Por: Holger Díaz Hernández/ El departamento de La Guajira, en idioma wayuu: Wajiira, que significa “Caribe hermoso”, abarca casi en su totalidad la Península de la Guajira, adornada por exuberantes paisajes desérticos, dunas gigantes de arena y bellas playas sobre el mar Caribe, en la punta más septentrional de Colombia y América del Sur, en límites con Venezuela.
Son 15 municipios de gente orgullosa de su región, fundada en 1789, erigida en intendencia en 1898 y convertida en departamento en 1965, con una población en su mayoría de indígenas de la etnia wayuu, mestizos e inmigrantes sirio-libaneses, que viven en un 70% de la minería -carbón, sal marina y depósitos de Gas Natural- y del contrabando y la piratería terrestre.
A todo esto, se suma una elite política enquistada desde siempre y en connivencia con el narcotráfico y el paramilitarismo dando como resultado uno de los departamentos más pobres y más corruptos del país, 20 gobernadores han pasado en los últimos doce años, de los cuales un poco más de la mitad han terminado en la cárcel o están prófugos de la justicia.
Lo mismo ocurre con la mayoría de los alcaldes de los municipios principalmente de los que reciben regalías mineras, el comportamiento es casi unánime en ese sentido y mientras tanto cientos de niños mueren cada año de hambre, diarreas y desnutrición crónica en las rancherías indígenas y en las zonas más apartadas del centro y norte de la Guajira, sólo en el transcurso de enero y parte de febrero de este año han fallecido 12 niños por desnutrición, la pobreza es la constante y la mayoría de los personas comen solo una vez al día.
A pesar que la Corte Constitucional en sentencia T-302 de 2017, declaró estado de cosas inconstitucional por el hambre, principalmente de los niños wayuus, y pidió garantías para el acceso al agua, la comida y la salud y seguimiento a las denuncias de corrupción de los entes territoriales, muy poco se ha hecho para corregir estas problemáticas, por el contrario, podemos decir que se han agudizado.
Según el Dane el 61.8% de la población vive en condición de pobreza, sin posibilidad de acceder a un empleo formal, a una vivienda digna, sólo una minoría cuentan servicios de acueducto o alcantarillado, electricidad, vías de acceso a sus poblaciones o rancherías y en muy pocas zonas hay hospitales dotados o escuelas para los niños.
Cientos de miles de millones se han direccionado en el departamento durante décadas en la construcción de acueductos, jagueyes y obras de infraestructura para solucionar la problemática del agua, cuantiosas inversiones en proyectos de nuevas tecnologías para producir electricidad, cada nuevo gobierno arma planes de contingencia y diseña estrategias junto a entes como el ICBF, el Ministerio de Salud, el de Educación, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía y todas las IAS, sin que nada ocurra para mitigar así sea parcialmente estas problemáticas.
En los últimos días la polémica ha acompañado la inversión de casi cincuenta mil millones de pesos, en la compra de 40 carrotanques para el transporte de agua hacia las zonas más afectadas por el fenómeno del Niño, estos fueron adquiridos bajo la figura de contratación directa con ocasión de la declaración de desastre nacional en 2023, los reparos no solo ocurren por el precio al parecer excesivo de los vehículos sino porque ya se había advertido a la Unidad Nacional de la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) de la inconveniencia de adquirirlos dadas sus dimensiones y la dificultad para utilizarlos, ya que los sitios donde más se necesita el preciado líquido son de complicado acceso o no cuentan con vías carreteables, por lo tanto serán inoperantes y los recursos se habrían dilapidado.
Esta es la otra Colombia, la que normalmente no vemos, la que es aprovechada por intereses oscuros cada día más voraces para embolsillarse los recursos del estado y donde siempre el que pierde es el pobre pueblo.
De resaltar la labor que realiza desde hace varios años de manera silenciosa, la organización denominada “La Ruta del Agua” que llevan agua, comida y enseres para las familias indígenas de la Alta Guajira, una felicitación al Sargento Martínez, al ex general Jerez y a cientos de empresarios y colaboradores que apoyan esta loable campaña. Enhorabuena.
“La esperanza es el sueño de un hombre despierto”: Aristóteles.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.