Por: Débora Melissa Escudero Sepúlveda/ Somos la generación de los ingenuos, de los que creemos que para transformar la política no necesitamos llenar las tulas de dinero, sino llenarlas de volantes, escoger un espacio donde circule una buena cantidad de gente y empezar a disparar nuestras ideas de cambio.
No hace mucho un señor me decía en la calle: “Niña, todos son corruptos, deje de ser tan ingenua, porque en ese mundo o la corrompen o la matan”.
Y es así como desde la parte más profunda de mi rebeldía, terquedad y soberanía, brota una risa de amor y convicción: “Señor, tiene usted toda la razón, es por eso que estoy dispuesta a dar la pela para demostrar que sí se puede gobernar sin corrupción”.
Pero qué ridículos nos vemos tratando de cambiar el mundo poniendo flores en los cañones de los fusiles, dando la paz en las iglesias, dizque soñando con un mejor país para nuestros hijos, les damos vergüenza cuando decimos que repartimos volantes de manera voluntaria, que no pedimos puestos a cambio de votos o que soñamos con un presidente profesor.
Somos el hazme reír de la tradición y la cultura del siglo pasado, que no es más que la evolución de todas la malas prácticas y delitos electorales desembocadas en la corrupción a todo nivel de las instituciones del Estado. Es tan folclórica la política en Colombia que al voto a conciencia que no se tranza con maquinaria le llamamos Voto de Opinión.
Esta es una gran empresa que necesita la mejor dirección, no queremos un jefe tirano que nos someta y no escuche a su equipo de trabajo, tampoco queremos un jefe paternalista que nos deje a la deriva y no sepa tomar decisiones, pero si es imperativo un jefe que sepa trabajar en equipo, que entienda las necesidades del país, que logre consolidar su liderazgo en proactividad, definitivamente necesitamos un Jefe de Estado que entienda que la única ventaja competitiva que es sostenible en el tiempo es la actitud. Sí, la actitud, increíblemente sin esto no podremos avanzar.
Así que, a construir entre todos un mejor país, empecemos desde nuestra vida como ciudadanos, seamos más cultos, amemos más, odiemos menos, eduquemos con humildad, enseñemos valores, votemos y hagámoslo desde su sentido propio, como una manifestación de voluntad expresada tácitamente.
Y así suene tonto pensar que la salida más acertada para salir del atraso en el que estamos es con un toque de humildad y emergentes brotes de esperanza, les digo que no conozco la primera empresa exitosa que no tenga en sus raíces a un emprendedor soñador, iluso y atrevido.
Salga a votar y sepa que, no importa al final si usted es blanco, negro o mestizo, ateo, judío o cristiano, de derecha o de izquierda, clase socioeconómica alta o baja o la preferencia sexual que tenga. Igual tenemos que vivir en armonía, respetarnos y construir juntos un mejor lugar para todos y todas.
Agradezco por este espacio en el que de ahora en adelante pondré mis cavilaciones.
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