemento de predicación en el siglo XIV, luego pasó de Europa al resto del mundo, apareciendo en el Paris de 1465 la primera empresa fabricante de las figuras de Belén.
El pesebre se arma desde antes de la Navidad y se conserva hasta la presentación de Jesús en el Templo, el dos de febrero en la fiesta de la Candelaria.
La figura de los Reyes Magos es otro motivo de discusión en la cosmogonía cristiana, solo aparecen en el evangelio de San Mateo. Donde sí hay claridad es que representan a las tres tazas conocidas en la Edad Media: Melchor a los europeos, Gaspar a los asiáticos y Baltazar a los africanos, como una muestra del mensaje Salvador de Cristo dirigido a todos los hombres y no sólo a los judíos, su fiesta se celebra en muchos países, el seis de enero en la Epifanía.
En cambio, la novena de aguinaldos si es una costumbre autóctona popularizada en Colombia, Venezuela y Ecuador y es análoga a las Posadas de México y América Central.
La novena fue escrita por Fray Fernando Larrea un sacerdote franciscano, publicada en 1743 en Bogotá y modificada por una tía bisabuela del expresidente Samper quien le agregó los gozos y hoy hace parte integral de nuestras fiestas de navidad, donde las familias y las comunidades se sientan alrededor del pesebre a rezar al Niño Jesús, a San José y a la Virgen María.
Todas estas tradiciones son parte de esta época bella, llena de momentos emotivos, comidas típicas como la natilla, los buñuelos, los tamales y la lechona que se entremezclan con el jamón español, el pernil de cerdo o el pavo haciendo de estas jornadas unas auténticas maratones culinarias.
Pero esta Navidad ha sido diferente, marcada por la sombra letal del coronavirus que en una segunda oleada tiene al mundo aterrado, con nuevos confinamientos masivos y decenas de miles de nuevos casos positivos y miles de muertes diariamente, sin que aún se perciba el beneficio de la vacuna, en los países donde ya se inició su aplicación.
Todo esto nos ha permitido al mismo tiempo reconocer la importancia de la vida familiar, del compromiso con los nuestros, el respeto de las tradiciones y la preservación de la salud y la vida por encima de otros intereses.
“La Navidad es siempre la misma, los que cambiamos fuimos nosotros”.
Felices Pascuas y Feliz 2021.
*Médico cirujano y Magister en Administración.
