Por: Diego Ruiz Thorrens/ 12 de agosto de 2015: La ciudad de Bucaramanga despertó con una triste y dura noticia: “Murió la menor de dos años que habría sido abusada por su padrastro en Santander. Autoridades confirmaron la muerte de una niña de dos años que fue trasladada de Piedecuesta a Bucaramanga, Santander, con graves lesiones luego de que, al parecer, fue maltratada y abusada sexualmente presuntamente por su padrastro.”
Durante los días previos al fallecimiento de la menor, las redes sociales y algunos medios de comunicación independientes locales se abarrotaron con todo tipo de teorías e hipótesis sobre el crimen. Las discusiones en las redes sociales pasaron de la rabia a la indignación, de la indignación al morbo (donde no faltaron aquellos que querían saber en detalle cómo el pequeño cuerpo de la menor fue abusado y ultrajado), y del morbo al más obsceno deseo de muerte, de venganza.
“Personas como esas deberían ser condenadas a la pena de muerte”, se leía una y otra vez, como en bucle, en los comentarios. Algunos, hacían mención del deseo de hacer justicia a mano propia. Otros, manifestaron desde el anonimato y la oscuridad de las redes sociales, donde muchas personas se escudan y exponen sus más sórdidos y oscuros deseos, que “la sangre con sangre se paga”. Y detrás de todo ello, la frase “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás” se repetía sin cesar.
Pasados los días, ya nadie se acordaba del crimen. Menos aún, de la menor que había sido asesinada.
12 de enero 2024: Nuevamente, los medios de comunicación de Santander reportaron otra horrorosa y triste noticia: “Niña de 2 años asesinada en hostal de Bucaramanga fue abusada sexualmente. La Fiscalía le imputó el delito de feminicidio agravado al padrastro de la menor de 2 años. La directora seccional de la Fiscalía en Santander, Marisol Ramírez, confirmó que luego de la recolección del material probatorio en el caso de la menor de 2 años asesinada en un hostal de Bucaramanga, se estableció que la niña no sólo fue víctima de maltrato físico sino también abusada sexualmente. ”
Durante esos días, las redes sociales rebulleron con similar indignación: “las niñas no se tocan”, “los niños se respetan”, “muerte al violador”. Pero, también lo hicieron con comentarios que claramente buscaban saciar el más retorcido morbo sobre cómo acontecieron los hechos, cómo era la relación de la madre con el victimario y porqué la madre permitió, no presintió, que el hecho sucediera. Las redes sociales, nuevamente, enseñaron el peor de sus rostros, su más perverso gesto.
Pasados los días, ya nadie se acordaba del crimen. Menos aún, de la menor que había sido asesinada.
1 de mayo de 2024: El hallazgo del cuerpo de una menor en inmediaciones de la Estación de Metrolínea de Girón fue la noticia que sacudió a todo el país. Aquí, no escribiré ni repetiré los comentarios que emergieron y aun emergen en redes sociales. ¿Para qué hacerlo?
Y una vez más, parece repetirse el mismo patrón: La deshumanización que se desprende de la violencia y del morbo que para algunos inspira el crimen cometido y la desgracia que vive el otro. Y este morbo, que es también impulsado por medios de comunicación, redes sociales, páginas de Facebook que invitan y que parecen retan a sus usuarios a compartir su opinión sobre lo “que harían si se encontraran en la misma situación” y las cadenas de WhatsApp que más que informar buscan es el clic, el “like”, cueste lo que cueste.
Todo lo anterior debería ser suficiente para encender las alarmas y revisar qué es lo que está mal en nosotros como sociedad y en qué le estamos fallando a los niños, niñas y adolescentes.
El manejo sensible de la información y las implicaciones que tiene este tipo de noticias, no solo para la familia que está sufriendo por la pérdida y el arrebatamiento de su ser querido, sino también para la sociedad que absorbe con asombro e ira el suceso, deberían encaminarnos a no caer en la banalización del crimen, la instrumentalización de la víctima y sus familiares, y el morbo por conocer detalles que solo son competencia de la investigación en curso.
No basta con repetir que “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”, “los niños se respetan” o “justicia por los menores asesinados” cuando de tiempo en tiempo aparecen nuevos y más horripilantes crímenes. Tampoco sirve de algo exigir cadena perpetua o la muerte de los agresores cuando los mismos, el agresor, están cerca, al lado de las pequeñas víctimas. Este es un problema que implica transformar la sociedad y promover el respeto por todas las vidas.
“Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”, “los niños se respetan”, “justicia por los menores asesinados”. No sé cuántas veces me he encontrado con alguna de estas frases en redes sociales, y observo que nada ha cambiado.
Continúan pasando los días, y la indignación por aquellos menores que fueron asesinados en Santander se desvanece. Ya nada parece asombrarnos. Y tenemos tanta responsabilidad, tanta culpa ante ello, como la tienen los medios de comunicación y las redes sociales.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión del posconflicto de la ESAP – Sede Santander.
X: @DiegoR_Thorrens
