Por: Roberto Aponte/ El ser humano al ser la especie que literalmente ha dominado el planeta tiene una gran responsabilidad con este, por lo mismo este debe adaptar los mismos principios que lo regulan que son la sociedad y las leyes para poder garantizar el bienestar del globo terráqueo.
La conciencia ambiental es un tema relativamente reciente el cual surgió en los años sesenta debido a publicaciones como Primavera Silenciosa (1962) y la fotografía El amanecer de la tierra (1968) iniciando la preocupación de la opinión pública por este tema y por lo mismo esta rama de derecho también lleva poco tiempo de aparecer. Con cuestiones como la importancia otorgada a especies en vía de extinción, cada recurso natural caracterizado como determinada especie ha sido estandarizado y convertido en una variable la cual debe respetarse.
El derecho ambiental se ha formado a partir de tratados y normas respaldados por datos científicos. El primer reconocimiento al derecho de un medio ambiente sano fue expuesto en la declaración de Estocolmo en 1972, aunque antes de esto existieron algunas iniciativas aisladas por ejemplo en la convención de Londres de 1900 que buscaba proteger la fauna silvestre africana pero la iniciativa fue frustrada debido a la falta de participantes, pero retomada treinta y tres años después lo que permitió la creación de parques y reservas naturales en aquel continente.
En la declaración de Estocolmo se establecen 26 principios, pero resaltó el número 21: La responsabilidad de los Estados de garantizar que las actividades bajo su jurisdicción no causen daños al ambiente de otros Estados. Teniendo en cuenta esto se puede pensar en los impactos que generan otros países al extraer los recursos de otros territorios ajenos a los suyos, pero es aún más preocupante cuando los lugares explotados favorecen que tomen sus bienes en vez de crear economías diversas que favorezcan a sus habitantes.
Aquel documento impulsó a varios gobiernos a crear ministerios de medio ambiente y establecer normas para reducir la contaminación. El tan sonado término “Desarrollo Sostenible” fue acuñado en la comisión Brundtland en 1983 fundamentado como un principio que busca cuidar los recursos para que estos sean usados por las generaciones venideras. A fin de cuentas, las políticas ambientales estipulan acciones en el presente cuyo impacto perdurará varios años en el futuro.
La sostenibilidad en conjunto con muchas normas técnicas se convirtió en las bases para otras disciplinas reglamentadas, como los planes de ordenamiento territorial o la gestión del riesgo de desastres, mecánicos que buscan prevenir impactos como inundaciones o deslizamientos. La necesidad de prevenir estos eventos desfavorables ha generado muchos estudios y ha planteado las bases de la legislación ambiental, por lo que se han usado números fijos como medidores de las características del suelo y el agua.
Las leyes ambientales son mecanismos creados para reducir impactos ambientales y existen entes cuyo deber es velar por el cumplimiento de estas. Todo ingeniero ambiental debe dominar los parámetros que establecen estas normas.
Estas normas ya sean nacionales o regionales se convierten en determinantes del bienestar del medio ambiente, aunque los habitantes locales son los que sufren directamente los impactos negativos de la contaminación o de la afectación del recurso suelo o agua. Muchas veces esto depende de las políticas de cada país, si buscan favorecer a los compatriotas o beneficiar a unos pocos que terminaran saliendo de su hogar con mucho dinero, pero dejándolo en la miseria.
Cumplir las normas ambientales para muchos es solo un medio para evitar pagar multas, aunque muchas veces basta con aprovecharse de una pobre institucionalidad y corrupción para valerse de sobornos y otras artimañas para salir impune. Pero este es solo un pensamiento a corto plazo el cual ignora las repercusiones de aquellas heridas en la naturaleza.
Lo que podrían considerarse leyes ambientales es algo que debe apelar al cuidado de los recursos propios, podría apelar a un colectivismo mundial, pero hay que aumentar el sentido de pertenencia para cuidar los valiosos bienes que tenemos el agua, las especies animales y vegetales. Nosotros mismo debemos demostrar que apreciamos lo que tenemos y de la misma forma permitirles a nuestros descendientes disfrutar de la riqueza que poseemos.
*Ingeniero Ambiental y escritor
Twitter: @robustories
