Por: Diego Ruiz Thorrens/ El pasado 07 de febrero los alcaldes del área metropolitana de Bucaramanga se reunieron para definir una serie de “medidas” y así continuar enfrentando la inseguridad que afecta la zona. En dicha reunión, se acordó (entre otras medidas) la implementación de un “toque de queda” para los menores de edad en Bucaramanga, Floridablanca, Piedecuesta y Girón.
Con la estrategia, los niños, niñas y adolescentes de los cuatro municipios no podrán salir de sus hogares después de las 11 de la noche y se extenderá hasta las 5 de la mañana. Según los mandatarios, estas (distintas) medidas restrictivas están pensadas para proteger y garantizar el bienestar de la ciudadanía. Al tiempo, se espera que de esta forma se incentive un ambiente nocturno responsable y seguro.
Para el alcalde de Bucaramanga, Jaime Andrés Beltrán, un plus que tiene las medidas está, principalmente, en que garantiza la seguridad y el bienestar “de los menores”.
A su vez, el acuerdo busca “(…) combatir a las bandas del microtráfico que rondan las zonas de rumba y evitar accidentes de tránsito por alto consumo de licor (…)”. Este reciente acuerdo metropolitano tienen como fin potenciar las acciones trazadas en el decreto 007 de enero de 2024 de Bucaramanga, conocido como ‘Plan Candado’, que determina el “perímetro para la vigilancia del consumo, distribución, facilitación, ofrecimiento o comercialización de sustancias psicoactivas y de la dosis personal”, tal como se menciona en la página de la alcaldía de Bucaramanga.
Según los mandatarios locales, tanto decretos como acuerdos metropolitanos tienen como objeto erradicar los males que aquejan a la ciudadanía desde el marco de la seguridad. No obstante, es la misma ciudadanía la que comienza a sentir que las cosas no van por mejor camino; que el aumento del pie de fuerza en zonas específicas de la ciudad no se traduce en reducción de la criminalidad, y que la prohibición no es sinónimo de una mejor solución.
Por todo lo anterior, debemos preguntarnos: ¿Qué tan efectivo son los decretos promulgados por la Alcaldía de Bucaramanga? ¿Cuál es la percepción que se siente en las calles frente al decreto del “plan candado”? ¿Sirven o no las medidas adoptadas para proteger a los menores de edad?
Si bien gobernar por decreto le ha permitido a la administración de Bucaramanga generar una respuesta rápida e indisputable de la ley, la percepción social a la implementación de la misma pareciera contraria a la reacción institucional esperada.
Es más, desde muchos sectores sociales afines y no afines al gobierno del alcalde Jaime Beltrán, comienza a tomar fuerza la afirmación de que la gestión del alcalde lo ubica, más la línea de un gobierno autocrático que de uno participativo o democrático. A lo anterior, sumémosle que al alcalde no le molesta ni tiene interés en transformar la imagen que él construyó de sí mismo, el de Bukele bumangues, puesto que, como varias veces a insistido, a él sólo le interesa la seguridad de la ciudad, y busca alcanzarla cueste lo cueste.
Al parecer, la sociedad bumanguesa comenzó a comprender (o al parecer, ya comprendió) que la búsqueda de soluciones a los problemas de la ciudad propuestas por el alcalde de Bucaramanga también debió tener presente las potenciales respuestas y los otros posibles escenarios no esperados a su aplicación.
“El alcalde sacó a los ‘marigüanos’ de los parques y los esparció por toda la ciudad”, le escuché decir a una vendedora de tinto mientras yo la observaba dialogando con otras mujeres en uno de los parques del centro de la ciudad. Esta misma opinión también se replica en distintos puntos del área metropolitana.
“Ahora le van a prohibir a los pelados salir a las calles, como si con un decreto eso fuese posible”, opinó otra señora. “¿Cómo así madre?”, me arriesgué a preguntar, aunque a los pocos segundos ya estaba arrepentido de mi impulso puesto que yo mismo conocía la respuesta: en incontables barrios y/o puntos de la ciudad, muchos menores prefieren, literalmente, estar en la calle que en sus propios hogares. A veces la calle, con toda su furia y violencia, es menos peligrosa que el hogar.
El alcalde menciona que “un menor de edad solo después de las 11 de la noche no va a encontrar nada bueno; por eso tomamos la decisión”, y que los padres de aquellos menores que sean encontrados en las calles serán reprendidos.
Sí, estoy plenamente de acuerdo con el alcalde en su afirmación acerca que un menor a esa hora no va encontrar nada bueno. Pero, ¿cuál es la solución para acabar o erradicar la violencia que viven muchos menores al interior de sus hogares, viéndose forzados a huir del mismo? ¿Cuáles es la respuesta cuando el padre de un menor encontrado en las calles evita responder el llamado de las autoridades? ¿Cuentan los menores avistados en las calles con un sitio o un lugar donde no se les revictimice? ¿Qué y cuáles estrategias implementarán para evitar una acción con daño?
Ojalá que tanto el gobierno del alcalde Jaime Beltrán como el de las alcaldías del área metropolitana tengan presente la experiencia de otras ciudades que han implementado dicho toque. Les adelanto: la medida no funcionó, aunque sigue la esperanza que Bucaramanga (y su área metropolitana) sea(n) siempre la excepción a la regla.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y Gestión del posconflicto de la ESAP – Sede Santander.
X: @DiegoR_Thorrens