Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Como seres humanos que somos cometemos errores, es algo normal, además nos forman y son de aprendizaje, le leí una vez a Carlitos y Snoopy el siguiente dialogo: “si tuviera la experiencia que tengo hoy, no habría cometido tantos errores”, respuesta: “error Carlitos si no hubieses cometido tantos errores, no tendrías la experiencia que tienes hoy”, gran enseñanza, es algo normal cometer errores lo anormal es: flagelarnos constantemente por ellos y pasar toda la vida castigándonos y generando desconfianza e inseguridad.
Eso por un lado, ahora miremos el otro ángulo, el de actuar a sabiendas que se está cometiendo un error, un ilícito, una acto corrupto y rastrero, una traición; el de actuar con la política del: primero yo, segundo yo, tercero yo, y si queda alguito pa mí, lo que se está convirtiendo en el normal proceder de nuestra sociedad, y es que ya lo aceptamos con frases lapidarias como: está bien que roben pero que hagan algo, me pega, me maltrata, pero lo (a) quiero, menos mal me robo, pero no me hirió, en el fondo es buena gente, es mejor dejar así, y las más clásica emitida ahora ultimo por la procuraduría con relación a un robo de miles y miles de millones “actuaron de buena fe y fueron engañados”, y muchas otras más que acolitan el delito y el mal proceder.
Quienes hemos cometido errores, sabemos que lo más importante es aceptar el error, luego asumir las consecuencias del error, aprender de él y proceder a corregir.
Una frase dice: “ante la duda detente”, todos sabemos que, si algo está mal o estamos frente a un proceder no docto, la duda nos asalta, recordemos que la duda, se impone como el último reducto de la inteligencia, por ello dudar se convierte hoy en la gran revolución del pensamiento; en el escudo propicio para la reconstrucción de la ética; en la reivindicación urgente del retorno a la defensa de los principios; en la manera de empezar de nuevo.
Como consecuencia de ese enfoque humanístico, donde el traicionar la confianza de los seres cercanos y de quienes confían en nosotros podemos acudir a la gran reflexión propuesta en una obra de Dante Alighieri, el tema del club de los desconfiados.
La “Divina Comedia” es un acto de venganza exquisito, una respuesta cuidadosamente meditada después de haber sido condenado a muerte en Florencia, en un juicio liderado por el bando político contrario, este poema descomunal publicado en el 1320, tiene más de 14.000 versos distribuidos en 100 cantos, y fue construido en 12 largos años de trabajo inteligente, minucioso, intencionado y mordaz, Dante murió en el exilio, un año después de la publicación de su obra magna.
El siglo XIV fue una época plagada de lo peor de la naturaleza humana, a la orden del día estaban las intrigas, las traiciones y la deshonestidad, todo esto era algo normal en la vida social, política y económica de esos tiempos, me atrevería a decir que estamos viviendo unos años peores o iguales que esa época, el autor expresa de mil maneras, que la traición es el más execrable de los crímenes.
Para que se haga usted una idea, en el infierno de la Divina Comedia hay nueve círculos, cada uno de los cuales es definido por el grado y la naturaleza de los actos de quienes llegan a él, los asesinos son depositados en el séptimo círculo, Al Cocito, ese lago congelado de dimensiones extraordinarias, en donde se encuentra el noveno y último círculo del infierno, llegan a purgar su condena eterna los traidores, a merced de las “frías ráfagas de viento producidas por las alas de Lucifer” y sepultados para siempre por el hielo.
Contrario a esos círculos que describe esta gran obra, en nuestro país se premia a quienes actúan mal, se les venera, se hacen intocables, y se les premia otorgándoles votos, para que sigan su carrera de corrupción y destrucción.
Está demostrado hoy que, cuando una persona se enfrenta a la frialdad social, se activan las mismas estructuras neuronales que cuando se toca algo frío o se siente frío al salir a la calle sin abrigo en invierno, frialdad social que se debería aplicar a tanto político pícaro, y corrupto que tenemos en nuestro país, pero en nuestra actual sociedad se premia la viveza, la ley del más vivo es aplaudida, y el que actúa honestamente se le tilda de sapo, de bobo, y se le aísla.
