Por: Irving Herney Pinzón/ En estos días, de manera específica desde el 28 de abril, nuestro país, Colombia, se ha visto marcado por una serie de protestas y marchas lo que configura un paro nacional al cual cada una de las diferentes agremiaciones y grupos sociales, laborales y económicos se han venido sumando; paro que según algunos se había postergado a raíz de la pandemia, pero que ya no podía represarse más, en cuanto que varios de los elementos contenidos en el pliego de peticiones se hacía urgente derogarlos y es lo que poco a poco ha venido sucediendo. Pero el motivo de este artículo de opinión no es el paro como tal, que muchos o la gran mayoría a pesar de sus pérdidas, y de las incomodidades que este ha generado, considera válido; los detalles que nos atañen en él, son el sinnúmero de reacciones y la exagerada polarización que el paro como tal y sus respectivos efectos ha generado, llevando a algunos sectores a aceptar e incluso apoyar la violencia, a tal punto que una reacción armada se ha vuelto justificable.
Para los fines pertinentes de lo que sucede en Colombia, vale la pena traer al momento al célebre filósofo y político Nicolás Maquiavelo, quien en su libro el príncipe, tratando de congraciarse y ofrecer su gran devoción hacia Lorenzo II de Médici, le orienta que cuando el pueblo se revela es bueno buscar puntos que los lleven a dividirse, de tal manera que el conflicto se dé entre ellos y se olvide de la intención original de la revuelta o el descontento, que es el mal gobierno o la tiranía del príncipe; de hi su máxima “divide y vencerás” y realmente observando los comentarios, publicaciones, noticias falsas se evidencian grandes discusiones que incluyen insultos, amenazas, agresiones, hasta intentos de asesinatos contra aquellos que piensan diferente, que pecan de forma distinta, llevando a un actuar y decir que todo es válido, conduciendo con ello a una situación tal donde todo se justifica o es permitido, ¡vaya error y magna equivocación!.
La politiquería al servicio de los grandes poderes económicos, políticos, y sociales ha llevado a los Colombianos a perder la sensibilidad social, la empatía; la ética y la moral; se han esclavizado al sofisma de “que todo se puede, todo es válido” las agresiones, el vandalismo, la violencia policial e incluso las violaciones y asesinatos se justifican bajo diferentes teorías como “para que salió a protestar”, “algo malo estaría haciendo”, “rezando no estaría” y esta situación resulta exageradamente alarmante, porque incluso personas que posan de creyentes, de religiosas, de culto o misa todos los domingos, defensores de la fe, son aquellos que más promueven la violencia, creyendo que la “Gente de bien” merece defenderse o se habla incluso de la legitima defensa, como instrumento o premisa para validar todas las atrocidades que se han venido presentando este Paro. ¿Pero quién es el más favorecido? En palabras de Maquiavelo es El Príncipe, que ve como sus adeptos, súbditos o términos generales el pueblo se agrede, se insulta, pelea y hasta se matan entre sí, olvidando el sentir como comunidad, como país que durante la gran mayor parte de su existencia se ha venido enfrentando a una violencia sin sentido donde solo se respira agresión, deseo de venganza y esa cultura traqueta donde todo se resuelve por las armas, la amenaza y la muerte.
La empatía surge de la reflexión de ponerse en los zapatos del otro, en dejar de pensar un momento desde la comodidad de mi estilo de vida, de mis intenciones, de mis relaciones familiares, de mis intereses económicos, de mi posición política o religiosa, para pensar en los menos desprotegidos, en los que no tienen oportunidades, en los que tratan de salir adelante. Aquí el problema no es quienes apoyan la policía y quienes no, quienes apoyan el paro y quienes no, quienes reducen el paro a vandalismo y quienes no, sino de reconocer que estamos cansados de la situación a la cual la misma clase política nos ha llevado año tras año, de disminuir esa mentalidad violenta a la cual nos hemos venido acostumbrando, de ser conscientes que nada se logra con la violencia y que en algunos momentos es mejor evitar debates que puedan generar grandes conflictos.
El adoctrinamiento solo existe cuando yo lo permito, cuando tengo pereza de leer, de investigar, cuando convierto en dogma cuanta cadena o información me llega a través del WhatsApp o cualquier otra red social. La violencia se genera cuando desinformo, cuando me muevo por interese egoístas, cuando con mi palabra insulto, atropello o pordebajeo a quien piensa diferente, ¿no creen que ya es suficiente todo lo que han sufrido nuestros abuelos, padres y hasta nosotros mismos? ¿Queremos que nuestros hijos y nietos sigan en las mismas? Yo, y solo yo soy responsable de atizar o acrecentar la llama de la violencia, cuando replico una noticia de la cual no estoy seguro, cuando me falta empatía, cuando me trenzo en discusiones que no valen la pena, cuando comulgo con la injusticia, cunado apoyo lo que está mal, cuando patrocino la corrupción, cuando critico o hablo mal del otro sin conocer sus necesidades o su situación, cuando difamo.
Sin embargo no podemos seguir haciéndonos los ciegos frente a todo lo que está pasando, ya es hora del cambio, la división solo favorece a los mismos de siempre que a lo largo de la historia nos han irrespetado; no necesitamos que se nos den gratis las cosas, pero si merecemos oportunidades y que se invierta constitucionalmente todo lo que pagamos en impuestos; tenemos, debemos y necesitamos actuar para conseguir una Colombia donde podamos educarnos, tener un trabajo digno y bien retribuido, donde la salud sea un derecho y no un negocio, donde la corrupción se elimine de nuestro pensamiento. La pregunta a modo de conclusión es: ¿a qué hora el paro se convirtió en el conflicto entre dos bandos donde todo es permitido: los que apoyan las fuerzas policiales y los que apoyan los jóvenes que están al frente del paro, olvidando que la reforma tributaria, la reforma a la salud, la reforma pensional y la reforma laboral nos perjudicaran a todos, algunos más que a otros, pero en ultimas a todos; y los medios de comunicación han hecho su tarea en difundir esta división, que solo favorece a los mismos de siempre. Nuestra voz de protesta no es una lucha de clases, es el clamor de un pueblo que está cansado de ver que todo se es permitido, muchas cosas se denuncian, pero al final todo sigue igual. Basta del dejarnos dividir.
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Magister en Educación, Docente Investigador Filosofía y Ciencias Sociales y Candidato a Doctor en Educación.
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