Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ En un reino muy lejano, había un país, cuyos gobernantes, sabían que sus electores, poco o nada sabían de las maniobras oscuras y delictuosas que ellos realizaban en su diario proceder, sabían además que si las necesidades básicas como: salud, trabajo, educación, alimentación, vivienda, bienestar continuaban este sería el caldo de cultivo para ellos permanecer en el poder, dado que cada año de elecciones les prometerían la solución perfecta.
En este país de un reino muy lejano, sus habitantes permanecían interesados, concentrados, absortos en temas de alto calibre, discutían sobre porque las gallinas teniendo alas no volaban como las águilas, por qué los perros ladran con un Guau, teniendo cuatro patas y la vaca que también las tiene hace Muuu, para luego trasladarse a temas de mayor relevancia en los medios de comunicación, como los realities, o a escuchar música de mensajes profundos como “si quieles te cojo, yo te la subo para bajalte todo y esos labios lojos pa lamel, y así continúan su vida conformista, aceptando que ese es el país que les toco.
En ese país de un reino muy lejano los demás países sabían sin lugar a discusión, que ese país era de los más corruptos del mundo mundial, como dicen los más jóvenes, y que, además, estaba apoyado por sus leyes, por el periodismo parcializado y los electores, que año tras año, por unas dadivas, un tamal, un puesto o una verbena, venden su voto.
En ese país de un reino muy lejano los medios, los políticos, y muchos sectores privilegiados por esa corrupción matizan esta realidad y lo hacen según el protagonista del hecho, es más lo justifican, la impunidad campea muy a pesar de las investigaciones por denuncias internas o externas, como las de veedores internos, de otros países u organismos de control internacional.
La corrupción en este país de un reino muy lejano alcanza dimensiones de cifras atroces, que son la suma del robo diario y descarado de los recursos públicos, sumado a las prácticas y mañas incrustadas en todos los actos de la vida cotidiana, más aberrante y triste aún; es que sus habitantes son actores y testigos de cómo se burlan sin contemplación; las más mínimas normas de convivencia ciudadana.
En ese país que es uno de los más ricos del orbe, las redes sociales aplauden al «más vivo»; su actual clase política y sociedad crecieron en los años: 80 y 90, una época de una cultura permeada por el fenómeno de los famosos «Traquetos», una de las peores raíces culturales de nuestra era, en la que se idolatra a la persona con billete y se le considera “un duro” porque se salta las reglas, para ser asquerosamente rico, aplastando al que se interponga en el camino, y es objeto de admiración y considerado «Un vivo». Es «Un Vivo»: El que se cuela en una fila, el que toma un bien que no está vigilado, el que entra sin pagar en el transporte público, el que comete un asesinato y no deja testigos, el que miente para no afrontar las consecuencias por sus actos, y así sucesivamente minando completamente la escala de valores.
En ese país de un reino muy lejano, la corrupción se ha tornado desafiante y es una impronta en la clase política, allí ya no se ejerce el delito a escondidas, los delincuentes son elogiados, llevados a medios como estrellas, premiados, con un micrófono, otorgándoles todo el tiempo y recursos para defenderse, les importa un comino que el público se entere, porque tienen la firme convicción de que jamás los van a tocar, las leyes están hechas a su acomodo y deben su inmunidad a los encargados de administrar justicia que ellos mismos han escogido entre amigos, asociados y parientes.
En ese país de un reino muy lejano, la corrupción es un entramado de células cancerosas que se fusionan al compás de un discurso aprendido y compasivo, es una red que aglutina a políticos, organismos de seguridad, contratistas, periodistas, mandos medios etc. Facinerosos que actúan ante la mirada complaciente de unos electores, de un pueblo desinteresado que inexplicablemente los sigue eligiendo, dado que la corrupción se ha legitimizado y naturalizado.
