Por: Gustavo Herrera Acelas/ El arte en todas sus manifestaciones son un antídoto emocional ante la pandemia. La expresión artística y creativa tiene un poderoso impacto en la salud y el bienestar del ser humano.
Desde hace una década muchos estudiosos coinciden en que la participación y/o involucramiento con las artes tiene una variedad de resultados que incluyen una disminución de los síntomas depresivos, aumento de las emociones positivas, reducción de las respuestas al estrés y, en algunos casos, incluso mejoras en el funcionamiento del sistema inmunitario; creatividad y las artes visuales, por ejemplo, tienen grandes beneficios para la salud.
Incluso, la participación en las artes como espectador puede tener un impacto, pero si realmente desea beneficiarse la participación activa es la mejor opción. La autoexpresión creativa y la exposición a las artes tienen efectos de gran alcance no solo en la salud cognitiva y psicosocial, sino también en afecciones físicas.
El arte y la creatividad pueden desempeñar un papel valioso en la mejora de la autoestima, la sublimación, las habilidades de socialización, la introspección y la creatividad. Una de las formas más importantes en que un individuo puede desarrollar un sentido de propósito es conectarse con una cultura saludable y positiva que inspire creatividad y crecimiento.
Del mismo modo que se ha demostrado que la música mejora el bienestar, las artes visuales se han relacionado con una mejor salud psicológica, incluida la reducción del estrés. Además, la creatividad representa una oportunidad para afirmar una identidad positiva.
La información anecdótica con respecto a los artistas y su lucha por el bienestar, la capacidad de usar el arte para superar su propio dolor y, posteriormente, poder representarlo.
El arte, esa forma de elevación del espíritu que distingue a los humanos de las demás especies, está amenazado en tiempos de Covid-19. En confinamiento, el acompañamiento, la quietud y la reflexión son solo algunos de los aportes de los contenidos culturales y sus creadores. ¿Cuál es el papel del arte y cómo se está reinventando?
En estos días extraños mucho se ha dicho y escrito sobre la importancia – incluso la necesidad- del arte en medio de esta de crisis sanitaria, social y económica.
Artistas, los más lesionados en la pandemia
No deja de ser impresionante que aún se desconozca la tremenda precariedad en que viven la gran mayoría de los artistas. Casi el 60% tiene ingresos menores a $500.000 pesos colombianos; un tercio es el único sostenedor económico de su hogar; un 85% ha perdido trabajo producto de la crisis del Covid-19 y un 81% no tiene acceso a la seguridad social por no contar con contrato, en su mayoría son trabajadores informales.
Y así, aún muchos no comprenden que los artistas sobreviven la pandemia tal como lo hacemos todos: con angustia, con miedo, con cansancio. Con días buenos y malos. Sensaciones probablemente agravadas por el hecho de dedicarse a una profesión tan precarizada por ser más una vocación, y en la cual pedir ayuda tiene un alto grado de desaprobación.
Como dice la sabiduría popular, eres responsable de haber elegido una carrera creativa, si te arriesgaste a pesar de los peligros, cuando algo sale mal al único que puedes culpar es a ti mismo.
Es parte de un discurso neoliberal que apela a un eterno perfeccionamiento personal, en el que todo fracaso es el resultado de no haberlo intentado con suficiente esfuerzo, del sueño meritocrático en que “el que puede quiere”.
Es una filosofía tremendamente individualista, en la cual las fallas sistémicas son invisibilizadas, y la carga cae de lleno sobre los hombros de la responsabilidad individual. Pero solo los que amamos el arte sabemos la satisfacción tan grande de esta profesión.
Subsiste aún la noción romántica del artista como alguien excéntrico, iluminado, incluso místico, que sube a su torre de marfil y baja imbuido de ideas visionarias.
Es una imagen íntimamente ligada a una concepción del artista “universal”, de ser un ser distinto que recorre libremente la urbe, sumido en sus cavilaciones sin más responsabilidades que eso mismo. En las últimas décadas han comenzado a desmantelar esa percepción unidimensional de lo que es ser un artista.
Sin duda el arte tiene mucho que decir en estos días. Hay quienes se dedican al “arte por el arte”, privilegiando la técnica y empujando los límites de la plástica, creando objetos bellos, que invitan a la contemplación, a detenernos, a descansar. Otros se dedican a un arte más conceptual o político; sin duda desarrollarán obras necesarias, soñando nuevos imaginarios, y enfrentándonos con nuestros fracasos.
Pensemos en los brutales problemas estructurales, tan normalizados hasta hace unos meses, que este virus nos ha obligado a mirar: como la desigualdad y su impacto en la calidad de salud a que tenemos acceso, en la opción de poder trabajar desde el hogar, y en incluso las posibilidades que puede ofrecer un hogar como espacio seguro.
Sin duda el arte puede colaborar en muchas áreas del quehacer humano. Pero su principal valor es su capacidad de humanizarnos. El arte no puede forzosamente cambiar comportamientos. La empatía no se produce con tan solo mirar un cuadro: Implica un trabajo, trabajo para el cual el arte entrega lúcidos materiales y esfuerzos.
Los artistas, que necesitan ingresos, se promocionan como pueden; cantando en las calles, en los semáforos, su capacidad para redimirnos y guiarnos en días oscuros.
En todo el mundo, se cancelan grandes espectáculos, teatro, danza, eventos musicales y exposiciones de arte. Si bien las consecuencias son importantes para las grandes instituciones y la industria turística, las organizaciones más pequeñas y los artistas independientes serán los más afectados, ya que las ventas de entradas, las residencias internacionales y la financiación pública se irán agotando. Probablemente, muchos tendrán que mudarse a un trabajo más lucrativo.
Debemos tener en cuenta la precariedad de nuestras instituciones culturales y artísticas, y trabajar para apoyarlas, pues incluso las instituciones de más renombre y éxito suelen operan con márgenes que sorprenderían a quienes no trabajan en el sector cultural.
Los artistas son exploradores, curanderos, activistas y visionarios. Hacer arte es esencial para hablar con verdad al poder, soñar con nuevas realidades y, en última instancia, cambiar el mundo. Se puede, incluso en cuarentena.
Pienso en Frida Kahlo, quien hizo sus primeros autorretratos confinada en su cama recuperándose de aquel trágico accidente de bus en el que su cuerpo resultó gravemente herido.
En vez de preguntar, juzgar y exigir, interroguemos las formas en que podemos nosotros contribuir a transformar esa forma de trabajo, para que no volvamos a normalizar la imagen del artista que vive con una inseguridad crónica, al mismo tiempo subempleado y sobre-empleado, pensando siempre en el próximo proyecto para mantenerse a flote.
Que estos tiempos difíciles, nos permitan con más fuerza que nunca, ese deber de cuidado que tenemos como sociedad con nuestros artistas. Que viva el arte y sus artistas.
*Dirigente comunal, artista y consultor de marketing
Móvil: 322 352 9320
Correo: gustavoherrera0211@gmail.com
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).