Por: César Mauricio Olaya/ Cuando se llega a Vélez hay un ambiente que embriaga de placer y de antojos, el Festival de la Guabina y el Tiple se siente a la vuelta de cada esquina. Los ecos de la parranda veleña de la noche pasada aún se multiplican en estribillos y coplas que se han quedado grabadas en las paredes de tapia que guardan las huellas de una tradición que hoy hacen de este pueblo del sur de Santander, un referente nacional como salvaguarda del folclor, de las tradiciones vernáculas del canto de la guabina y del baile del torbellino, pero también de los instrumentos con que se interpretan estas sinfonías que nacen del alma.
La guabina nació en Vélez,
en época muy lejana;
cuando el alcalde y el cura,
eran de alpargata y ruana
En Vélez el sentir del folclor no tiene edad. Los chirriquiticos como así le llaman a los más pequeños, por tradición se arrullan con panderetas, un tiple y un corazón. Y ahí, en esa herencia que se multiplica, está precisamente la base que construye ese orgullo de vivir el folclor y de multiplicarlo de generación en generación, de familia en familia y de fiesta en fiesta.
Las fiestas en Vélez cierran un ciclo regional que honra la tradición cultural de la música, el canto y la danza. Comienza en Bolívar con el Festival del Requinto, un instrumento de cuerda de la familia de la guitarra, cuya construcción y encordado, permite obtener tonadas de una muy alta resonancia melódica, de manera que sin su presencia la interpretación de las piezas musicales queda en deuda con el dictado del corazón reclamante de los bailarines.
El requinto de mi alma
compañero de mis penas
la vida sin ti sería
como la sangre sin venas
La siguiente parada es en Jesús María, donde el Festival del Moño se convierte en la convocatoria mayor del baile del torbellino, alternado entre coplas que entre la pareja, van tendiendo el galanteo, la conquista y el amorío, ofertando una amplia gama de humor y de alegría, entre coplas alternadas a la voz de Moño p´a él y moño p’a ella.
Bailaré en el festival
con mi vieja chuchumeca
espero que este moño
la vieja no salga chueca
Chueca por ninguna vaina
a vusted volveré tomate
y póngase buenecita
p´a ver como es que lo bate
Si usted me vuelve tomate
la dejo como cebolla
porque seguro en la pata
pronto le saldrá la ampolla
Mi viejo no sea quirica
porque hoy no se la rebajo
yo le llenaré la jeta
de cominos y arto ajo
A usted yo me la relleno
de cebolla cabezona
y le echo una salchichita
para volverla ombligona
Eso quisiera sopingo
pero vine fue a bailar
y cómase un tumecito
no se me vaya a mamar
Terminado el moño la alegría se traslada a Puente Nacional, donde el Festival del torbellino convoca a la fiesta y a alegría, siguiendo el paso de esta danza que entre idas y venidas, vueltas y revueltas, giros y entre giros, brinda un hermoso espectáculo de colorido con cada movimiento de las amplias faldas que tiñen de arcoíris la fiesta.
Y llega por fin Agosto y con él las fiestas que centran todas las manifestaciones del folclor regional en el Festival Nacional de la Guabina y el Tiple, la Parranda Veleña y la Feria de las Flores. Tres eventos que se juntan en Vélez y que desde el 21 de diciembre del 2012, goza de la categoría de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
Tres expresiones que inician con la Parranda Veleña donde todos a una, los músicos se acompasan bajo el ritmo ordenado de un programa de guabinas y torbellinos que van interpretando por las calles, hasta congregarse en el parque principal donde son recibidos por las distintas familias con una buena carga de piquete veleño (canasto con distintos sabores de la tierra) y sin poder faltar la dosis de guarapo, aguardiente y chicha de maíz.
Estas coplas del folclor
divierten generaciones
con un poquito e picante
alegran los corazones
Una particular condición de la tradición veleña la dicta su interpretación, pues muchos de estos instrumentos nacen del uso y de la creatividad heredada en el entorno campesino. Así por ejemplo valgan la pena citar la carraca que se elabora con los restos óseos de la quijada de un caballo, permitiendo obtener una particular percusión que acompaña los otros instrumentos.
La zambumbia cuyo sonido bajo se compara con el del cerdo, de ahí que por ejemplo en Tolima le llamen marrana, las esterillas que son un conjunto anudado de pequeñas cañas que se van frotando entre sí y el alfandoque que se construye con un pedazo de guadua gruesa, que se rellena de semillas y se va moviendo al ritmo de los instrumentos que acompañan la danza.
De todos los instrumentos
la zambumbia es adorada
porque tiene la puyita
a toda hora parada
Pero falta por llegar la gran convocatoria al pueblo veleño con el desfile de la flores, pues esta expresión que se mantiene vigente desde principios de la década de los 60´s, representa el mejor de los homenajes que el pueblo le brinda a su folclor.
Ataviados con las galas que distinguen al traje veleño, camisa blanca y tejida con figuras en hilo negro, pantalón oscuro y alpargatas para los hombres, blusa brillante y de diferentes colores, con una falda amplia y muy adornada que engalana la ya ganada fama de belleza de la mujer veleña.
Me vine yo para Vélez
a bailar con mi adorada
a bailar un torbellino
y una guabina entonada
El gran desfile de las flores es la convocatoria mayor de la fiesta. Es difícil enumerar los cuadros visuales que tanto colorido y belleza junta convoca. El grito de Vélez el siete, es un acto de fe en lo nuestro, es un acto que reivindica nuestro acerbo cultural, nuestra esencia y el sentimiento de un pueblo que entre copla y copla, hace grande a Colombia.
Correo: maurobucaro2@gmail.com – Twitter: @maurobucaro