La abuela de Camilo opina e ironiza sobre política de forma tan sencilla y tajante que este le llama «La Cuchilla» en alusión a la Navaja de Ockham, y estas son sus historias.
Por: Edwin Fernando Suárez Cadena/ La oficina ubicada en la parte trasera del local no era agradable ni por el olor a humedad propio de un sitio pequeño y descuidado, ni por la cantidad de cajas arrumadas que a duras penas daban espacio para pasar de la puerta al escritorio.
Sobre él naufragaban en carpetas abiertas un sin número de facturas de los proveedores de la papelería, y una vieja radio que, fungiendo como pisapapeles, siempre sintonizaba la emisora que en su logo pareciera que dice «azul» en inglés pero que le falta la letra «e» con la que se escribe «ética», por ejemplo…la emisora favorita de don Fabio, el dueño del negocio.
Fue el día anterior que luego de escuchar el programa de las mañanas, este hombre tomó la decisión de modificar los precios de todos los útiles escolares que ya abarrotaban estantes y bodegas.
─Pues si los de esa emisora dicen que los precios subieron un 400%. ¿Yo por qué no voy a aprovechar el papayazo? ─le respondió a la contadora cuando esta le hizo caer en cuenta que las trabajadoras ya habían puesto la semana pasada las etiquetas a los productos con el reajuste que no excedía el 18%─. Aquí mando yo, Gabriela, y si no le gusta, bien puede buscar otro empleo, que bastantes chinas como usted están esperando oportunidad ─concluyó a la resignada mujer.
Y también fue mientras que hacía cuentas y escuchaba el programa matinal que don Fabio oyó una acalorada discusión cerca de la caja registradora.
Junto a ella, y con una voz recia que no bordeaba ni el grito ni el irrespeto, estaba una anciana haciendo un reclamo:
─Señorita, ¿Cómo es posible que por solo dos niños la cuenta se nos esté subiendo a más de un millón de pesos? ─preguntó La Cuchilla mientras su hijo apoyaba afirmando con la cabeza y el par de nietos seguían viendo productos en los estantes bajo la suspicaz mirada de Matías, el vigilante.
─Mi señora, ya hemos hecho dos veces la suma y eso es lo que da…usted misma puede comprobar que los productos que están de primeros en los estantes tienen esos precios ─respondió la cajera sin ocultar su incomodidad.
─¿Sí ve, mamá?, usted y su costumbre de coger las cosas que están escondidas…eso solo funciona con la comida…los lápices no se vencen ─repuso el hijo.
─Pues se venzan o no, ¿Acaso todo no debería tener los mismos precios en las etiquetas? ─se defendió la anciana.
─A ver, Mónica, déjeme hablar con la dama ─interrumpió el dueño antes de que la cajera pudiese responder, y dirigiéndose a La Cuchilla dijo:
─Señora…seguramente las etiquetas que usted vio son de los precios del año pasado. Estas muchachitas que me toca contratar no es que sean la más inteligentes para lo que tienen que hacer y fijo que no las cambiaron.
─Pues vea que la cosa no es solamente que las etiquetas estuvieran «viejas» …el problema es que ese precio que me registra para los colores y para todo lo de mis bolsas ya no está ni por las nubes, sino que está más allá de Júpiter…
─Mire que los de la emisora azul han dicho que si las cosas están así de caras es por culpa de la inflación ─acotó airado el dueño─, y a nosotros nos ha tocado saltar matones para no quebrarnos…eso es culpa del manejo que da este gobierno…ahí tienen… ¿Sí ven lo que es vivir sabroso?
─Faltaba más que ahora a todo hay que echarle la culpa al gobierno ─indignada dijo la anciana.
─Bueno…si los petristas culpaban a Duque de todo, déjeme hacer mi parte ahora ─quiso salir triunfante el hombre.
─Lo que pasa es que cuando nos quejábamos de Duque lo hacíamos dando pruebas de que ese señor la estaba embarrando ─dijo La Cuchilla tocándose insistentemente una de las sienes con su índice izquierdo.
─Yo sé que a su edad entender estas cosas no es fácil, pero, ¿Le parece poco todo lo que la emisora azul dice del presidente? ─embistió el dueño.
La Cuchilla guardó silencio por corto momento, luego consultó casi que en secreto con su hijo que era el de la plata pero no tenía habilidad para lograr rebajas, y mirando fijamente al dueño de la papelería que se quedó atónito, le dijo:
─Me imagino que usted es de esos muchos que si una emisora les dice que se tiren por un puente hasta lo intentan porque les creen todo sin ponerse a pensar ni un poquito en por qué y para qué ellos dicen las jodas…
»Aunque ahora que veo mejor la cosa, eso de subirle hasta cuatro veces más a los precios no es solo porque usted es manipulado por la radio y se deja llevar por sus especulaciones, sino que también es asunto de la mala leche suya.
»Sepa que yo, aquí, viejita y todo, me mantengo informada y sé que las materias primas de los útiles escolares sí subieron, pero no dejaron tan caras las vainas.
»Para esos colores, por ejemplo, el costo debería haber subido unos $9.000, y no $25.000…a los pobres nos está tocando arrecho, pero eso en últimas tiene unas razones distintas a las de un gobierno que ni 7 meses lleva mandando ─y dirigiéndose a la cajera le dijo:
»Mijita, preferimos no comparar así de caro…yo sé que es aburridor eso de devolver las cosas a su puesto, pero, pues, no hay de otra…ojalá que cuando lo hagan sí les pongan los precios con los que van a ser usureros para que por lo menos la gente sepa a qué atenerse.
Y mientras don Fabio vociferaba a sus trabajadoras para que ordenaran y etiquetaran «bien» la mercancía, y La Cuchilla tomaba de las manos a sus nietos para salir de la papelería, su hijo le recordó:
─Mamá…y no solo nos toca ir por los útiles, sino que tenemos que pasar a preguntar por los uniformes.
─Ojalá que la confeccionista no escuche la emisora azul porque si no me va a tocar volver a la máquina de coser ─respondió ella.
…
*Licenciado en Filosofía (USTA) y Magíster en Filosofía (UIS).
Twitter: @edwinfernando_