Por: Ruby Stella Morales Sierra/ “Son nuestras decisiones las que realmente muestran cómo somos, mucho más allá de nuestras habilidades”: J.K. Rowling, escritora de la saga ‘Harry Potter’.
¿Cuál es el camino que transitamos las mujeres en Colombia en este momento de derrumbe de estructuras políticas y económicas y de crisis sanitaria mundial? ¿Cómo hemos sido afectadas en Colombia?
Todo esto a propósito de la conmemoración del día internacional de la lucha de las mujeres trabajadoras del mundo, el 8 de marzo. En memoria a miles de mujeres sacrificadas por la barbarie de la mal llamada revolución industrial del siglo XIX.
El Covid-19 desvió de forma endiablada la flecha ascendente del consumo de bienes y servicios y el especulativo ascenso económico de la humanidad (acumulado en una élite cada vez más virtual y rapaz), a la vez que se ha ensañado en las mayorías pobres y vulnerables.
El gobierno nacional negó la súplica de aprobar la renta básica para paliar el hambre y las necesidades primordiales de unos 15 millones de colombianos pobres. Y en esta carencia una de las poblaciones más afectadas son las mujeres que perdieron sus trabajos y todas las mujeres pobres y su grupo familiar.
La renta básica, como valor de solidaridad humana y social, será una decisión política de primer orden de las mujeres, que tendrá enormes repercusiones en las próximas elecciones. Se medirá la soberanía del pueblo que dicte el camino de la destinación del esfuerzo y trabajo humano con el pago de impuestos de los colombianos para el sostén de quienes son más necesitados.
Inteligencia amorosa
A fe que las mujeres contamos con un material humano, de sentimientos, fuerza y valor hecha carne, huesos y sangre que nos reviste de un poder divino expresado en amor como madres, hijas, hermanas, vecinas, esposas y trabajadoras. Representamos contra viento y marea, de forma inequitativa y desigual, más de la mitad del esfuerzo social y trabajo de toda la humanidad.
En Colombia, por ejemplo, la emergencia sanitaria profundizó de forma dramática la brecha de inequidad y desigualdad económica: 19,1 por ciento de desempleo para las mujeres y un 11,1 por ciento para los hombres.
Según las cifras del Dane, el desempleo feroz del 17,3% de enero de 2021 podría llegar realmente al 20%, la peor cifra desde que se tenga estadísticas sobre la carencia de empleo. El más alto en los últimos 30 años.
Trabajadoras del hogar
Como los interrogantes son tan amplios, solo preciso con un ejemplo cercano que nos puede acercar a una dimensión aproximada de la situación.
Hace unos días le pregunté a Bertha Villamizar, líder sindical de las Trabajadoras Remuneradas del Hogar (TRH) de Santander, cómo les ha ido a las trabajadoras de su gremio este año. Y con alarma dijo: “vamos por el mismo camino del año pasado. La mayoría de las compañeras sobreviven con muchas carencias”.
Consideré, entonces, el hecho de que el gobierno del Reino de Bélgica y su central de sindicatos apoyan desde hace varios años el ejercicio de empoderamiento de las trabajadoras sindicalizadas más vulnerables de Colombia. Y le pregunté si no había cambiado, a raíz de la pandemia, la campaña de divulgación de derechos por una línea de solidaridad humanitaria que les ayudara a sobreaguar a las TRH de Bucaramanga sin trabajo, y apoyarlas por la carencia de alimentos y necesidades de subsistencia.
-Ellos tienen claro que esa obligación es del gobierno colombiano-, contestó Bertha con convicción y resignación.
Colombia mantiene relaciones bilaterales con Bélgica desde 1873 con una agenda que incluye fortalecimiento a la democracia e intercambio comercial, entre otros. Existe un tratado de libre comercio en Bruselas desde 2012.
En plena pandemia, durante noviembre y diciembre pasado, hicimos el esfuerzo de realizar una modesta campaña de divulgación sobre derechos laborales y de afiliaciones al Sintraimagra y asesoré al grupo TRH de Bucaramanga.
En este grupo preciso, la Alcaldía de Bucaramanga y la Gobernación de Santander establecieron, por primera vez, un vínculo de inclusión y expectativas de programas de apoyo de emprendimientos para este grupo de mujeres trabajadoras y posibles inclusiones en trabajos no convencionales en el marco de la ejecución de obras públicas.
