Por: Javier García Gelvez/ La tarde estaba fresca, el azul cielo enmarcaba con su gama de colores un ambiente ameno y agradable, no era temporada de ferias, ni mucho menos carnavales en Bucaramanga, la gente lucia sus mejores galas, se veían caras sonrientes, el optimismo fluye como un manantial inagotable alimentando la esperanza del pueblo, ríos de gente caminaban parsimoniosos y sin agite; no era sino una la razón de este esperanzador convite; tendríamos de frente a Luis Carlos Galán Sarmiento.
El murmullo de la gente solo se vio interrumpido con el categórico vozarrón de Galán, sin lugar a dudas todas las expectativas en torno a la exposición de sus ideas se fueron disipando a satisfacción de la multitud; Su capacidad de seducir a su concurrencia era tal que desde el más humilde de sus oyentes hasta el más encopetado sentía que interpretaba el rol principal del discurso.
Eran tiempos difíciles, transcurría el año de 1986, y yo en plena efervescencia hormonal y con la irreverencia que da la adolescencia, absorto escuchaba cada uno de los apartes de su alocución; hoy treinta y cuatro años después reconozco en Galán su visión y su capacidad en afrontar las vicisitudes de un país consumido en la peor de las enfermedades como es la desesperanza.
Su rubicunda perorata, capaz de poner grifo a cualquier cristiano llena de mensajes cargados de ilusión arrancaban de las gargantas pueblerinas arengas proclamándolo como el futuro presidente de Colombia.
Anunciaba el cambio que como compatriotas debemos asumir, y como la conciencia del pueblo nos tendría que llevar a un cambio histórico por el camino de la reconciliación y del respeto; Denunciaba con vehemencia el dominio de una oligarquía política que se repartió al estado como un pastel del que lo pobres ni una borona podrán paladear.
¡Viva Galán! era el grito que al unísono retumbaba en los aires bumangueses y yo no me podía quedar atrás, aunque mi voz estuviera en plena mutación puberal las arengas me hacían sentir todo un varón.
El éxtasis llegó a su máxima expresión cuando a todo pulmón se refirió a los jóvenes que eran la gran mayoría y los exhortó a entender que el poder no se obtiene por concesión generosa del que lo posee. Solo en las manos el pueblo está el poder y es el pueblo el que debe otorgarlo y solo lo hace cuando el aspirante a merecerlo se organiza debidamente.
El atardecer no era excusa para con avidez seguir en tan emotiva intervención, la piel de gallina era evidente en hombres y mujeres que no reparaban en agotamiento y que digerían una a una cada una de las palabras del que para muchos era la única esperanza para nuestro sufrido país.
El ambiente se ensombrecía cuando como una premonición Galán en su discurso recordaba que a los hombres se les puede eliminar, pero a las ideas no. Y, al contrario, cuando se elimina a veces a los hombres, se robustecen las ideas y hoy ante la zozobra y la polarización que fuerza retoman cada una de sus frases; en el ocaso de su intervención pidió que lo recuerden como el hombre que ayudó a cambiar el modo de pensar en la nación.
Ya en la penumbra, hasta el más acorazado de los sentimientos, hasta el más duro de los corazones sintió como su ser se invadió de emoción cuando a un solo grito acompañado de millares de ciudadanos promulgo su frase «Por Colombia, siempre adelante, ni un paso atrás y lo que fuere menester sea».
Años después ante el inminente triunfo de Galán en las urnas; un tridente diabólico tramaba soterradamente como sacar del camino de la competencia a quien sin lugar a dudas representaba el fin de su delinquir; una alianza perfecta para el crimen, fue la que se urdió para quitar del camino quizás a la única persona que hasta hoy podía trazar un nuevo rumbo a los destinos de Colombia, con el chin chin de los Old Parr paracos, narcos y políticos corruptos vitorearon hace 31 años el atentado contra la vida de Luis Carlos Galán; no solo apagaron su existir sino también la ilusión de un pueblo que absorto ve como sus sueños se desvanecen y la fulgurante esperanza que Galán trasmitía se enluta en la tenebrosa sombra del terrorismo.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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