Por: Óscar Prada/ Más que un cúmulo de opinión, la intención de estas líneas era ilustrar en cifras oficiales el panorama de las personas trans en el país; aun así, la falta de estadísticas desnuda una realidad que se presume aún más dura que la registrada.
La falta de datos oficiales, refleja la apatía y revictimización Estatal hacia las personas trans; que a su vez imposibilitan la creación de políticas que aminoren sus problemáticas. Sin mención y registro, lo sucedido no existió.[1]
Pese a ello, las cifras no bastan para despertar la empatía social; infortunadamente, crímenes bestiales como el transfeminicidio de Sara Millerey González, conmovieron momentáneamente el alma de una sociedad anestesiada por la indiferencia y la discriminación.
Sara, era una mujer trans que fue arrojada a una quebrada, no sin antes quebrarle sus extremidades y registrar la agonía de su ahogamiento en redes sociales. La madre alcanzó a verla con vida sin poder auxiliarla; luego fue llevada a un hospital donde murió a causa de las heridas y de la contaminación del agua.[2]
Más grave aún, se presume que la atrocidad narrada fue perpetrada como acto “ejemplarizante”, para que aquellos que se perciben como personas trans, se abstengan de manifestar su propia identidad. Lo anterior se denomina transfobia; ahora bien, ¿qué significa ser una persona trans?
Ser trans significa…
Cabe mencionar que el inicio del escrito, asume que el lector sabe lo que significa ser una persona trans; con todo, no sobra aclararlo de forma general y sencilla.
Para empezar, la genitalidad de las personas en la mayoría de los casos, concuerda con la identidad de género; es decir, si biológicamente se nace como varón, usualmente la persona asumirá un comportamiento y apariencia catalogado socialmente como masculino.
En el caso de las personas trans, se puede nacer con genitales masculinos, pero sentirse y actuar socialmente como una mujer; al igual que nacer biológicamente con genitalidad femenina, pero con un sentir y actuar social, correspondiente a un hombre.
Es decir, más allá de la genitalidad, ser trans es un sentir que trasciende lo biológico, existiendo personas que no se enmarcan dentro de lo masculino y femenino, denominándose personas no binarias; cuya categoría se enmarca dentro del colectivo trans.
Por lo tanto, con independencia de los sentires más profundos de una persona con identidad de género diversa, la realidad apunta a que dicha población es concebida socialmente como si no fuesen seres humanos.
Lo dicho se basa en la inseguridad de deambular por las calles, en las dificultades de obtener empleo, de acudir y recibir tratamientos médicos, de recibir educación y de acceder en igualdad a los derechos fundamentales.
Sin nombrar otros ejemplos, aquellos son actos de marginación social que desconocen la naturaleza humana de las personas trans.
Una comunidad desprotegida con derechos
La hostilidad social que recae sobre las personas trans, radica en la no aceptación de la diferencia, ligada usualmente a creencias religiosas que catalogan la diversidad de género, como un acto desviado y pecaminoso. Las visiones teológicas que conciben la creación como estrictamente hombre-mujer, ahondan la segregación.[3]
La Corte Constitucional, ha sido clave en el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas trans, enfatizando la discriminación histórica que han padecido; afirmando que no existe un modelo único de virtud, y validando las distintas opciones de vida con plena igualdad.[4]
En consecuencia, se ha reconocido al colectivo trans, como sujetos de especial protección constitucional reforzada, que impone un deber a las autoridades en obrar con debida diligencia reforzada; es decir, que estas últimas deben prestar sus servicios con prelación y agilidad para contrarrestar la desigualdad histórica.[5]
No obstante, la protección jurídica en mención, poco cambia la realidad hostil hacia la vida de las personas trans. Factores como la impunidad en procesos judiciales con revictimización a bordo, falta de compromiso institucional, y fobia social por el respeto a la diferencia; son la mezcla perfecta para que los derechos de aquellas personas queden en el papel.[6]
De nada sirve crear más delitos y aumentar las penas para casos escabrosos como el descrito, si permanece la postura de no evitar que dichos vejámenes ocurran.
En la política de castigar sin evitar, se percibe el poco aprecio por la vida humana. El esperar que lo indecible suceda, para que la inercia de lo mediático mueva unas instituciones indolentes con la realidad; es un acto tan deshumanizante, en forma de violencia institucional.
Si bien, la finalidad de un escrito es abordar una problemática proponiendo soluciones, la salida viable para acabar con la pesadilla, es el reconocimiento social a la diferencia de la población trans con políticas claras y concisas.
Es el ejemplo del proyecto de ley denominado “Ley Integral de Identidad de Género”, que facilita el acceso a derechos y servicios de primera necesidad como salud, educación, trabajo; visibilizando estadísticamente su realidad a través del DANE. Dicha política general, otorgaría lineamientos interinstitucionales para abordar las complejas realidades de dicha minoría de forma integral.[7]
Lo anterior, es una cuenta pendiente por parte del congreso; no obstante, legislar para una minoría marginada que genera fobia social, restaría popularidad y votos; consolidando la exclusión hacia dicho colectivo, pese a sus condiciones adversas.
En síntesis, la educación y la participación de la ciudadanía insta a las instituciones a actuar con igualdad y justicia; siendo el remedio más efectivo en contra de la marginación e intolerancia hacia dicha minoría.
Una sociedad cuya incapacidad institucional permite tratos deshumanizantes a un fragmento de sí misma por ser diferente; es el resguardo perfecto para que la discriminación imponga su ley. La solidaridad de los colombianos debe cambiar el paradigma de: ser trans en Colombia, es llevar una lápida consigo.
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*Estudiante de Derecho
Contacto: 3017716507
X: @OscarPrada12
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)
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[1] Corte Constitucional. Sentencia SU 067 de 2023. “Con todo, es necesario tener en cuenta que la discriminación histórica que ha padecido la mencionada comunidad tiene que ver, en gran medida, con la falta de información estadística.”
[2] El Espectador. A Sara Millerey la mataron el odio, el morbo y la indiferencia.
[3] American Bar Association (ABA). URL
[4] Corte Constitucional, Sentencias: C 382 de 2019 y SU 067 de 2023
[5] Ibidem
[6] Incontables: Sin registro, no hay memoria. Informe Derechos Humanos personas LGBTIQ+ 2023. Caribe Afirmativo.
[7] Cámara de Representantes. PL 122-2024C URL