Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ El reclutamiento forzado de niños y niñas en las filas tanto de las guerrillas, como de los grupos paramilitares, ha sido una de las estrategias de guerra que más daño ha hecho a las familias colombianas, a lo largo de ya más de medio siglo de violencia. Según la oficina del Alto comisionado para la paz, en los últimos 18 años más de 14 mil niños, niñas y adolescentes fueron reclutados ilegalmente por grupos guerrilleros y paramilitares.
Esta práctica, que viola claramente el Derecho Internacional Humanitario, hace que la guerra sea un poco más compleja y que el Estado Colombiano y sus fuerzas armadas estén obligadas a tratar a los niños que hacen parte de los grupos armados, no como combatientes, sino como víctimas del conflicto, pues se entiende que estos niños están contra su voluntad en ese grupo armado y que sin importar las circunstancias, aún no cuentan con la capacidad para tomar sus propias decisiones, están prácticamente secuestrados.
Y es que, según nuestro código de infancia y adolescencia, en Colombia, la familia, la sociedad y el Estado garantizaran la protección integral de los niños, las niñas y los adolescentes. Así mismo, los menores que hayan cometido una infracción a la ley tienen derecho a la rehabilitación y resocialización, mediante planes y programas garantizados por el Estado e implementados por las instituciones y organizaciones que este determine para tal fin.
Por tales razones resulta escandalosa la denuncia publicada en varios medios de comunicación que da cuenta que, en el bombardeo, efectuado por la fuerza pública a un campamento guerrillero en el departamento del Guaviare, el pasado 02 de marzo, habría 12 muertos que aún están sin identificar y dentro de los cuales se encontraría varios menores de edad, ilegalmente y reprochablemente reclutados para la guerra.
Y es escandaloso, pues el mismo ejército reconoció que labores de inteligencia determinaron que el campamento pertenecería a alias “Gentil Duarte” quien sería el mayor reclutador de menores para las filas de la guerrilla, pues se sobreentiende que, si están detrás del reclutador de menores, sería casi seguro que en el campamento haya presencia de niños, niñas y adolescentes.
Además, para avivar la hoguera, sin el menor reparo o vergüenza, indolente de la población colombiana, el ministro de defensa salió a descalificar y a tratar despectivamente a quienes fueron abatidos en el bombardeo, llamándolos “máquinas de guerra”, sin tener aún claridad sobre la identidad de los muertos y ante las denuncias de pobladores de la zona que hablan de niños abatidos.
Indolente Ministro de Defensa, indolente Estado colombiano, que abandonan las comunidades rurales a su suerte, dejando grandes territorios sin inversión social, sin vías de comunicación, sin salud, ni educación, ni vivienda, ni buena alimentación y bajo el mando de grupos armados ilegales, en donde la comunidad humillada debe obedecer a cambio de que se respete su vida.
Señor Ministro de Defensa, muy seguramente esos niños allí masacrados, nunca tuvieron otra oportunidad y seguramente la única presencia estatal que sus familias han visto y que recordaran, es la que usted les envío, unas bombas que liquidaron brutalmente hasta los sueños que todos los menores por derecho propio pueden tener.
Aunque el primer culpable es la guerrilla por reclutar menores y ojalá caiga todo el peso de la ley sobre quienes promueven esta práctica, también pregunto al Estado por el restablecimiento de los derechos de estos menores, por los planes de resocialización y rehabilitación del que habla nuestro código de infancia.
Seguramente vulnerados, así como en Colombia se le vulnera el derecho a una buena alimentación a 575 mil menores desnutridos o como se vulnera el derecho a la educación a más de 5 millones de jóvenes que no terminan ni su bachillerato. Que no nos sorprenda la facilidad con la que un grupo al margen de la ley pueda cautivar y seducir a un niño o un joven con hambre y sin educación.
Señor ministro de defensa, nuestros niños y jóvenes en las áreas rurales viven en situaciones extremas, algunos por necesidad y otros obligados terminan en las filas de los grupos armados. Usted que estuvo en la dirección de acción social y del ICBF, por su formación humanística y su experiencia con poblaciones vulnerables, debe entender que los niños de la guerra no son combatientes, son víctimas y no son máquinas, son seres a quienes les robaron su niñez, seres que sienten, que aman, que extrañan sus familias y que merecen otra oportunidad, usted debería dárselas.
*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.