A pesar de las traiciones y su impacto sobre la confianza, estos nefastos personajes que se mueven en la política lo hacen con solvencia en todos los terrenos y actividades, es en este campo donde su ejercicio es más desbocado, con severas consecuencias para la sociedad, para el país y para la vida democrática, sus daños son incalculables, en Colombia nuestros políticos en los últimos 40 años se han robado miles y miles de millones, ante la mirada complaciente de una ciudadanía adormecida, envuelta en discusiones Bizantinas que ellos mismos propician sin que exista el más mínimo castigo para sus protagonistas.
Al igual que en el siglo XIV, estamos viviendo un período de la historia en donde la naturalización del engaño y la traición en la actividad política, han convertido la vulgaridad, la ausencia de principios, la desmoralización social, las empresas electorales, la desaparición de la ética, la institucionalización de la mentira; en hechos cotidianos y normales incorporados a la rutina de la vida diaria, aplaudido y patrocinado por medios, por periodistas, por los entes de control y fiscalía.
Una expresión tan poderosa y necesaria como la coherencia desapareció del lenguaje político contemporáneo, nuestros políticos en un acto de prestidigitación perverso, con los temas asociados a los principios y a la ideología, los convirtieron en análisis de coyuntura, y amparados en la excusa de la famosa búsqueda de la unidad, y en la erradicación del sectarismo, no les importan cuáles sean los siniestros intereses del aliado, cual ha sido su trayectoria, su vocación y actuar delincuencial; cuales han sido sus actos deshonestos, sus investigaciones, lo que les importa son sus intereses del momento y que les sirva de aliado para este logro.
Y es que el político inconsecuente, es el mismo que defiende una idea o una causa y a su vez denigra de ella; es el que acompaña hoy a un amigo y mañana a su contradictor; acá lo que les importa realmente es que con ese político se puede “trabajar” y ya sabemos lo que significa “trabajar” en síntesis acá lo que les importa es lograr a toda costa alcanzar sus objetivos personales así toque aliarse con el diablo si es preciso, “ya muchos lo han hecho”, tal legitimación de la inconsecuencia y la traición, tal ausencia de principios, tal abolición de las ideas; vuelve trizas el ejercicio de la política, y trizas nuestro país y es lo que está pasando en este bello país llamado Colombia, ¿culpa de quién? Ya se sabe cómo se vota en este país.
Estamos viviendo tiempos del “deje así”, de la desaparición del pensamiento y de la ética, cuando uno compara a Colombia con otros países encuentra que aquí hay demasiada gente, en busca de lo fácil dedicada a actividades poco productivas, como la política, ahora los llamados Influencer, o dañinas, como la mafia y la corrupción y poca gente inteligente dedicada a la ciencia, la investigación y la innovación, producto del poco apoyo de los gobiernos.
En lugar de empezar a solucionar los problemas por la vía del conocimiento, preferimos vías más expeditas y locuaces, pero menos efectivas, una es la ideología política.
La invitación es trabajar por un mejor país desde nuestra actividad, desde nuestro comportamiento, necesitamos más y mejor conocimiento, es muy difícil mejorar si no se sabe la real dimensión de nuestros problemas, pero es conocerlos, no por lo que digan ciertos medios parcializados.
Una de las principales características del subdesarrollo es la falta de información, la revolución del pensamiento; es el escudo propicio para la reconstrucción de la ética; trabajemos en la reivindicación urgente del retorno a la defensa de los principios.
Pienso, con genuina esperanza, que debemos atrevernos, si lo hacemos lograremos un mejor país, ahora bien, la solución a los problemas de Colombia no depende exclusivamente del Estado o de la sociedad, depende de nosotros, desde nuestro hogar, nuestro trabajo, la educación y el ejemplo que damos. Insisto en la frase que me gusta “la palabra enseña, el ejemplo arrastra”. ¿Qué ejemplo estamos dando?
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*Profesional en Mercadeo
Twitter: @heraldoru
Así es 👍 de los errores aprendemos, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, lo que deseamos, lo que odiamos y pueden llevarnos a la frustración o al éxito…. Gracias un Abrazo 🤗