Por: Juvenal Bolívar Vega/ Dejar atrás las diferencias, acabar con la polarización, impedir que se aprovechen de las necesidades de los ciudadanos para beneficio electoral; podrían ser el principio de la construcción de una nueva sociedad. El país lo requiere, debemos acabar con la mezquindad de los políticos.
La propuesta de un Acuerdo Nacional del presidente Gustavo Petro, aunque podría ser tardía, no lo es. Aún se pueden enderezar las cosas, pero se requiere dejar atrás el egoísmo de la oposición y la complacencia extrema de los aliados al Gobierno.
La iniciativa es clara: “Sí es posible llevar a Colombia al hambre cero y sí es posible reducir sustancialmente la pobreza si hacemos un pacto social aquí, si hacemos un pacto político, que vengo proponiéndolo, un Acuerdo Nacional, que también se debe extender al pueblo”. Esto dijo el presidente durante la instalación del Congreso.
Pero, hablar el idioma de lo social, de la igualdad, de crear oportunidades para quienes no las han tenido; no es un “negocio” favorable. Generar odio, miedo e incertidumbre, en una sociedad tan voluble como la nuestra, pueden producir votos.
El presidente que se quiere “perpetuar” en el poder, el mismo que busca una constituyente para reelegirse y que hace lo que le viene en gana, es el mismo que tiende la mano para el fortalecimiento de la democracia.
Petro, en un acto de humildad (o de vergüenza, como se quiera llamar), pidió perdón por el escándalo que ha salpicado su Gobierno. Lo hizo como una muestra de generar confianza y abrir canales de comunicación. De hecho, escuchó a la oposición y los mensajes de odio en su contra. Pero, ni uribismo, ni radicales, ni liberales, ninguna de estas organizaciones políticas que tienen en sus bases ideológicas el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos, respondió positivamente a la propuesta del Gobierno.
Si Petro basa su Acuerdo Nacional en políticos desconectados de la realidad social del país y alineados en una bandera que tuvo su éxito en una alianza con grupos irregulares y que dejó la seguridad democrática en manos de los ‘paras’; entonces su propuesta nació muerta.
Cómo pedirles a María Fernanda Cabal, Polo Polo, Jota Pe o al mismo Miguel Uribe; que solo ven en disparar antes de preguntar, la manera de solucionar los problemas de los colombianos. Tal vez no han leído la historia de Colombia, tal vez solo se educaron con las películas de John Wayne.
Tampoco se puede hacer un Acuerdo con aquellos viejos ‘jefes’ políticos: un Álvaro Uribe ad portas de un juicio penal y con más de 6 mil falsos positivos a sus espaldas; un César Gaviria que solo hace coaliciones donde mejores beneficios burocráticos obtenga y un Germán Vargas Lleras en declive, con una gran derrota electoral en 2010 y que se le conoce por maltratar a la gente.
Entonces, es claro que el país necesita mejores políticos, unos que no tengan agendas ocultas, o que no piensen más en sus necesidades electorales que en las del pueblo. De ese tipo de políticos no existen, por lo menos en esta generación. Aquí cobran por proyecto de ley, el mandatario de turno se debe bajar los pantalones y ofrecer lo que tenga a la mano: burocracia, contratos, etc. ¿Quién dijo que representan al pueblo?
La primera gran reforma que debe hacerse es una política, que permita elegir a dirigentes más comprometidos son su pueblo que con su bolsillo. Una que defina dos periodos máximos en una corporación pública y que determine unos salarios más ajustados a nuestro débil presupuesto nacional.
No quiero ser pesimista frente al futuro del Acuerdo Nacional de Petro, pero no podemos hacer un ‘pacto’ político con los mismos que han desangrado al país o que solo buscan el beneficio electoral a costa de las equivocaciones del Gobierno.
Ojalá, los que se autoproclaman nuestros dirigentes, empiecen a pensar en el país que les dejarán a sus hijos y nietos. Tal vez se den cuenta que el futuro de ellos depende de lo que puedan hacer en el presente.
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*Comunicador Social, estudiante MBA con concentración en Marketing Digital y docente universitario.
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