La asesora de la oficina de Mujer y Género de Bucaramanga, Graciliana Moreno, nos contó que la alcaldía se había comprometido a incluir al menos el 30% de mano de obra femenina en el personal de las obras que se ejecutan en lo restante del actual gobierno.
Entre la Gobernación y la Alcaldía de Bucaramanga lograron aportar 30 mercados a finales de diciembre. En enero pasado, la alcaldía aportó otros 15 suministros alimentarios para familias TRH necesitadas. Las beneficiarias agradecieron con humildad el valioso aporte. Y se recogió esta experiencia nueva con el dolor de ver que el esfuerzo de unas instituciones son insuficientes para atender las demandas de atención priorizada, además de los enredos consabidos de la gestión de los recursos públicos.
Se espera que los programas institucionales que incluyen a las mujeres sean favorables para las mujeres y que los presupuestos realmente sean destinados para los programas de equidad de género. Pues recuerdo con tristeza y rabia la desviación de recursos del programa de mujeres, durante los primeros años del gobierno de Bucaramanga de la lógica, la ética y la estética, destinada en otros programas cercanos a la politiquería.
Han faltado garras para defender los recursos del programa por el que se luchó por más de 20 años para establecer la Política Pública de la Mujer en los entes gubernamentales del país.
Ha sido evidente, como en este ejemplo, que el apoyo concreto del gobierno a las necesidades básicas de las familias, que recaen en el sufrimiento de las mujeres, ha distado mucho de lo que se requería para poblaciones más necesitadas. Los trapos rojos del hambre izados en millones de hogares no pueden pasar desapercibidos.
Triples jornadas
En este marco de acciones en medio de la pandemia, me acerqué a la dura realidad del grupo de humildes mujeres que durante muchos años venían laborando por días en casas ajenas, a la vez que se doblaban en tiempo y esfuerzo para atender sus familias.
Las mismas que pasaron por la angustia de permanecer sin trabajo durante casi todo el año 2020 y siguen similar en lo corrido del presente. Algunas, con relativa suerte, debieron aceptar trabajar internas y aislarse obligatoriamente de hijos y familia, por exigencia de sus empleadores.
La mayoría de ellas son madres cabeza de familia, otras mayores de 50 años y hasta mujeres más mayores, como la señora Elvia quien a sus 76 años no cuenta con pensión y ya pocas personas la contratan para planchar o realizar oficios livianos.
La mayoría de las TRH quedaron olvidadas por sus antiguos empleadores. Muchos de ellos, de clase media y comercios pequeños, ya no contaron con ingresos para pagarles. Habían cerrado sus negocios o la madre debió cambiar obligatoriamente la oficina o su lugar de labores por el teletrabajo. O se quedó sin trabajo.
Y lo que parecía un sueño romántico de mujeres que anhelaban tener más tiempo para atender a la familia se convirtió en dura realidad. Entonces muchas mujeres quedaron obligadas de sopetón a la atención de sus hijos y la ayuda de sus tareas virtuales, del cuidado de la familia, además de la elaboración de alimentos y demás quehaceres de la casa. Asumir la nueva realidad de los retos de la convivencia estrecha del día a día.
Mujeres trabajadoras en diversas actividades económicas, se avocaron a un cambio drástico que las enfrentó de la noche a la mañana a un panorama que vivieron nuestras madres y abuelas, obligadas a las labores domésticas no remuneradas, la crianza de hijos y el cuidado del hogar. Pero con el agregado de la pandemia y además la angustia por aportar dinero para el sustento familiar. ¡Agotador para las mujeres, principalmente!
Todas las mujeres trabajadoras, profesionales, científicas, artistas, políticas… Estamos obligadas a transformar el duro modelo de relaciones humanas basado en la explotación y el lucro.
El objetivo es ir paso a paso, con mucho cuidado, en una comunidad que exige ser más justa, equitativa y más humana. En la que esperamos que el trabajo sea una liberación y máxima expresión humana. En la comunidad que transformemos la materia y materialicemos las ideas y que a la vez nos trasforme como mejores seres humanos en armonía y respeto por la naturaleza.
*Periodista
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