La abuela de Camilo opina e ironiza sobre política de forma tan sencilla y tajante que este le llama «La Cuchilla» en alusión a la Navaja de Ockham, y estas son sus historias.
Por: Edwin Fernando Suárez Cadena/ Corrió un poco más hacia el centro a Baltazar, se irguió y contempló en silencio a los tres reyes magos ya instalados en la cueva del nacimiento, y luego de ese instante de piedad que le generaba la paradójica escena de ricos y pobres, regalos y despojo, sabiduría e inexperiencia, juntos, mirando la inocencia de un niño, La Cuchilla cayó en cuenta:
«Juemadre… tanto esperar para que llegaran, y no acabo de ponerlos ahí cuando ya los voy a tener que quitar…a los reyes del pesebre les pasa lo que a las parejas de casados de ahora: no acaban de acomodarse cuando ya se están devolviendo cada uno para su casa…»
Justo ahí fue que le sonó la alerta de la aplicación de su banco que le anunciaba un nuevo depósito, pero no alcanzó a verla en detalle porque casi que al tiempo le llegó un mensaje de voz femenina a su WhatsApp:
«Venga, tía…y que ya te puse tu regalito de Reyes en la cuenta… avisadme sí no entendéis cómo retirarlo…»
De inmediato, y con una sonrisa, la anciana hundió su dedo en el ícono más verde que blanco de un micrófono y respondió:
«Ala, mi chinita…muchas gracias…usted siempre ha sido muy generosa conmigo y eso mi Diosito se lo va a recompensar. No se preocupe que yo sí entiendo cómo es la cosa para sacar la plata…lo que sí no voy a entender es porque si apenas lleva 5 meses en Alicate…o Alicante…como se diga, ya se le olvidó el piedecuestano tan bonitico y recio que habla usted…»
No hubo ni un segundo de arrepentimiento luego de levantar el dedo para que el mensaje saltara el océano y llegara de inmediato a su sobrina mayor.
¿Acaso la plata compra el silencio? Por lo menos para ella no, y si había amado mucho a la sobrina desde que su hermana, asustada, eso sí, le contó del retraso, ese amor tenía que pasar también por señalarle aquellas cosas que no ayudan a vivir una vida auténtica:
Tanto el dejar su profesión de abogada que le había generado sustento y dignidad por irse tras del sueño europeo que se ahoga en el lavaplatos de un restaurante ajeno, como el renunciar a sus costumbres y raíces por pura vergüenza.
La sobrina lo sabía, y por eso la respuesta fue una evasiva, pero cortés carita feliz, muy similar a la que puso La Cuchilla frente al veterano vendedor de electrodomésticos cuando llegó al almacén.
–Buenas tardes, mi señora… Mucho gusto, Antonio –saludó el hombre con una mueca–. ¿En qué le puedo ayudar el día de hoy?
–Señor, buenas tardes… estoy interesada en un televisorcito…
El vendedor frunció su ceño y con mirada de sastre que escruta talla, pero con precisión de miope le dijo:
–Televisores convencionales ya no nos quedan, pero déjeme pregunto en bodega a ver si estamos de suerte.
–Disculpe –respondió la anciana, y sacando su teléfono, y moviéndolo frente a él, continuó hablando, pero más despacio y vocalizado.
»Vengo por un televisor que sirva para conectarse a la señal de mi teléfono que tiene datos ilimitados por si el router o el cableado de mi internet de hogar fallan…no importa el tipo de control manual…de artritis no sufro…es más…si mis nietos lo dañan tengo la aplicación de control remoto desde el aparato este. Creo que usted no está familiarizado con el término, pero le llaman televisores… inteligentes…
El vendedor sintió que había una respuesta de hostilidad similar a su actitud, y aunque no entendió del todo el sarcasmo, procuró lo mejor (o peor) de su repertorio:
–Para ver novelas cualesquiera de nuestros televisores es muy bueno…
–Mire, don Antonio, la verdad es que a mí lo que más me gusta es ver programas de crítica política por YouTube, pero el televisorcito me hace falta sobre todo para ver el noticiero…
–¡Ja! –dijo el hombre elevando su cabeza al compás de que la movía de un lado a otro–. Los noticieros de ahora son muy aburridos –y con un halo nostálgico remató–…no hay muchos muertos ni nada interesante…
Venido de una persona con escasa empatía, el comentario no sorprendió a la anciana que, sin embargo, le dijo:
–Mire tan bonito eso: Es que, que no haya tantos muertos ahora es puro logro de bregar por la paz…
–¿No me diga que usted cree en esa vagabundería de la paz?
–¡Y no solo en esa que ya se hizo! Yo sí espero que se logre la paz total –dijo entusiasmada la anciana.
–Yo sí no soy iluso con esas vainas. Mire lo mal que empezaron: bonito regalo de Reyes Magos el que le dieron a todos esos delincuentes con el cese al fuego…
–Bueno…desordenadito sí ha estado el gobierno, pa’ qué…uno sabe que organizar todo eso es arrecho y que los bandidos iban a reaccionar, pero es que mire que mucho ser importante hacer el esfuerzo.
»Jum…usted y yo mal que bien estamos en la ciudad y la pasamos más tranquilos…vea…yo hasta recibo platica pa’ mis gustos…pero, por ejemplo, ¿La gente de Chocó y Norte de Santander?
–Pues mire, mi señora…si esa gente la está pasando mal es porque Petro tiene la culpa dejando a esos terroristas hacer lo que quieran, y de remate permitiendo tanta carestía.
De inmediato La Cuchilla comprendió que no todas las discusiones pueden llegar a feliz término, o por lo menos llevar a que alguien se cuestione.
Lo entendieron los reyes Magos y por eso no volvieron donde Herodes a disuadirlo de lo que no iba a aceptar…y también lo entendió ella, quien a falta de una oferta convincente para su interés mercantil prefirió decirle:
«Mire, caballero, me voy a dar una vueltica y más tardecito paso».
…
*Licenciado en Filosofía (USTA) y Magíster en Filosofía (UIS).
Twitter: @edwinfernando_