Por: Juvenal Bolívar/ No salgo de mi asombro: En plena Feria Bonita, qué el alcalde Rodolfo Hernández haya decidido ordenar sus propias vacaciones y salir del país, es algo que me genera desconfianza. Y normalmente no soy desconfiado.
Yo no creo en la tesis de los amigos del Ingeniero que afirman que “como cualquier otro trabajador, él tiene derecho a descansar”. Y no porque esa justificación sea inversamente proporcional a su gestión, sino porque las fiestas populares, tradicionalmente son para compartirlas con sus gobernados, acercarse a ellos. Palabras más, palabras menos, “pan y circo” le daban los emperadores a sus súbditos, una tradición que se sostiene en los años.
Pero es claro que abandonar del país “como alma que se lleva el diablo”, no radica solo en el hecho que estas fiestas –tal como las dos anteriores- son un completo fiasco, que en nada enaltece la cultura, ni las tradiciones de la Ciudad Bonita. Entonces, ¿para qué hacer presencia en esta ridiculez?
Rodolfo Hernández salió de Colombia con los primeros ‘chiros’ que se encontró y no para descansar de la clase política que lo critica, ni de la dirigencia cívica que le exige obras, ni de los maestros que le piden mejores condiciones, ni de los taxistas que se está quebrando por el transporte ilegal que él permite, ni de la sociedad bumanguesa que está acorralada por la inseguridad. En fin, el alcalde sabe lo que le viene y no quieren que lo cojan con los calzones abajo.
Detrás de él hay todo un prontuario, que inició hace 20 años con sus promociones de vivienda en HG Constructora. Tiene investigaciones por todo tipo de irregularidades, fechorías en las que tuvo el acompañamiento de muchos de los políticos a los hoy critica. En la Fiscalía hay todo tipo de demandas contra él, porque sus ‘planes fáciles’ para lograr una vivienda solo resultaron favorables para su bolsillo. A cuanto ingenuo que pudo, lo tumbó.
Hernández no es bobo ni atarantado. Es todo un estratega del mal. Así como engañó a los bumangueses con las carta-cheques de los ‘20 mil hogares felices’ para que lo eligieran alcalde y tal como ha sido de nefasta su Administración, ya tiene calculado la ruta de escape cuando la Fiscalía y demás entes de control lo llamen a responder por sus negocios por debajo de la mesa.
Aunque muchos cuentan las horas para que se tenga una decisión de los organismos judiciales sobre el escándalo de corrupción más grande de la historia de Bucaramanga, orquestado por él y por su familia, conocido como ‘corretaje’; ya falta menos tiempo que antes para que ese concierto para delinquir y ese intento de favorecerse de los recursos públicos en un contrato con Vitalogic, se aclare y que le caiga el peso de la ley a todo aquel que esté involucrado, no importa si es viejo y dice ser el dueño de la pulcritud.
Por ahora el Ingeniero debe volver a Colombia a responder por dos órdenes de arresto que tiene en su contra, ambas por desacato a la justicia. Una, la que ya está en pie y debe hacerse efectiva de manera perentoria, en la que el Juzgado Segundo Administrativo Oral del Circuito de Bucaramanga confirmó una sanción por desacato y por lo cual deberá pagar una multa consistente en 10 salarios mínimos mensuales legales vigentes y cinco días de arresto.
La otra tiene que ver con el desacato a una Acción de Tutela que le ordenaba rectificar todo tipo de improperios contra el diputado Édgar Suárez Gutiérrez y retirar de las redes sociales los videos y declaraciones que ha emitido sin pruebas contra este.
En el caso del primer desacato, las autoridades deben proceder a la captura de Hernández si no se presenta voluntariamente y de manera perentoria. Sin embargo, como se encuentra por fuera del país, una vez ingrese a Colombia, la Policía debe capturarlo y trasladarlo a un sitio de reclusión. Estas decisiones judiciales son de inmediato y estricto cumplimiento.
Si la justicia en Colombia existe, entonces muy pronto en Bucaramanga cesará la horrible noche.
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