Por: Melba Abril/ Que ser padres en un reto, es una gran verdad. Que no hay como ni en donde aprender a ser buen padre, madre o cuidador, es una realidad aceptada que la mayoría enfrenta sin apoyo, títulos, ni experiencia, y en muchos casos sorteando cargas familiares, sociales, económicas y culturales. Si a esto le agregamos la noción de que los padres son los primeros educadores, el hogar es el primer salón de clase y el juego la primera lección, la sola perspectiva de ejercer este papel a cabalidad es un desafío de grandes proporciones y mucha transcendencia.
En este sentido, la educación debe verse como una cadena de eventos con múltiples actores encargados de preparar a las nuevas generaciones para un futuro que estará dotado de retos que aún no se conocen. La experiencia educativa que tenga un niño o una niña de 7 años hoy repercutirá en las decisiones que transformaran la sociedad, los modelos productivos, las comunicaciones y los avances científicos en 25 años, más precisamente en el año 2043. Por ejemplo, hoy existen empleos que no se conocían hace 20 años como es el caso del nutricionista, el entrenador personal, la diseñadora de aplicaciones para móviles y la gerente de medios sociales. En palabras de Richard Riley, Secretario de Educación de los Estados Unidos en la Administración Clinton “actualmente estamos preparando estudiantes para trabajos que aún no existen, utilizando tecnologías que no se han inventado, para resolver problemas que ni siquiera sabemos que sean problemas todavía”.
Es dentro de este contexto que el discurso pedagógico actual, con su referencia a la importancia de desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la colaboración, la imaginación y la ciudadanía en los niños, niñas y jóvenes, tiene sentido y relevancia. Es así como la meta de la educación actual va más allá de la adquisición de saberes, porque es aún más importante desarrollar habilidades de pensamiento que lleven a transformar esos saberes.
El pensamiento crítico es la habilidad adquirida para razonar, resolver problemas y tomar decisiones. Es pensar con lógica y preguntar para encontrar la mejor explicación para un tipo de hecho o situación. La colaboración es sobre la responsabilidad compartida, el deseo de alcanzar metas comunes, de comunicarnos y relacionarnos con otros. Por su lado, la imaginación y la creatividad permiten expresar pensamientos, sentimientos y aspiraciones; estas habilidades tan esenciales para el desarrollo tecnológico y científico las cuales son triste y frecuentemente asfixiadas por el énfasis que se le da a los exámenes y las calificaciones. En cuanto a la ciudadanía, es clave para ayudar a las personas a forjar una sociedad más justa, en paz, tolerante e inclusiva. Otras de las habilidades del siglo XXI son la resolución de problemas, la literatura digital y el liderazgo.
Pero, ¿en dónde encaja todo esto con el título de esta columna? Mucho de lo escrito se puede relacionar con la llamada fase de las preguntas, etapa en la que los niños indagan sin cesar en busca de información: ¿Por qué el cielo es azul? ¿Quién es esa señora gorda? ¿Cómo vuelan los pájaros? Tiende a suceder a partir de los 4 años de edad y en la medida que el niño o la niña empieza a ser capaz de resolver problemas abstractos y su curiosidad innata le lleva a querer saber todo acerca de lo que le rodea. Para el adulto, las preguntas pueden causar irritación y ser embarazosas, repetitivas, disparatadas, divertidas e incluso inverosímiles.
En un estudio reciente en el Reino Unido publicado en el diario The Independent (2017), se encontró que los niños curiosos pueden realizar hasta 73 preguntas cada día. Para el psicólogo español Javier Urra “formular preguntas es algo positivo. Preguntar es una de las capacidades cognitivas más importantes. Significa que los niños empiezan a tener capacidad de abstracción. Se aprende interpelando, y el ser humano ha llegado hasta donde ha llegado precisamente porque a lo largo de la historia se ha hecho preguntas”.
Entre los 3 y 5 años, el lenguaje y el pensamiento se desarrollan en gran medida lo cual le permite al niño y la niña aprender nuevas palabras, comprender respuestas, dar información, investigar, seguir conversaciones, expresar sentimiento y dudas. En otras palabras, “son como una esponja”. El aprendizaje se da en todo momento compartido entre padre, madre, cuidador, hijo o hija. Así que el rol del adulto es fundamental desde el punto de vista del desarrollo y el aprendizaje. Cada cosa que padres e hijos hagan juntos serán lecciones reveladoras que le ayudaran a crecer y aprender sobre el mundo.
Teniendo en cuenta que el entorno familiar no es el mismo para todos los padres e hijos y que hay un sinnúmero de circunstancias que impiden las relaciones optimas en el hogar, son varias las estrategias que se pueden emplear para no perder esos valiosos años de acercamiento y de aprendizaje significativos. No tienen valor comercial ni demandan una experiencia o rol específicos. Lo que si hacen es facilitar que los padres y cuidadores participen en la fase de preguntas de sus hijos e hijas ayudándoles a fomentar la curiosidad y el deseo de aprender.
En primera instancia, nunca deje las preguntas sin respuestas; si no sabe la respuesta o no puede contestarla al instante, dígale que lo hará luego. Segundo, proporcione siempre respuestas claras, sencillas y realistas. Tercero, agregue nueva información, sin extenderse demasiado, para ampliar el conocimiento. Cuarto, si es posible, utilice actividades lúdicas, divertidas y atractivas. Y para finalizar, ¿porque no hacer preguntas? Esto ayudará a sus hijos e hijas a practicar la capacidad de proporcionar información.
La Taxonomía de Bloom (1956) ofrece pautas para formular preguntas de acuerdo a habilidades de pensamiento ubicadas jerárquicamente en una pirámide. El siguiente ejemplo de preguntas se realiza tomando como base la historia de Ricitos de Oro y los Tres Osos de Robert Southey.
A nivel de recordar información, una pregunta para el niño o niña podría ser: ¿De quién era la avena más dulce? Para aprender: ¿Por qué a Ricitos de oro le gusto más la cama del Oso Menor? En cuando a aplicar: ¿Qué cosas probaría Ricitos de Oro en su hogar? Para incitar la capacidad de análisis: ¿Cuál parte de la historia podría no ser verdad? Una pregunta evaluadora podría ser: ¿Qué clase de persona es Ricitos de Oro? Y finalmente para estimular la creatividad: ¿Cómo la historia podría haber terminado diferente?
Para concluir, la habilidad de hacer preguntas que tienen los niños y niñas con el fin de recoger información constituye un mecanismo eficiente para su desarrollo cognitivo y es una herramienta poderosa para aprender sobre el mundo y como resolver problemas. He ahí la razón de la persistencia y urgencia por obtener la información faltante. Es tarea del padre, madre o cuidador ser consciente de que al aclarar dudas le está ayudando a su hijo o hija a construir conceptos, formar carácter, proporcionándole mejores oportunidades para sobresalir en el futuro.
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