Por: Julio Cesar Ardila Torres/ En quienes tuvimos la maravillosa oportunidad que Dios nos dio de conocerle, de andar con él, de oírlo y sentir su clamor por una Colombia en paz con oportunidades para todos, aún vive y vivirá para siempre el Doctor Horacio Serpa Uribe.
En él se veía y se sentía esa inclinación por ayudar a las clases menos favorecidas y lo hacia de verdad con el alma, con amor, con dedicación y con un algo que parecía más que político un encargo del creador dotado de ese don espiritual que lo mantenía siempre activo en todo que sirviera al bien común, por ello muchos vivimos la ilusión de verlo Presidente, no solo porque se lo merecía sino por que seguros estamos Colombia no ha tenido esa oportunidad de tener un verdadero Presidente enraizado en el pueblo hecho del sudor campesino con su corazón sentido por lagrimas de la guerra y con una armadura de lucha constante por ver a su patria en paz, pero con justicia social.
Su oratoria perfecta no era solo un discurso porque en realidad mucho más que ello era realmente la más interna expresión de sus sentimientos, dejando notar sin tapujos su dolor de patria y a veces frustración por la indolencia y falta de sensibilidad humana que se vive en las altas esferas del poder quienes siempre le recibían pero con el afán de cortarle las alas y otras muchas veces a codazo limpio simplemente por ser un hijo del pueblo que hecho a pulso no se sometía a los designios e imposiciones de la burguesía lo que en ultimas y como lo seguiremos viendo se ha convertido en un peldaño obligatorio para acceder al poder Presidencial. Todo eso lo transmitía en su oratoria con una gran elocuencia y sentimiento que nos conmovía a todos y que a hoy podemos decir sin equivocarnos que Colombia perdió esa única oportunidad de ser direccionada por un conocedor amplio de su problemática social y en especial de la solución al conflicto y a la desigualdad de clases.
Nunca olvidaba un nombre, se veía que el que entraba a su corazón ahí permanecía, pues fácilmente donde estuviera y con quien estuviera llamaba a María, Juan o Pedro al que fuera por su nombre pero sin equivocarse para darle razón de algún encargo o diligencia dejando ver que se preocupaba más él que el propio interesado por eso tantos amigos, compadres y ahijados que en realidad no solo votaban por el candidato sino por Serpa el amigo, mi vecino, el paisano, mi compadre, mi padrino o mi copartidario pero siempre se le seguía era de corazón y con la firme creencia y confianza que siempre estaba ahí acompañando y dispuesto a servir en las tristezas o en las alegrías de su pueblo.
Su humildad y sencillez viajaban con él estuviera en la OEA, en palacio, en la constituyente o en el congreso siempre se sentía su felicidad de encontrar un coterráneo y más si podía servirle y ojala preguntarle por como estaba fulano o zutano si estaba bien y si existían necesidades o problemáticas en las que pudiera ayudar haciendo que uno como persona se sintiera supremamente importante porque incluso solicitaba ideas de proyectos a presentar y de propuestas para mejorar vinculándolo de tal manera que nos impregnaba de ese deseo constante de servicio y dedicación a la consecución del bienestar general.
Sus enseñanzas tomadas de lo vivido permanecerán por siempre en la eternidad no solo para recordarle sino para sentirlo presente en sus anhelos de paz porque Horacio Serpa vive y vivirá por siempre y sus convicciones son legado digno de ejemplo a seguir.
*Abogado.
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