Como pensar que un artista escultor se diera a la tarea de realizar un busto o una figura moldeada de un revoltoso campesino, que obviamente, tampoco tenía los reales que costaba pagar por este tipo de obras.
Por: César Mauricio Olaya/ Inclinándome por la versión rigurosamente pasada por el tamiz de una investigación dedicada, seria y confrontada, que es deber ser y tarea propia de los historiadores, el académico Armando Martínez Garnica nos despertó hace unas semanas con una columna publicada en el diario Vanguardia, donde bajo el título de “Creencias infundadas”, planteaba que a la par de Aureliano Buendía y Macondo, la que hasta entonces elevábamos a la categoría de figura de nuestra historia patria, la socorrana Manuela Beltrán, no era más que una ficción literaria.
No voy a entrar en la extensa narrativa de lo que esta tesis despertó, empezando por la parada de pelos de mi colega Soraya Salazar, que confieso, desde la época de la universidad y posteriormente siendo compañeros en Vanguardia, siempre la vi como una versión contemporánea de la Manuela Beltrán que rompía los edictos y le ¨volteaba el mascadero¨, al que le llevara la contraria como buena santandereana o mejor, socorrana de las que trancan la puerta con el muerto.

Antonia Santos qué bonita quedaste tras salir de las manos creadoras del Maestro Óscar Rodríguez Naranjo. Me dicen que la modelo fue la hermosa Melba, hija del artista. (Foto Mauricio Olaya)
Lo que sí voy a exponer en calidad de fotógrafo y lector incansable de todo lo que tenga que ver con el arte y la con la historia, es que ninguna de las figuras que hoy adornan parques, sócalos, peldaños y tronos hechos a la medida de la categoría heróica de los personajes que se entronan en ellos, corresponde a una representación del personaje real y las razones son muy sencillas: ni estos personajes tenían en su tiempo la categoría y menos los recursos para que los artistas escultores de su época se centraran en realizar una obra representativa.
Como pensar que un artista escultor se diera a la tarea de realizar un busto o una figura moldeada de un revoltoso campesino, que obviamente, tampoco tenía los reales que costaba pagar por este tipo de obras que si acaso, apenas estaba al alcance de gobernantes, altos eclesiásticos y uno que otro personaje con algún nivel de poder.
La historia y la anécdota detrás de estas figuras
Entrados en la teoría de que todas estas obras representativas de nuestros héroes y heroínas no son más que unos muy creativos manifiestos estéticos, idealizados y producto de la creatividad artística de sus creadores, corresponde contar unas pocas historias relacionadas con su elaboración y para los que no se tienen, el referente debido para destacar al autor.

Versión de Antonia Santos en la escultura que hace parte de la obra Comuneros, localizada en el Parque Nacional del Chicamocha. (Foto Mauricio Olaya)
Empecemos con la bella obra que representa a la aguerrida Antonia Santos Plata, fusilada en el mismísimo parque de la capital comunera el 28 de Julio de 1819, pocos días antes de la derrota española en la célebre Batalla de Boyacá y que se levanta a un costado de la Basílica de Nuestra Señora del Socorro, que a propósito no se si con intención o no, su ubicación y la posición de su mano, brinda a la mirada adiestrada del fotógrafo, la posibilidad de descubrir desde la perspectiva debida, una opción cuya semántica daría para todo un desarrollo literario al respecto y que por ahora solo dejo expuesta.

Como si se tratara de mover una pieza del ajedrez, con la perspicacia debida, la representación de Antonia Santos toma entre sus manos la cruz que corona la cúpula, ¿jaque a la institución?, solo pregunto. (Foto de Mauricio Olaya)
Volviendo al tema central de la bajada del pedestal de estas figuras, pasar a contarles que a la usanza de lo que solía hacer el orgulloso padre y artista, maestro Óscar Rodríguez Naranjo, decidió que nadie mejor que su hija Melba, que por la época venía de representar a Santander en el reinado nacional de belleza, para servir de modelo que representara a la heroína.
Y hasta aquí el descubrimiento de la primera de las representaciones, porque la siguiente escultura de la que ahora se argumenta, fue pariente lejana del ex presidente Juan Manuel Santos y que adorna el parque principal del pueblito de Coromoro, donde se dice inició su gesta libertaria nuestra heroína, nos pone en justo derecho el tema tratado, puesto que es la figura no tiene el más mínimo parecido con la expuesta en Socorro, mostrándose acá una mujer de un perfil más propio de la que quizá fue la original, pues con sus rasgos fuertes y su traje, evidencia más al de la campesina de estas tierras.