Tan distorsionada está la realidad de la moral pública, en ese país de un reino muy lejano que las personas que cumplen las reglas son llamados “tontos”, si alguien respeta las leyes, “es un tonto”, si alguien cruza por las cebras la calle, “es un tonto”, si alguien conduce siguiendo las reglas de tránsito, “es un tonto”, si alguien respeta la autoridad, “es un tonto”, si alguien no se deja sobornar, “es un tonto”, si alguien denuncia un delito, “es un tonto”, en fin todo el que sea respetuoso de la ley es llamado un tonto.
En ese país de un reino muy lejano se venera al desfachatado, se aplaude la respuesta cínica, ¡“Lo peinó”! Así dicen cuando la arrogancia del corrupto se hace manifiesta, la mayoría de las entrevistas son acordadas, es común que al Cínico le pregunten muchas cosas, menos lo que deben preguntar, el corrupto es grandilocuente, su bandera y su pregón son “la lucha contra la corrupción” y “¡Los buenos somos más!” ya no reconocen fronteras, el corrupto afirma, sin pestañear, que las cosas sucedieron «a mis espaldas todo eso es mentira y yo a ese señor no lo conozco», la justicia las leyes y los mal llamados “Entes de control”, sentencian: “pobrecitos fueron engañados de buena fe”.
El daño causado es incalculable, la percepción de la gente, es que no existe posibilidad alguna de modificar este estado de cosas porque “Todos son iguales”. Los niveles de abstención y desinterés en ese país de un reino muy lejano, son alarmantes, y dicen con total tranquilidad: “Es que a mí la política no me importa” este país requiere ya que, como sociedad, trazar un mejor futuro. El cinismo, ya está incorporado al libreto de las narrativas del corrupto, y ha logrado que esta gente mienta de manera imperturbable, y además lo hace sin aspavientos, mirando a los ojos, posando de adalides de la honestidad, la ética y la moral ya no significan nada, el pragmatismo es la nueva bandera.
Se puede concluir que este país de un reino muy lejano, las personas que hacen política, la hacen pensando en su conveniencia y la de sus amigos, negando el bienestar de la sociedad en general, negando las bases de una democracia auténtica, donde quepan los derechos de todos; para los nacidos en este territorio, ya no es un privilegio nacer en esta tierra. A causa de este diagnóstico, vemos una sociedad insegura y errática en su porvenir, casi en la anarquía.
Este es el país de un reino muy lejano… Muy lejano a encontrar una solución.
Calificar el delito de corrupción como un crimen de lesa humanidad, y perseguir a las familias de los corruptos aplicando la extinción de dominio, y muerte política al mínimo hecho de corrupción, sería una solución ideal. Una reforma no a la justicia, sino a la manera de imponer la pena es urgente y necesaria. No se puede tener millonarios en la cárcel rodeados de familia amigos y fiesta. Eso no es ninguna pena.
Esa ceguera de no querer frenar esta mal llamada clase política, hace que la corrupción en ese país de un reino muy lejano avance y se consolide en frente de las narices que quienes lo habitan, convirtiéndolo en un lugar de inseguridad y violencia cotidiana, una sociedad se puede llamar civilizada cuando las personas dentro de esa convivencia respetan reglas muy básicas, como comprender qué si algo no es tuyo, significa que es de alguien, todo se resume en el simple razonamiento de no hacerle a los demás lo que no quiero que me hagan a mí y es allí en donde la educación juega un papel importante.
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*Profesional en Mercadeo
Twitter: @heraldoru
Realidad de realidades. El país del todo vale. Excelente artículo, muy objetivo desde el punto de vista de quien anhela cambios estructurales en esta sociedad del siglo XXI.
Que triste realidad este es un n país muy lejano en dónde a lo bueno lo llaman malo y a lo malo lo llaman bueno 😭😭😭. Dios nos Ayude, Gracias por traernos a la realidad 🥺
Jesús yo me pregunto, será que continuaremos igual cada uno por su lado y que se defienda cada uno?