Por: Irving Herney Pinzón/ La pandemia ha traído consigo, como bien se sabe, una serie de cambios sociales, políticos, económicos, entre otros, que han llevado a que los ciudadanos tengan que “reinventarse”, es decir, adaptarse y modificar su estilo o prácticas de vida a las cuales ya estaba acostumbrados: Una de ellas ha sido la presencialidad en la educación, es decir, la asistencia física y personal a cada uno de los salones de las instituciones educativas para participar en los procesos de enseñanza aprendizaje.
Es de recordar que la presencialidad, al igual que la virtualidad son formas o escenarios posibles para la educación, que han tomado valor en estos tiempos de pandemia y a la par de estos dos conceptos ha aparecido uno nuevo, muy sonado de manera especial en los contextos académicos y es el de la alternancia, pero, ¿qué significa alternancia? Es importante tener en cuenta esta definición porque en varias ocasiones las personas se tejen en discusiones, algunas de tipo bizantino, sobre conceptos sobre los cuales cada uno tienen una interpretación diferente, o más aun ni se sabe su significado real.
La alternancia es la opción de combinar estrategias de trabajo educativo en casa y virtual con encuentros presenciales en los salones de los establecimientos educativos; esta estrategia trae consigo unas responsabilidades que recaen en los padres de familia y directivas de los colegios, el gobierno y las secretarias de educación se lavan las manos frente a este compromiso, exigiendo para ello, un previo consentimiento por parte de las familias y los estudiantes delegando en ellos la responsabilidad a través de este consentimiento firmado.
Y por otra parte, en las directivas de los planteles la implementación y cumplimiento de los protocolos de bioseguridad, que surgieron son base en las exigencias del ministerio de salud y con los diagnósticos en materia de infraestructura, servicios y personal idóneo de las condiciones sanitarias para preservar el bienestar de la comunidad educativa; en otras palabras, si el estudiante o algún docente termina contagiado, contagia a los miembros de su familia y demás consecuencias que de este virus se desprendan (personal en unidades de cuidados intensivos, terapias respiratorias, agravamiento de enfermedades existentes, e incluso la muerte) son responsabilidad del padre de familia por haber autorizado que sus hijos asistieran presencialmente a las instituciones educativas.
Antes de implementar el modelo del alternancia, el ministerio y las secretarias de educación han venido, por medio de las instituciones educativas, aplicando unas encuestas para determinar, edades de los docentes y familiares de los estudiantes para saber si están sobre los 60 años, revisando la morbilidad de cada uno de éstos, es decir, que enfermedades padecen, entre otras preguntas.
Para diagnosticar las condiciones de salud de los miembros de las comunidades educativas, ha realizado un sondeo aparente sobre el número de estudiantes por salón, el tamaño del salón, el número de baños, lavamanos, que de acuerdo a un verdadero diagnostico terminan siendo preguntas insuficientes para revisar los protocolos con los que posiblemente contaría la institución educativa para prevenir el contagio en medio de la presencialidad de los estudiantes, y para a partir de allí asignar unos recursos que terminan siendo escasos e insuficientes, girados para hacer milagros y que estos alcancen para los gastos que generan la implementación de los protocolos en cada salón y en los demás zonas comunes de los establecimientos educativos.
Las instituciones no tienen la infraestructura, ni personal capacitado, ni los elementos de bioseguridad y protección para proteger la vida de las personas que asistirán.
Es de enfatizar que el modelo de alternancia desconoce la realidad y el contexto de cada una de las instituciones educativas en Colombia, donde día a día se lucha contra la pobreza de sus estudiantes y con la precariedad de las condiciones de éstas; los colegios no son guarderías para cuidar a los niños y adolescentes, la función de la escuela es coadyuvar en la educación del estudiante, mas no es el responsable directo de él; aun no es conveniente el retorno a clases presenciales, mas hoy en día que se habla del segundo y se espera el tercer pico de la pandemia, donde gobernadores y alcaldes implementan toques de queda, pico y cédula y demás estrategias para controlar los aforos y evitar posibles contagios, picos que han aumentado las muertes en cada uno de los pueblos y ciudades del país.
Y ahora se desea, según el Ministerio de Educación y el gobierno, que los principales focos de contagio sean las instituciones educativas, esta medida de la alternancia en este momento se convertiría en un acto de irresponsabilidad de parte de todos aquellos que la apoyan y la desean efectuar, además teniendo en cuenta que en este momento existe una gran congestión del precario sistema hospitalario que existe en Colombia, las Ucis llegando a un 100% de ocupación y las demás camas de los hospitales y clínicas en condiciones no aptas para atender personas contagiadas.
Algunas personas creen que los maestros que apoyan el que aún no se regrese a clase es porque son perezosos y no quieren trabajar, y se ha comprobado de acuerdo a la experiencia y con datos de investigaciones realizadas por distintas universidades y EPS que ha sido la virtualidad el periodo de mayor trabajo para ellos, incluyendo que las 24 horas del día se convirtieron en la jornada laboral de ellos.
No es cuestión de pereza laboral, es un tema de autocuidado, de sentido común, de protección. Esta terquedad de los docentes, de algunos padres de familia y de ciertos sectores por rechazar en estos momentos la alternancia, solo demuestra su afán e interés por demostrar que la gran prioridad debe ser la salud: proteger la vida y la salud por encima de cualquier cosa, más aun cuando se demostró que la virtualidad funcionó, no igual que la presencialidad, pero frente a la pandemia es un esfuerzo aceptable.
Lo más grave de presentar la alternancia como un experimento criollo es que se pretende implementar sin tener en cuenta la experiencia de otros países, solo por colocar un ejemplo, en Corea del Sur, cientos de escuelas debieron cerrar tras su reapertura por nuevos brotes y focos de contagio, ellos habían implementado exigentes protocolos de bioseguridad para volver a las aulas y este experimento les duró tan sólo 9 días, es de tener en cuenta que sus condiciones eran más rigurosas y contaban con mejores circunstancias que las que tienen las instituciones educativas colombianas, esta premisa se evidencia en los datos de la Universidad Johns Hopkins, en el momento del retorno a clases, el país asiático, con casi 52 millones de habitantes, registraba 11.110 casos confirmados y 263 decesos, sin embargo el reporte por Covid-19 días después señalaba 31.833 casos confirmados y 1009 muertes, es decir, un aumento de casi el triple de los casos registrados inicialmente.
Es muy importante recordar a los padres de familia que quedó explícito que su consentimiento es fundamental. No es un tema de obligar a nadie. Los padres son los que mejor conocen la información en materia de salud y comportamiento de sus hijos y sus familias, y los riesgos que este proceso de enseñanza presencial puede traer, en cuanto que sus hijos no son los únicos que asistirás al colegio, vas acompañado de varios estudiantes más, de los cuales se desconocen sus comportamientos, sus hábitos y las medidas de protección que ellos y su familias implementan para no contagiarse, entre otros; por lo que la decisión recae sobre los padres de familia. Por eso se busca también buenos elementos para continuar con la educación en casa y/o virtual, para que el proceso de formación no se interrumpa en ningún caso.
#NoALaAlternacia, aun no es el momento, sus hijos, no son personas para experimentar, no son ratones de laboratorio, no se puede jugar con fuego porque siempre, siempre alguien resultará quemado, se puede continuar con la virtualidad mientras se esperan los procesos de vacunación y ahí si regresar a la presencialidad.
*Magister en Educación, Docente Investigador Filosofía y Ciencias Sociales y Candidato a Doctor en Educación.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).