Evidentemente difícil encontrar una semejanza entre las versiones de la Antonia Santos del Socorro y la que adorna el parque de Coromoro. (Foto: Mauricio Olaya)
Indagando sobre la autoría de la obra, me encuentro que la realizó el artista Mario Ramírez, quien falleció recientemente y que como condición especial que magnifica su obra, se resalta que padecía de movilidad en sus piernas, lo que no le impedía moverse a través de escaleras y andamios, para modelar sus obras donde la figura humana prevalecía con extrema calidad creativa.
Y qué tal si pasamos ahora a Manuela Beltrán, hoy revolcándose en el fuego del juicio final sobre su real existencia, contra la versión de su condición de heroína de novela; porque en el tema iconográfico también hay de todo como en botica para ponerle la lupa.
En orden de aparición como suele suceder en las películas y telenovelas, la primera versión representativa de la heroína la realizó el pintor, escultor y arquitecto bogotano, José Ignacio Castillo Cervantes, que siguiendo a pie puntilla la narrativa del acontecimiento, nos presentó a la heroína en el momento mismo en que rompe el edicto.
La pintura muestra a una mujer de rasgos notoriamente criollos, cabello negro profundo, tez morena y la notoria bravura de nuestras mujeres. El contexto muy propio de las intenciones de este artista que realizó varias obras representativas de las gestas patrias, presenta elementos que obviamente son producto de su intención de magnificar los momentos con idílicos personajes como el que toca el tambor de guerra y los hombres del fondo qué levantando los brazos, apoyan la gesta.
La obra que reposa en el Museo Nacional, sería utilizada con fines filatélicos, para qué con motivo de los 200 años de la Revolución de los Comuneros, circulara una estampilla conmemorativa, donde la figura de Manuela Beltrán, fuera la escogida (tarea para los milenians: qué carajos es esta imagen con marcos mordidos).

Estampilla conmemorativa de los 200 años de la Revolución de los Comuneros.
Continuando en el proceso de saber sobre la iconografía de nuestra heroína, nos encontramos con el busto donado por la Universidad Manuela Beltrán al municipio de El Socorro, el cual se localizó a un costado de la entrada del edificio de la alcaldía y es autoría del escultor Luis Francisco Toledo Castellanos.
La obra muestra una mujer de perfil latino, extraordinaria belleza y donaire, que si nos atenemos a la versión que hoy se dice novelada, la Manuela revoltosa era una mujer de unos 54 años de edad, ventera del negocio del tabaco, lo que evidentemente no se evidencia en el busto.
Otra obra en esta cadena de versiones sobre la heroína, se localiza en la parte trasera del edificio de la Gobernación de Santander, que no se necesita más mirada crítica, que ver el abandono total en que se encuentra, casi a punto de ser devorada por el óxido, lo que en este caso pareciera predecir el futuro de las representaciones de la heroína si llegara a prevalecer la versión del historiador Martínez.
La obra realizada utilizando chatarra como materia prima, la realizó el escultor Pedro Villamizar y obviamente, cualquier intento por determinar una referencia física, no tendría un final feliz, pues la intensión del artista le apunta más a determinar valores como fuerza y carácter, factores que se determinan desde los materiales usados.

Dos representaciones de Antonia Santos, la obra a partir de materiales metálicos reciclados propios de la línea creativa del escultor Pedro Villamizar y el busto de la heroína, elaborado por Luis Francisco Toledo.
Terminamos este primer recorrido por esa iconografía que hoy exaltamos como identidad patria de los santandereanos, con las dos versiones más actuales sobre nuestro personaje. La primera de ellas haciendo parte de la escultura Libertad que se yergue en uno de los patios de la Universidad de Santander, realizada por el maestro cartagenero Héctor Lombana.
La última, integrada a la historia de los comuneros sintetizada en la serie de figuras protagonistas de este levantamiento y que se puede apreciar en el Parque Nacional del Chicamocha, realizada por el caldense Luis Guillermo Vallejo. Para el caso, se asegura que los modelos de la obra fueron escogidos entre varias personas de la Mesa de los Santos, entre ellos, algunos ilustres reconocidos. Valdría la pena saber, quien modeló a nuestra vapuleada heroína.

La versión de Manuela Beltrán realizada por el escultor Luis Guillermo Vallejo, localizada en Panachi.

Sosteniendo el edicto en sus manos, la Manuela Beltrán que interpretó el artista Héctor Lombana, muestra una mujer común, de marcadas líneas que a pie puntillas de la versión histórica, es quizá la única de las versiones con alguna cercanía descriptiva.