Por: César Camilo Hernández Hernández/ ¿Qué es lo más promisorio del mundo? ¿Dónde está la esperanza de la vida? ¿Quién es el futuro de la humanidad? Preguntas ambiguas, pero existe una palabra que por lo que compone responde a cada una, la niñez. En los niños podemos encontrar una variedad de promesas, esas que nos dan esperanza de un futuro de cambio y superación.
Desde que soy padre alrededor de cuatro meses y medio, puedo percibir en mi hija el amor único, la felicidad eterna y la responsabilidad más importante de la vida. Es por eso que cuando me levanto y escucho los medios de comunicación informar de atropellos o crímenes contra diferentes niños, me pregunto cuál es el mundo que estamos construyendo y cuál es el que les vamos a dejar.
No puede ser que existan personas enfermas que atenten contra criaturas indefensas, con una vida por delante, llenas de sueños y un camino por vivir. Desde el gobierno nacional hasta cualquier ciudadano, nos debe empezar a doler los actos de violación, crimen, secuestro, desnutrición, explotación, violencia intrafamiliar, abandono y muchos más que están acechando nuestra niñez.
Una política pública de resarcimiento y respeto de los derechos de los niños urge del nuevo gobierno y del congreso, pues nuestra infancia debe ser prioridad en temas legislativos y de trabajo mancomunado entre sector público, privado, sociedad civil y cooperación internacional. La lucha de frente contra estos canceres, se debe dar desde una postura estricta y severa, la pena de muerte o cadena perpetua se deben implementar a quien cometa estos delitos, pero más allá de soluciones penales, debemos crear programas y proyectos trasversales de desarrollo y crecimiento de este ciclo vital.
Es necesario realizar inversiones tangibles e intangibles en los territorios urbanos y rurales, como espacio lúdicos donde el menor pueda explotar la acción con el juego y la diversión, pero con trasformación que se da con aprendizaje. Mas bibliotecas siendo áreas donde se adquiere una enseñanza adicional; la lectura conlleva a un desarrollo adyacente al de las aulas de clase, además, son lugares que en los tiempos libres pueden albergar a esta población alejándola de vicios y peligros.
La jornada única y gratuita debe garantizarse en todo el territorio colombiano, siendo la educación el factor primordial que logre el crecimiento integral, la equidad y calidad de vida de nuestros menores; su segundo hogar tiene que volver a ser las escuelas y colegios. Incentivos para la promoción deportiva y cultural, en cada rincón del país, encontramos el deseo y las ganas de los pequeños de practicar un deporte o realizar una actividad lúdica, pero más allá, encontramos unos talentos que debemos apoyar desde sus inicios y brindarles un acompañamiento para la consecución de sus metas.
En la actividad escolar se debe rescatar las cátedras o mejor implementar técnicas de divulgación de los derechos y deberes, es necesario que cada infante conozca a que tiene acceso, pero más importante cuáles son sus deberes como ciudadano y ser humano.
Nos falta mucho y creo que llego el momento de trazar una hoja de ruta en pro del cuidado y desarrollo de la niñez, no podemos jugar con su libre desarrollo, es constitucional pero debe ser más moral. Estas acciones a emprender deben ser lideradas y apalancadas desde la casa, hay que abolir las familias disfuncionales, la construcción de seres humanos dotados de principios y valores tiene que volver a ser el foco de los núcleos familiares ¡Despertemos! En la niñez están las promesas, la esperanza y el futuro del mundo. Es hora de que todos los actores pongamos ese granito de arena para ver sonreír a la cara sensible de la sociedad.
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