Muchos quisieran conocer Cuba, una de las últimas naciones comunistas en América Latina, antes de que la ideología que ha gobernado la isla desde que Fidel Castro llegara con la Revolución alcance tal vez su fin.
Pero quienes no viven allí, por más que sueñen con esta especie de viaje en el tiempo dentro de la mayor de las islas del Caribe, no siempre saben que otros cubanos también quieren que el comunismo acabe.
En este sentido, el pasado fin de semana este deseo –al grito de ‘¡Queremos libertad!’– se convirtió, por un lado, en una explosión de reclamos que invadió las calles de La Habana Vieja y de otras ciudades cubanas, dando paso a protestas antigubernamentales en el extranjero, como Estados Unidos, México o Costa Rica.
Aunque por otro lado, y bajo arenga del presidente Miguel Díaz-Canel, motivó la marcha de otros ciudadanos revolucionarios que salieron en defensa del Gobierno de la isla –también en otros países– y en denuncia del embargo estadounidense, al que responsabilizan del deterioro de la vida.
En medio, sin embargo, existe un mal común de crisis económica y dificultades. De una situación epidémica agravada, con alza de casos de Covid-19. Con cortes de electricidad que se han hecho habituales, además de estanterías vacías en supermercados y farmacias. De ahí el sentimiento de agotamiento y desesperanza.
Según el portal web Inventario, durante el fin de semana se produjeron cerca de 40 protestas en toda la isla, mientras que el servicio de Internet sufre interrupciones desde el domingo.
Con todo, estas protestas marcan un hito en la historia del país, que no había registrado ningún episodio similar desde 1994, cuando algunos manifestantes salieron a las calles para denunciar la falta de recursos.
Gobierno: «No va a poner la otra mejilla a quienes la atacan»
Según el Gobierno comunista, las marchas fueron orquestadas por contrarrevolucionarios financiados por Estados Unidos que manipulan la frustración de los cubanos con una crisis económica que, según asegura, ha sido causada en gran parte por el prolongado embargo comercial estadounidense.
Tras las manifestaciones –el lunes dieron paso a la actual tensa calma–, Díaz-Canel no dudó en incitar a sus partidarios a contrarrestar a los manifestantes que pedían «¡libertad!» una y otra vez, como si la unión de sus voces fuera la fuerza para pasar a otro tipo de revolución.
La respuesta del Gobierno, que ha contado con la presencia del expresidente Raúl Castro, no tardó en hacer eco en la comunidad internacional. Luego de que al menos cien personas fueran detenidas en el marco de las protestas antigubernamentales y antes de que la agencia de noticias Reuters reportara este martes la muerte de un hombre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, defendió que es un «grave error» culpar a su país de las protestas.
En la misma línea, el presidente Joe Biden exigió no reprimir los reclamos con violencia y pidió «escuchar al pueblo». Un pueblo que, en un extremo pide democracia y en el otro defiende que no entregará su país, que no requiere de ningún corredor, sino del fin de las sanciones. «Pedir una intervención humanitaria en Cuba, es pedir una intervención militar estadounidense», aseguró el canciller Bruno Rodríguez.
Por el momento, más allá de la acusación cubana contra el Gobierno de Estados Unidos, los diálogos se mantienen entre ambos países. Si bien, el secretario de Seguridad Nacional estadounidense, Alejandro Mayorkas, ya advirtió a los manifestantes antigobierno que «si se hacen a la mar, no vendrán a Estados Unidos».
Opinión de los vecinos latinoamericanos
Este martes, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, expresó que se debe terminar con el bloqueo económico de Cuba –vigente desde hace seis décadas– y tachó de «interesante» que ante la ONU la «inmensa mayoría» de países vote contra el bloqueo económico en la isla.
Obrador ya había rechazado las políticas «intervencionistas» sobre la nación. Pero además ofreció mandar cualquier ayuda, «con medicamentos, con vacunas (contra el Covid-19), con lo que se requiera y con comida, porque la salud y la alimentación son derechos fundamentales».
«La verdad es que si se quisiera ayudar a Cuba, lo primero que se debería hacer es suspender el bloqueo (…) como lo está solicitando la mayoría de los países del mundo», sentenció el mandatario.
Por su parte, el Gobierno del chileno Sebastián Piñera afirmó que la libertad de expresión y la manifestación pacífica son derechos humanos «que deben ser respetados y resguardados», por lo que pidió al Gobierno no «acallar» a sus ciudadanos que piden «libertad».
«No hay justificación para impulsar medidas represivas que intenten acallar a los ciudadanos que pacíficamente piden mayor libertad, salud oportuna y digna, y mejor calidad de vida», expresó la Cancillería chilena en un comunicado.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro defendió el movimiento social en las calles de Cuba, mientras que el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva se pronunció en Twitter declarando «¿qué está sucediendo en Cuba tan especial para que se hable tanto? Hubo una caminata. Inclusive vi al presidente de Cuba en la caminata, conversando con personas. Cuba ya sufrió 60 años de bloqueo económico de Estados Unidos, todavía más con la pandemia, es inhumano».
Mientras tanto, la organización Human Rights Watch (HRW) denunció que los detenidos en las protestas ocurridas en Cuba «superan los 150» y exigió que cesen las violaciones de derechos humanos en la isla. El director para las Américas, José Miguel Vivanco, alertó que «se desconoce el paradero de muchos de ellos».